28.2.14

Felipe Núñez: Obras

Ya ha salido Obras, la poesía y prosa completas de Felipe Núñez (Plasencia, 1955). Publica la salmantina Editorial Delirio.



Sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar.
                                                       Samuel Beckett

Releo estos viejos escritos míos y observo algo con disgusto y vergüenza: demasiado a menudo manifiestan incomodidad con su propia existencia. Amenazan una y otra vez con «el abandono y el borrado», y al respecto se interrogan enfáticamente sobre si resultaría más radical el uno o el otro. El simple abandono –afirman– es radical por cuanto no añade gesto. Pero el gesto del borrado, a cambio, es más drástico siempre que sea irreversible.

Pues bien, ni abandono ni borrado. Muy al contrario, estos viejos escritos vienen aquí a insistir y reincidir.
Busco excusas para tal contradicción y solo se me ocurre una, y no muy buena: paradójicamente, quizá fuera modestia y no alarde la reedición de estos escritos, un poco al estilo de Sem Tob de Carrión, quien alegaba que si teñía sus canas era para no engañar, esto es, para no mostrar, canoso, una falsa apariencia de juiciosa senectud. Paralelamente, si yo consiento y promuevo la presente reedición, es para evitar y evitarme el gesto altisonante de oponerme. Porque, releyendo, también advierto con pena cuánto abundo en tales gestos estridentes. Abunda en mis escritos el timpanismo y escasea la matidez, por usar una de esas metáforas médicas que tan caras me son. Ya no hay remedio.

En cuanto al nombre que reúne estos textos, Obras, debo su forma final al valioso consejo de Ada Calvo. El singular, Obra, parecía demasiado pretencioso. Obra lo es la cervantina, por ejemplo. Y en cuanto a la compleción o incompleción de tales Obras, también es prudente dejar el asunto indeciso.

Desde la distancia, si tuviera que emitir un juicio sumarísimo, diría, parafraseando a Bartleby: «preferiría no haberlo hecho».

Villamayor, 13 de abril de 2013

Una portada


27.2.14

Hernández Zurbano dixit

Salvador Vaquero sigue con su serie de entrevistas para El Periódico Extremadura y el pasado sábado le tocó el turno a la poeta Carmen Hernández Zurbano, según ella, "una chica de pueblo" (ya ven la foto), eso sí, con tres libros, ni rurales ni torniegos, a sus jóvenes espaldas: Géiser (2011), La felicidad lingüística (2013) y ¿Eres okupa? (2013), premio El Buscón, el único de los suyos que aún no he leído. 
Vaquero le pregunta: ¿El escritor debe estar al margen de la política o la escritura puede ser un arma de compromiso? Y Zurbano responde: "Lo escrito después de su publicación es siempre, sea o no su intención, un arma política, en cuanto que palabra que se hace pública y que proviene de un sujeto en un determinado contexto fruto de un determinado devenir histórico. Todas las personas deberíamos comprometernos, y más en estos tiempos que corren. Nada de profesionalizarse como intelectual -entendido a la manera clásica- que no se "mancha las manos" con la práctica política, nada de profesionalización de los políticos que no tienen otro trabajo que les mantenga y les ancle a la realidad, y defienden sus escaños como gato panza arriba diciendo mentiras".
¿Existe machismo en el mundo de las letras?, inquiere el novelista placentino, y ella contesta: "Es evidentísimo. Con el mundo de las letras supongo que te refieres a la literatura. Sí, claro, en el número de hombres que trabajan y han trabajado en este campo respecto del de mujeres, echemos un vistazo al canon, eso es lo más evidente. Pero hay otro gran problema para mí -ampliando el significado de "letras"- y es la masculinización del conocimiento: yo he aprendido una medicina, una antropología y una teoría de la literatura absolutamente masculinizadas en la universidad, de las que la mujer está prácticamente ausente, en el lenguaje, por supuesto, pero también como objeto de estudio. El conocimiento legítimo y los modos en que se transmite son sin excepción masculinos".
Vaquero le pide también una reflexión ante la vida. "¿Es muy raro vivir, no?", deja caer Zurbano.

26.2.14

Tres libros del sur

Juan Carlos Rodríguez Búrdalo (Cáceres, 1946) publicó en 2006 su poesía reunida bajo el título La luz ardida. Desde entonces no ha dado a la imprenta ningún libro inédito. El que sale ahora bajo el sello del Instituto de Estudios Almerienses, Bóveda y estribo (Poesía escogida), es una antología realizada por el poeta granadino Rafael Guillén que, como reconoce en el brevísimo prólogo, se ha dejado llevar por su gusto a la hora de seleccionar los versos de Búrdalo. Éste echa mano del título de otra antología, del portugués Fernando Pinto do Amaral, para definir su poética: Exactamente mi vida. Como Llop, al que cita, no entiende la poesía sin biografía.
El volumen incluye diez poemas inéditos, algunos relacionados con el paisaje almeriense. No en vano su familia (algo que uno desconocía) procede de Tabernas. 
Tomás Rodríguez Reyes (Sanlúcar de Barrameda, 1981) se estrenó como poeta (sobra el "acaso" en la nota de la solapa) hace cuatro años con un libro titulado El huerto deseado. Ahora vuelve a La Isla de Siltolá con El umbral de piedra, un libro, según creo, más maduro y hecho que el anterior por más que su mundo y su tono sigan siendo los mismos. Las referencias a María Zambrano y Antonio Colinas, maestro dilecto, las más veladas a JR, a la Filosofía (en especial a la clásica) y a la Música (que escribo también deliberadamente con mayúscula), además de a ciudades y escritores italianos, no dejan lugar a equívocos. Poesía grave, la de Rodríguez Reyes, ajena a ironías o anécdotas, meditativa, honda e inspirada, atenta a lo que importa, donde la presencia de la Naturaleza es esencial. 
Quien, acaso, más ha creído en él (en su poesía, quiero decir), el inquieto editor Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964), vuelve a entregarnos una antología de su obra que lleva por título un verso de su admirado Nicanor Parra: Por complacer a mis superiores. Editada por Poesía en tránsito de Ediciones en huida, nos ofrece la doble posibilidad de leer o releer poemas ya publicados en libros o plaquettes y la de degustar inéditos, que en número de seis aparecen al final del florilegio. 

