28.10.16

Amor, amor, amor

Con Actos de amor, Antonio Praena (Purullena, Granada, 1973), ganó el premio José Hierro en 2011. En el jurado estaban, entre otros, Pureza Canelo y Pablo García Baena. Éste fue, por cierto, quien recomendó a Luis Antonio de Villena, prologuista de esta nueva edición del libro en raspabook, que leyera la poesía del dominico, autor de Humo verde (2003), Poemas para mi hermana (2006, accésit del premio Adonais) y Yo he querido ser grúa muchas veces (2013, premio Tiflos).
Ahora ve de nuevo la luz en una edición cuidada que lleva fotografías de María Alcantarilla en su interior y en la cubierta una del propio Praena, obra de Joaquín Puga, donde aparece desnudo de cintura para arriba y con un corazón rojo tatuado en el pecho. Un rojo corazón con espinas que uno no sabe si está permanentemente ahí. Me recuerda a otra portada, la de uno de los libros de Juan Antonio González Iglesias, un poeta próximo a Praena, menos espectacular pero, como ésta, igual de transgresora, más si tenemos en cuenta la condición religiosa del monje granadino. Por lo demás, heterodoxias al margen (qué poesía no lo es, o qué poeta), ilustra de la mejor manera posible el asunto fundamental de este libro: el amor. El divino, el humano, el fraternal, el amistoso, el familiar... De todos hay aquí. Y cantado con unos versos plenos de inspiración que toman al endecasílabo blanco como pilar fundamental donde sustentar este hermoso edificio de sonido y sentido: "No es una tierra extraña la locura". Ya al inicio nos remite Praena a San Agustín: "Ama y haz lo que quieras", sostén moral de esta poética.
Villena califica la poesía de este poeta maduro de una generación inmadura, según él, de "clara y rotunda, porque está llena de emoción, de idealismo, de clasicidad y de ternura". Y de "límpida", "muy religiosa y profunda" y también de "apasionada" (que "se cumple en la pasión del verso"). Y ello, insistimos, sin olvidar los votos de la vida monástica. De hecho, el autor de Hymnica se pregunta si estamos ante una "nueva poesía cristiana".
"Amar y ser son actos coexistivos", dice el poeta con el teólogo Hans Urs von Balthasar y luego alude a "la eterna profesión de amar en balde", en "Castidad".
Hay en el libro poemas preciosos, como el franciscano "Un hombre entra en la nieve", "Cuarenta", "Poética" "Elegía" y "Responso" (dedicado a los enfermos de sida con los que trabajó como voluntario, nos explica, y a los presos de la cárcel de Topas, donde también estuvo), etc. Prefiero, eso sí, los de la primera parte.
Elocuentes versos los de Praena, escritos -o eso parece- en estado de gracia: "Se dice en esa carta que el amor / cubre la multitud de los pecados. / Y esa es la verdad." O: "Afirmo que el amor son las palabras. / Que no existe el amor si no se dice". O: "Mi vida transcurrió sin ser mi vida", algo que podría, siquiera a ratos, proclamar cualquiera. "Tan sólo soy un hombre, apenas nada", leemos en otro sitio. Y, en fin: "Aquel que no fue amor, no es ser ni puede serlo".
En el parte final dedica unos emocionantes poemas a su padre y a su madre: "Patria", "Melocotones". Con su infancia al fondo. Y a su hermana ("Volver") y a su adorado sobrino Enmanuel.
"No pasaré de nuevo por la vida, / lo sé, / así es que dejo la palabra / por amor", escribe en el último poema del libro, "Para ser sincero". Y un hondo canto al amor y a las palabras es este libro que vuelve a aparecer fresco, limpio y cercano, como recién nacido.