25.2.14

Abuelo

Lo de ayer fue un golpe bajo. Uno de mis alumnos de 6º se dirigió a mí, para preguntarme, llamándome abuelo. Fue sin querer, lo sé. Pasa mucho tiempo con el suyo y... Hasta ahora, uno ha sido confundido con papá y hasta con papi o papa, pero esto... Menos mal que con quien me ha confundido es un tipo excepcional al que aprecio desde hace muchos años. Ya quisiera uno, sí, ser como el abuelo Nando. 
Ay, Gonzalo, y luego te quejas...

24.2.14

Una matización

Eduardo Moga me escribe para puntualizar algo sobre mi entrada anterior, donde dije que González-Ruano era "un escritor muy lejano sin duda a sus intereses". Le he pedido permiso para traer su comentario aquí:

Querido Álvaro:
Una matización. César González-Ruano me interesa mucho: como poeta, es autor de una obra permanentemente vanguardista, de la que me siento muy cercano. Como diarista y memorialista, es uno de los mejores escritores españoles del siglo XX: su prosa es un prodigio de limpieza y precisión, y su mirada es tan inteligente como, a menudo, desvalida. El Ruano al que me siento completamente ajeno es el Ruano político, aristocratizante, monárquico y fascista, y, por supuesto, al que se dio a tejemanejes inmundos en el París de los nazis. Todo lo que acabo de decir admite, a su vez, matices, pero es, en esencia, lo que pienso. Y lo digo a beneficio de inventario.

Abrazos gigantescos.
Eduardo.

Revistero

Cuadernos Hispanoamericanos afina aún más su cambio de imagen y logra que el lector se sienta definitivamente cómodo entre sus páginas. En la entrega que lleva el número 764, ahí es nada, publica un extenso ensayo de Eduardo Moga sobre la poesía y la vida de César González-Ruano, un escritor muy lejano sin duda a sus intereses (y que le ha acarreado una agria polémica con el editor y poeta Abelardo Linares); otro de Noemí Montetes sobre la presencia de Vallejo en Rosales; un diálogo entre Victoria Camps, Eduardo Mendoza y Víctor Gómez Pin; una entrevista de Carmen de Eusebio con Leonardo Padura; y artículos varios, como uno de Jesús Aguado sobre el último libro (premio Quimera) del citado Moga, otro de Julio César Galán sobre los pájaros en la obra de Rosillo y otro más sobre "la fe rebelde" de Bergamín a cargo del prolífico Mario Martín Gijón. 
Precisamente del profesor de la Universidad de Extremadura hay un ensayo en el número 109, que tampoco está mal, de Clarín. Sobre "la idea comunista" en Alberti, Rejano y Herrera Petere. Además, textos la mar de interesantes como el dedicado por Javier Almuzara a la lírica griega arcaica y la vigencia de las ruinas, que incluye una breve antología de versos; una entrevista a José Avello, autor de dos novelas, viajero en Guinea, profesor y compañero de generación de Puértolas o Millás; un bonito poema de Trapiello, "Niño en un carro de heno", donde evoca su infancia leonesa; unos fragmentos, aforismos y anotaciones de Baquero Cruz que me han gustado especialmente; una aproximación al vallenato; un diario de viaje por Paraguay que firma Cristian David López; unas palabras del pintor Eugenio Benet sobre Juan Benet, a propósito de unas jornadas en Región, organizadas por la UNED, dedicadas a su señor padre; otras de Luis María Marina ofrecidas a Nuno Júdice, con motivo de un homenaje al poeta portugués por la concesión del Reina Sofía; y, cómo, el consiguiente puñado de reseñas habituales. 
Mención aparte merece, a mi modo de leer, el "Taller diario" de Martín López-Vega, ya instalado en Iowa, donde vuelve a demostrar su capacidad de análisis, sus amplias erudiciones, sus interesantes descubrimientos poéticos, así como su capacidad para la ocurrencia y su razonada mala uva. Con el celebrado JRJ, pongo por caso, a quien, por mucho que lo intente, nos confiesa, no acaba de tragar. Si el de Moguer viviera... O si mi paisana, al hilo, se enterara... Muy divertido, sí. Y bromas aparte, tan ilustrativo y didáctico como siempre. 

23.2.14

La luna en verso

Así se titula una antología publicada por El Torno Gráfico Ediciones para conmemorar la primera Noche en Blanco de Granada, una ciudad que aspira a ser nombrada Capital Mundial de la Poesía
La selección es plural y los poemas, esa era la clave, tienen relación con la noche. 
Francisco Acuyo se ha encargado del prólogo: "Una reflexión sobre la lógica simbólica de la noche", y entre los poetas encontramos un poco de todo, de los más conocidos a los muy desconocidos, al menos para mí. Es de destacar que algunos poemas sean inéditos (los de Luis García Montero, Vicente Gallego y José Luis Rey, por ejemplo). 
Sólo de una persona hay más de uno: María Victoria Atencia, algo que cualquiera, lector o poeta, disculpa encantado. Y otra curiosidad: "La noche", un poema firmado por Juan Carlos Pérez Mestre. 
En cuanto a uno, el poema elegido es "Nocturno", cómo no, y pertenece a Ensayando círculos:

NOCTURNO

Alguien, en un gesto usual, mira la luna.
Bajo los soportales, al acecho,
le dirige algo más que una mirada.
Pudiera parecer que hasta le hablase.
En la plaza, su círculo refleja
una luz muy precisa, ni siquiera alterada
por el sobrio alumbrado
de unas cuantas farolas.
Alguien —fijamente, y a ratos—
mira al cielo. Repite
un acto acostumbrado. Es ancestral,
acaso, o anacrónico;
mas no por eso menos necesario.
Esa luna está ahí y siempre ha estado
y el hombre que la observa es cualquier hombre.
Inmóvil, bajo arcadas, se pregunta.
Ahora el referente es ese astro. En él
se fija el tiempo y el espacio.
Por un momento —a modo de esperanza—
concilia al fin mirada y pensamiento.
Su fijeza es el móvil. La noche, su coartada.

22.2.14

En el Annapurna

© Ricardo Jiménez
Ya ha dicho uno más de una vez -nos repetimos- que le gustan las montañas, tal vez porque mi ciudad natal (y vital) está al pie de ellas, al lado de sierras que son, a su vez, estribaciones de Gredos. Aunque uno deportista no ha sido nunca, de muchacho practiqué el montañismo. Se podría decir que una de mis frustraciones es la de no haber llegado a ser el montañero que soñé. Que aún sueño. Por eso, entre otras razones de índole literaria, me ha gustado tanto el libro del poeta venezolano Igor Barreto (1952) que mi amiga Marina Gasparini (caraqueña en Venecia) ha tenido a bien enviarme. No se imagina cuánto se lo agradezco.
Su título exacto: Annapurna. La montaña empírica (Fábulas de un funcionario). Lo publicó Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro (de San Fernando de Apure) en enero de 2013, hace ahora un año. Lleva fotografías de Ricardo Jiménez. 
El asunto es sencillo: un funcionario viaja a la cordillera del Himalaya, pero con Google Earth. Se va hasta esa montaña maldita (donde mueren seis de cada diez de los que intentan ascender a su cima) al tiempo que sumamente hermosa, como suelen serlo esos lejanos ochomiles de leyenda.
Los poemas, de tono narrativo, tienen que ver con distintas aventuras allí acaecidas, de expediciones míticas, como la de Maurice Herzog, el primero en hollar esa cumbre. Con sus penalidades y triunfos. Y con la vida cotidiana de quien observa a través de la pantalla del ordenador ese mundo inhóspito de alturas y hielo donde siempre ronda la muerte. El contraste es brutal. Del llano venezolano a las montañas más altas de la Tierra. Del calor al frío. De una sociedad crispada a un territorio donde la compañerismo es básico. 
El propio Barreto ha indicado que "esta vez busqué retratar la espiritualidad occidental que la considero compleja y mundana". También ha confesado que "lo escribió como una manera de escapar del horror burocrático al que lo confinó este gobierno por no mostrarse adepto y genuflexo": “Yo estaba sobre el Annapurna y su peine negro y blanco / o quizás en mi oficina con los ojos congelados en la pantalla del ordenador. / Hui a 10.000 a 20.000 m de altura y me aparté hacia el estancado / desierto del Paquistán: o era mi rostro sobre papeles administrativos / y la tarde alcanzada en los informes.” 
Sí, con este libro Barreto ha ideado una metáfora a la altura de su expedición himalaya. La falta de respiración no está sólo relacionada con la altura. 
En algunos poemas aparecen codas (un haiku, una sentencia, una canción, una frase...) que enriquecen aún más lo que de sugerente tienen unos versos que parecen escritos por alguien que en realidad ha estado allí.
Termino con una buena noticia: Marina me anuncia que a mediados de año la editorial Pre-Textos tiene previsto publicar la poesía reunida de Barreto. Otra expedición que no me pierdo. 

Machado, 75

Tampoco olvida uno a Antonio Machado, hoy que se cumplen 75 años de su muerte.

"Hacedme 
un duelo de labores y esperanzas. 
Sed buenos y no más, sed lo que he sido 
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido."


De "A Don Francisco Giner De Los Ríos". Con Fernando.

21.2.14

El paraíso perdido de Raine

Adiós, prados felices. (Memorias 1973) es el primero de los tres volúmenes de memorias que Kathleeen Raine (Londres, 1908-2003) agrupó bajo el título Autobiographies.
Sus traductores (conviene destacar la brillante versión) han sido Natalia Carbajosa y Adolfo Gómez Tomé, responsable de la antología Poesía y Naturaleza, una de las escasas muestras de la obra de Raine en España.
El libro incluye un prólogo en clave personal de Benito Estrella que desvela no pocas de sus claves. En cuatro capítulos, que él denomina “el exilio, la naturaleza, la tradición y la visión poética”, Raine rememora, en un lenguaje decididamente poético, su infancia, “verdadera patria de origen”  y, más allá, la pérdida de ese Edén. “Pisa un terreno sagrado”, precisa Estrella, que también nos advierte de la “visión sagrada o divina de las cosas” que late en su poesía. La de alguien que es “plenamente consciente del fin de un mundo”. No duda en afirmar que estamos ante un valiente “testimonio de autenticidad, veracidad y rectitud” que, como también señala, costará ser leído “en moderno”.
De Milton procede el título y los versos que abren cada uno de los capítulos.
Aunque nacida en Ilford, un suburbio de Londres, sus primeros recuerdos pertenecen a Bavington, en Escocia, tierra natal de su familia materna. En su vida, y en su obra, todo va a ser una lucha entre Bavington e Ilford, donde se irán definitivamente a vivir, o lo que es lo mismo: entre su padre y su madre y sus distintas, contradictorias, visiones del mundo. Bavington es, claro, el paraíso perdido e Ilford el infierno por sufrir. Bavington es el lugar, con su identidad y su alma, su genius loci. “El lugar de nuestra felicidad”. Un lugar inviolado, dice ella, que se identifica con la Naturaleza. “Yo vivía en un mundo de flores”, escribe, entre “armonías en miniatura”. En los Cheviots, “las colinas salvajes”. “Al norte del muro de Adriano”, en “Scotia irredenta”. En medio de su gente (la de “mi madre”), sujeta a un tiempo legendario de clanes y baladas. “Fuera del tiempo o del cambio”, en “lugares perdurables y continuos”. En “el lugar de la poesía”, una tradición, que ella asocia a su madre, “a la que debo la felicidad de mi infancia”, que protegió “mi santuario de soledad en aquellos años de mi primera infancia”. “La poeta en mí es la hija de mi madre”, concluye. En Northumberland estaba “la poesía de la vida”: la tía Peggy, el invierno, los campos, la escuela, el pozo, la lengua familiar, el toro, las flores, los gatos, Sally Walton... Y la imaginación, los sueños y la fantasía. También “la austeridad  y la sencillez”, cuestión de estilo no de principios, “la tarea y el placer”. “La sutil belleza”. El arraigo, “la sensación de tener un lugar en la tierra al que verdaderamente perteneciera”. Todo era entonces “seguro y familiar”. Pero eso cambió para nunca volver. “Nuestra mayor aflicción es vivir exiliados del Edén”, dice Raine, y a ese exilio, ya permanente en su vida, encaminaron sus pasos.
Hija de padre metodista y madre calvinista, todo en su infancia giró en torno a la religión. El primero, frustrado campesino y maestro de escuela, devuelve a la familia a Ilford, en Essex, donde el desarrollismo, que ella asocia a destrucción, campa a sus anchas. Allí, “el ser mezquino, carente de sentido y vulgar, era el hombre”. Gente que no es “de verdad”, que llega sin pasado ni identidad. Reacciona contra lo que su padre, socialista utópico, defensor de la educación y del futuro, entiende por “progreso humano”. Contra lo igualitario. “Vi una desolación creada adrede”. La que viene de la mano del coche y la televisión.
La madre “se encerró en sus sueños y en sus flores”. Creía que estaba allí de paso. “Extranjera y huésped” en ese mundo. Ni ella ni su hija querían vivir en “la sociedad ideal de mi padre”. La lengua y la cultura eran su “barrera protectora”, lo que las “singularizaba”. A falta de naturaleza, Kathleen se dio a los “mundos diminutos” de la botánica.
Llegó después Roland Haye (más que amor, conversación, música y libros: “una epifanía”), Cornualles y Francia, y Le Pouldu y Bretaña y M. d’H., “mi primer maestro”, que deseó para ella “un destino alado”; como ella, un ser sufriente “consecuencia automática sobre quienes asumen, como propio, vivir  en plena consciencia las experiencias de la vida”.
Se queda el lector con ganas de más. Y no por falta de intensidad. Ojalá se publiquen las siguientes entregas de esta vida singular y bien escrita como pocas.
  
Nota: El libro ha sido publicado por Renacimiento. Esta reseña se publicó en el número 363 de la revista Quimera.

20.2.14

KG, ¿cínico o visionario?

Goldsmith por Pascal Perich
¿Qué clase de poeta es Kenneth Goldsmith?, le pregunta Eduardo Lago -para El País- al neoyorkino (1961), Poet Laureate del MoMA y fundador de UbuWeb, a lo que éste responde: "Soy un poeta contemporáneo. La poesía hoy adopta formas que antes era imposible sospechar que pudieran llegar a existir. Hay poetas que inoculan palabras en las estructuras del ADN; poetas que hacen películas que funcionan como poemas; poetas que transcriben documentos legales. La poesía es un espacio muerto del que hay que apoderarse, y el lugar donde hay más posibilidades es la Red. En realidad, siendo rigurosos, la misión del poeta hoy es no escribir poesía".
Y más adelante: "Nuestra relación con el lenguaje ha cambiado y, como consecuencia de ello, ha cambiado nuestra relación con la lectura y la escritura. Con el bombardeo de información a que estamos sometidos, nadie es capaz de mantener la atención fija durante mucho tiempo. El déficit de atención es una nueva forma de vanguardia. En un contexto de hiperabundancia textual, carece por completo de sentido infligir nuevos textos al mundo. Lo que considerábamos que era nuestra propia producción es algo tan minúsculo e irrelevante en el océano de la textualidad digital que ¿qué nos podemos proponer? ¿Añadir una gotita más a ese océano o intentar sacar cubos gigantescos llenos de un material tan rico como el agua y verterlos en otro tipo de contenedores? En mi opinión esa es la tarea a la que se enfrentan los jóvenes escritores."

19.2.14

Diario extremeño

Me entero por Mario Martín de que en Cajón de sastre, espacio misceláneo de autores de la editorial Pre-Textos, se han publicado las anotaciones inéditas que, bajo el título Notas de un diario extremeño, Peter Sloterdijk envió a su amigo Isidoro Reguera tras un breve viaje por Extremadura. Traductor de una parte importante de su obra, el propio Reguera se ha encargado de verterlas al español. Inéditas en nuestra lengua, sólo una parte se incluyó en su diario Zeilen und Tage (Suhrkamp, 2011).

30 de octubre. Plasencia
En la iglesia que hay junto al Parador puede verse una exposición de pasos, figuras procesionales de tamaño natural que en Semana Santa llevan por las ciudades penitentes encapuchados. Todas ellas muestran en un estilo estridentemente realista escenas de la Pasión de Cristo. Es obvio que están inspiradas por una afición a los cadáveres y que las exalta un entusiasmo por la tortura. El turista de zonas nórdicas no puede menos de plantearse la pregunta de si el sur y el oeste español no siguen siendo enclaves del masoquismo metafísico. Aquí se respira el aire del dolorismo español y se adivina algo de la disposición al sufrimiento de hombres de la provincia profunda, que tienen todavía cabezas de lansquenetes y conquistadores y hoy se las arreglan más mal que bien como peones y abastecedores. El dolorismo es el heroísmo de los defraudados por la aventura. Pertenece a los secretos de la masculinidad española que en relación a Dios todos los creyentes sean mujeres.

ART opina

En efecto, Antonio Rivero Taravillo publica una entrada en su blog titulada "Una reparación" donde reflexiona acerca del regreso de la crítica de poesía al suplemento ABC Cultural. Que uno recuerde, fue el único que llamó la atención, hace unos meses y negro sobre blanco, sobre aquel doloroso vacío. Por lo que a uno le toca, gracias. 

18.2.14

El cuaderno de la ceniza

Así se titula el librito o la plaquette, no sé como denominarlo, que Juan Ignacio González acaba de publicar en la colección Heracles y nosotros de Gijón, y que inaugura su Segunda Época. "La colección de cuadernos donde Fernando Menéndez, Jaime Priede o yo mismo velamos nuestras primeras armas literarias", dice Jordi Doce, otro gijonés de pro, para el que "Nacho" fue una persona fundamental en aquellos comienzos. Ahora se explica uno algunas cosas. Con todo, no recuerdo haber leído antes nada suyo. En su Facebook dice que nació en Seana (Mieres, Asturias) en 1960 y que desde 1972 reside en Gijón. También que fue cofundador del grupo poético Cálamo (de ello habla tambien J12). 
En el ISBN encuentro que ha publicado dos libros: Otros labios, acaso (1985) y Amor, en la marea de tus ojos (2012). Y, por fin, lo que importa, que los pocos poemas que reúne en El cuaderno de la ceniza son dignos de haber sido publicados y, por eso, uno se alegra de haberlos leído. 
No es González, se nota a la legua, un primerizo, más allá de cuántos libros haya dado a la imprenta. Sabe lo que se hace, hasta donde eso es posible en poesía sin caer en la impostura. Sus versos suenan altos y claros, con una mezcla de épica y de lírica donde, a mi modo de ver, reside su mayor atractivo. Sí, me gustaría escucharlos en voz alta. Les va, me parece, una voz grave. Del norte, si se me permite el tópico. Porque a norte y a brumas me suenan. Y qué bien: su ritmo es impecable.
He aquí un joven poeta (¿dónde reside la edad del que escribe?) y un puñado de poemas que a uno le dejan con ganas de más. De un libro tan hermoso como este cuaderno. 

17.2.14

Miguel d'Ors en el Aula

La próxima sesión del Aula de Literatura José Antonio Gabriel y Galán estará a cargo del poeta Miguel d'Ors. Como de costumbre, la lectura abierta al público en general será mañana martes, día 18 de febrero, a las 20:00 horas, en la Sala Verdugo (antigua Aula de Cultura de Caja Extremadura). Al día siguiente, miércoles 19 de febrero, el autor visitará el IES Valle del Jerte, en un encuentro con alumnos de los seis institutos placentinos.

Oasis

La extensa entrevista publicada ayer por ABC donde el periodista Sergi Doria conversa con el novelista vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu, flamante premio Biblioteca Breve de Seix Barral, se cierra con la siguiente pregunta:
–¿Poetas españoles predilectos?
–Sin duda, Eloy Sánchez Rosillo y Álvaro Valverde. Hay buenos escritores de poesía, pero ellos son algo más.
Dicen que en toda travesía del desierto hay oasis. Al parecer es cierto. El viajero descansa unos momentos bajo las palmeras y bebe agua limpia y fresca de un pozo mientras intercambia unas palabras con otro caminante que va en otra dirección. Al cabo de un rato, uno dice: "Seguimos". Y los dos vuelven a la arena. 

16.2.14

Os debo una explicación

Ayer sábado publiqué mi primera reseña en ABC Cultural. Sobre los poemas de Hugo Mujica. Espero que no sea la última.
A finales de año me llamó Fernando Rodríguez Lafuente, director del suplemento, y me propuso que me ocupara de la crítica de poesía tras la marcha de Luis García Jambrina. Acepté. Es un reto, sí, y una responsabilidad, sin duda, pero también un honor. He echado mis dientes poéticos leyendo esas acreditadas páginas donde, por cierto, uno ha sido siempre bien tratado; páginas en las que trabajan personas a las que respeto, como Laura Revuelta, redactora-jefe, Javier Díaz-Guardiola y Antonio Fontana, sin olvidar a Carmen Rodríguez Santos y a amigos como Juan Malpartida.
No sin miedo, dichosas comparaciones, pensé de inmediato en antecesores ilustres en esa tarea, como Víctor García de la Concha, Miguel García Posada o Florencio Martínez Ruiz. Y, cómo no, en Luis Alberto de Cuenca y Jaime Siles, dos maestros. 
De esa llamada, alguna culpa habrá tenido lo que uno viene haciendo en este rincón. Una línea que espero seguir. Allí y aquí. 
La discreción me han impedido hablar con nadie de este asunto. Al menos hasta que cuajara, como parece. 
Dure lo que dure, si dura, intentaré no defraudar a los lectores de poesía. Pocos, sí, pero exigentes y selectos.
Ahora le toca a uno ejercer eso que llaman, que llamamos, crítica responsable. Complicado lo tengo, bien lo sé. Seguimos.

15.2.14

Carta de Don Benito

¡Qué caras de circunstancia siempre en las mesas de las lecturas y las presentaciones! Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. La de ayer fue una noche casi perfecta y uno estaba razonablemente feliz. Un puñado de amigos (Juan Ricardo Montaña -uno de los tipos más elegantes que conozco, en todos los sentidos-, Antonio María Flórez -fotógrafo de guardia, tan cercano-, Octavio Escobar -el escritor colombiano, de gira por España, ya un viejo conocido-, Teresa Gúzman -más joven que nunca, compañera de colección lunera-...), una sala confortable (diseñada por Moneo) casi llena de público (eso que no existe en poesía) e incluso autoridades: el alcalde, Mariano Gallego (no recuerdo haber visto a ninguno en una sesión del Aula placentina), y el incombustible y cordial concejal de Cultura, Manolo Núñez. Conmigo en la mesa, mis anfitriones: José Carlos García de Paredes y Simón Viola, los directores del Aula Guadiana de Don Benito. 
A última hora de la mañana tuve un encuentro distendido y animado con alumnos del Claret y del IES Donoso Cortés. Eran de 1º de Bachillerato. Patricia me confesó, cuando le firmaba el cuadernillo, que no se había aburrido. La altísima Mihaila, que es rumana pero parece rusa, asintió. Y Jonás. No es poco.
Mención aparte merece la comida, en el aéreo restaurante del hotel Quinto Cecilio de Medellín. Frente al castillo y el recién restaurado teatro romano, sobre el viejo puente, que no daba abasto para recoger entre sus arcos de piedra las aguas de un Guadiana impetuoso y desbordado. Qué paisaje -media provincia de Badajoz y parte de la de Cáceres se ven desde esa atalaya- tan distinto al que uno suele contemplar cada día, y eso que el pobre Jerte lleva semanas con aspecto de río europeo. 
Otro tono tuvo la sesión vespertina. Pocas veces, lo confieso, me he sentido tan a gusto leyendo poemas. Uno de cada libro (y de algunos ni eso). Un par de inéditos y el último que he escrito. En medio, algunos comentarios acaso pertinentes y, por qué no, alguna maldad y otras anécdotas. Después hubo debate, cosa rara, y las preguntas no fueron las de siempre. Se ve que donde se siembra cultura los frutos acaban, más pronto que tarde, recogiéndose.
Fue salir de allí, coger el coche y volver a casa. Lo normal. Desde Miajadas, bajo la lluvia. Pertinaz, cansina. La autovía estaba peligrosa y, a ratos, en vez de en coche diría que iba en submarino.
Ya en la cama, me costaba conciliar el sueño. Demasiadas emociones. ¡Dichosa poesía!

14.2.14

Cuaderno Ático, 3

Ha salido el número 3 de Cuaderno Ático, la bonita revista que dirige Juan Manuel Macías.  
Colaboran: Victoria León, Jordi Doce, Carlos Fernández López, Begoña Callejón, Javier Sánchez Menéndez, Aitor Francos, Luis Artigue, Mario Domínguez Parra (que traduce a la griega Katerina Anghelaki-Rooke), Jorge Ortiz Robla, Teresa Domingo Catalá, Agustín Calvo Galán, Andrés Catalán (que traduce al estadounidense Robert Hass), Eduardo Moga, Javier Gil Martín, Olga Bernad, Javier Pérez Walias y Mezouar El Idrissi, que vierte al árabe un poema mestriano del extremeño.
También se incluyen tres fotografías de Manuel Chaín Pérez.

13.2.14

La poesía de GHB

Miguel Ángel Lama ha publicado en su blog dos entradas muy interesantes. En la primera vuelve sobre la poesía de GHB y a su primer libro publicado, Certidumbre de invierno. Ya he contado alguna vez que en mi corta vida de editor logré arrancar a Bayal un feliz compromiso que quedó, ay, sólo es eso: reunir toda su poesía en un libro. Como Lama, creo que en él hay un poeta, lo que se demuestra al leer sus novelas y relatos. 
En la segunda, publica el cancionero disperso en su última entrega, La sed de sal. Ya puestos, el profesor de la Universidad de Extremadura debería recopilar, poco a poco, los versos que aparecen en otras empresas narrativas. Como puede que en un previsible futuro alguien culmine la mencionada iniciativa, estas coplas o canciones podrían incorporarse a esa poesía completa. Siquiera como contrapunto juguetón y gramatical.

12.2.14

Presentación


Mañana jueves, 13 de febrero, a las 20 horas, se presenta en el Palacio de Isla de Cáceres (Plaza de la Concepción) el último libro de Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, Bóveda y estribo
Se trata de un volumen antológico de su poesía. La selección corre a cargo del poeta granadino Rafael Guillén y ha sido publicado por el Instituto de Estudios Almerienses.

11.2.14

Mateos o la fragilidad

José Mateos (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1963) es un poeta singular con una obra hecha y derecha, uno de esos letraheridos que viven alejados y en provincias, lo que ahora se suele denominar "periferia". 
En 2013 publicó su último libro de poesía, Cantos de vida y vuelta, un título a lo Rubén que encontró perfecto acomodo en la La Cruz del Sur (Pre-Textos), y recientemente uno de aforismos (donde la poesía también abunda), Silencios escogidos, en La Veleta (Comares) donde ejerce también como tipógrafo Andrés Trapiello. 
No ha seguido uno al detalle la carrera de Mateos, lo que no obsta para afirmar, porque he leído bastante, que su obra está entre las más altas de su promoción, que es la de uno. Basta con mencionar La niebla para sustentar una opinión, que, como todas, pretender ser personal. 
Me apresuro a decir que estos dos libros pueden leerse como uno solo. Quiero decir que participan del mismo mundo y de parecidas reflexiones y que están escritos en un período de tiempo semejante, o, si se prefiere, en la misma onda. El tono, que en esto es todo, es similar y la voz, sí, la de Mateos, reconocible. 
El de aforismos (a lo que se ve, una moda feliz ahora en España) se centra, entre otros asuntos, en Dios (una omnipresente omnipresencia, si se me permite el juego de palabras), la poesía, la vida y la muerte, la Historia y el progreso, la política, los libros y la lectura, la ciencia, el paso del tiempo, la enfermedad, el amor... 
En el prólogo (que se puede leer en el enlace del título) escribe Mateos: "Escribir aforismos -o escribir divinanzas, como a mí me gusta llamar a estos míos- presupone tener en muy alta estima las condiciones de quien nos va a leer, lo que no deja de ser un signo de cortesía y -quién lo diría en estos tiempos- de optimismo."
Escritos, como todo lo que Mateos escribe, "para el hombre solitario y exigente", deben ser degustados con la debida calma. Me da que la indigestión lectora (y, en consecuencia, de pensamiento) es el primer problema del que se acerca a este tipo de libros. Así, además, percibirá la hondura y lucidez de los mismos, algo que la prisa no permite. 
Tampoco recomendaría, con perdón, que sus poemas se leyeran de forma distinta. "Sin fragilidad no hay, no puede haber belleza", ha dicho, y un poco más arriba se refiere a ella como "la característica más esencial de la belleza". Porque estamos ante una escritura basada en la verdad, la bondad y, otra vez, la belleza, la fragilidad no falta. Al revés, de ahí el título de esta nota. 
Si en Silencios escogidos leemos "Cuando escribo un poema, saco a la luz lo que no sé de lo que sé", Cantos... se abre con el verso: "Lo que sé yo no sé por qué lo sé". A eso se dedica en el resto del delgado volumen y para ello utiliza poemas breves de apariencia clásica (fondo y forma) donde prima la rima y la regularidad métrica (atiéndase al título elegido). Son especialmente memorables los poemas que dedica a su padre y los de la serie "Noticias del diluvio". También, en lo más íntimo, "Un dibujo de enero", "Niebla en el jardín de otro" y "Ruinas de Bolonia". 
Como se nos advierte con pertinencia en la nota editorial, en este libro, "Mateos desarrolla dos tonos que ya había ensayado parcialmente en La niebla. Por un lado, el tono profético, que trata de limpiar la denominada “poesía social” de todos sus materiales perecederos y elevarla a otro rango. Y por otro, el tono visionario –dantesco– de los que han viajado al reino de la muerte y regresan para dar testimonio de la verdad que allí han encontrado". 
"La prueba infalible de la poesía es la vida de quien la escribe", dice Mateos. Y no creo que mienta, tal vez porque uno piensa lo mismo. Confieso que me gustaría saber más de la vida de este poeta, aforista, narrador y pintor, que uno intuye plena y hacia adentro. 
Para terminar, un deseo; ojalá no me alcance uno de sus aforismos: "Los contemporáneos siempre leen mal". Quiero creer que uno ha sido capaz de captar el valor de estos libros, por muy coetáneo suyo que sea.

10.2.14

Aramburu, Premio Biblioteca Breve

Queridos amigos:
Hoy, 10 de febrero, comparto una gran alegría: Fernando Aramburu ha ganado el prestigioso Premio Biblioteca Breve. Como sabéis, lo organiza la editorial Seix Barral e impresiona la lista de quienes ya han recibido el galardón: Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante, Juan Marsé, Luis Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Juan Benet, José María Guelbenzu, Jorge Volpi, Juan Bonilla, etc. Este año han participado casi mil novelistas (945, exactamente) procedentes de muchos países. El jurado ha sido también lujoso: José Manuel Caballero Bonald, Eduardo Mendoza, Pere Gimferrer, Carme Riera y Elena Ramírez (directora de Seix Barral).
Se ha transmitido la noticia a los periodistas. Habrá una fiesta con 250 invitados.
Conozco la novela, Ávidas pretensiones, muy divertida, la más CLOC de Fernando.
Un abrazo fuerte.
Zoki

Vuelve Bonnefoy

Cartier-Bresson y Bonnefoy/ M. Frank
Ya trajimos aquí atrás a este rincón al poeta francés Yves Bonnefoy, cuando estuvo en Guadalajara recogiendo el premio FIL. Ahora, Winston Manrique Sabogal, que estuvo con él en México, publica en Babelia de El País un extenso reportaje, algo más que una mera entrevista, donde recoge palabras del autor de Principio y fin de la nieve con motivo de la aparición en España, en el sello Sexto Piso, de su libro El territorio interior (qué hermoso título). 
Entre lo mucho digno de destacarse, copio este breve fragmento, siquiera sea porque es una de mis obsesiones favoritas, más si tengo en cuenta que dentro de unos días tendré que leer poemas a varios grupos de alumnos de Secundaria. Dice Bonnefoy: “Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema (el subrayado es mío) y esa reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía”. Es una de las claves, no me cabe duda. Muy importante. 

9.2.14

Una ópera prima

Que a uno le conste, salvo que consideremos el tango extremeño poesía (que a buen seguro lo es), esta es la primera obra lírica de Marino González Montero (Almaraz, 1963). Se titula Incógnita del tiempo y la velocidad y aparece, a los 50 de su edad, algo nada casual, en la colección que él mismo dirige, la emeritense de la luna libros
Lo primero que llama la atención es la potente cubierta del fotógrafo Pedro Gato. Por esa oquedad, entre esas ruinas, entró uno por primera vez en los poemas de MGM. Acaso por la devastación que representan, lo hice con sumo cuidado. Sí, la experiencia te induce a tomarte según qué lecturas con cautela. Y éste era el caso. Por la cercanía a su autor, editor de mi último libro, y, sobre todo, por su condición de maduro poeta primerizo. Esos temores se disiparon muy pronto. Tras leer los dos primeros poemas y aterrizar en el tercero, el que abre la primera sección del libro, "El espacio": "Paraíso ahora", con velado homenaje a nuestro Pablo Guerrero. Lo demás ya vivo rodado: Cáceres, los objetos, Sicilia (qué hermoso el poema "Octopus y La Gorgona"), el tiempo y el espacio (la Arcadia y las palabras) y el cuerpo, ese feraz territorio. En la segunda parte, "Partido por el tiempo" (continúa con la fórmula de la velocidad), hay homenajes explícitos a personas importantes en su vida. Así, Viñals, Carlos Lencero, Sánchez Matas o Marino González Montes, cazador, su padre, una figura clave para entender bien este libro, igual que su madre, en pleno duelo por su pérdida, a quien está, por cierto, dedicado ("Para mi madre estos días tan sola"). 
En "Es igual a la velocidad", el poeta, en medio del camino de la vida, medita sobre su humana condición y sobre sus circunstancias vitales. La marcha del padre y la del hijo, por razones bien distintas, las preguntas que la ciencia no desvela, los viajes que conducen, ente todo, a uno mismo, sitúan los ángulos de la citada reflexión. "Somos la incógnita de una incógnita, si acaso: / la tristeza de esta suma / que no acepta decimales", concluye. 
“No puedes hacer un poema si no estás tú detrás”, decía hace poco Pere Gimferrer en una entrevista. Uno también lo cree. Como, supongo, Marino González Montero, profesor, editor, escritor y ahora también poeta. Creo que se ha ganado ese título. Si algo queda patente en este libro, que no parece, comoquiera que se lea, una ópera prima, es que él está detrás de todo cuanto allí se dice y eso, sin ser garantía de nada, aquí lo es de todo. 

8.2.14

De novela

David Palma  / HOY













Los placentinos vivimos ayer una mañana intensa por culpa del presunto asesino Robles. Algunos, no creo estar solo también en esto, sentimos que, siquiera por un rato, estábamos viviendo en la última novela de Gonzalo Hidalgo Bayal. Por el asunto, el zotalito ese, los parajes (por los que uno pasea cada tarde) y, en fin, cuanto venía sucediendo. Sí, de sed de sal. 

Presentación


7.2.14

Desde Zaragoza

Prensas Universitarias de Zaragoza (PUZ) es la editorial de la Universidad de la capital aragonesa. La Gruta de las Palabras, su colección de poesía, dirigida por el escritor Fernando Sanmartín, está a punto de cumplir 30 años. El primer libro que publicó data de 1985 (el mismo en que uno publicó su ópera prima) y, oh casualidad, acaba de aparecer el número 85, Días animales, de Almudena Vidorreta Torres (Zaragoza, 1986), precedido de Memoria, de Fernando Ferreró (Zaragoza, 1927).
Lo primero que llama la atención es lo bonito que son y lo bien maquetados e impresos que están. Da gusto tenerlos en las manos. Más allá, son dos libros muy distintos. Por varias razones. La más llamativa, acaso, es la diferencia de edad entre ambos autores. La primera tiene la edad de mi hija (le saca un año) y el segundo, la de mi padre (que era dos años menor). El libro de Vidorreta es casi el doble de grueso que el de Ferreró. También los poemas del segundo son mucho más breves que los de la primera. De hecho, la poesía de Ferreró, al menos en este libro (el primero que leo de los suyos, mal que me pese), es precisa, exacta, concisa, sugerente más que explícita, con su puntito de sabiduría, lúcida y contemplativa. La vejez es su sustancia ("Ya todo me parece increíble", escribe). Bueno, tal vez sería mejor decir el paso del tiempo y la odiosa o feliz comparación entre lo que sucedió y lo que sucede, en buena parte ya previsto o presentido. Esto que digo me vuelve a dar la razón: cada vez lee uno versos de gente más mayor que, sin embargo, no lo parece. La última entrega de Julia Uceda, por ejemplo, un libro extraordinario del que ya hablaré.
Por su parte, Vidorreta (este es, a pesar de su juventud, su cuarto libro), practica una poesía más discursiva, con poemas más extensos, del "yo", diría, donde prima la temática amorosa y donde la voz, no se puede negar, es femenina, de mujer. Son poemas escritos, o eso creo, desde la inmediatez y su lenguaje es claro, directo y sencillo, por más que se aprecie un gusto especial por la expresión lingüística, por decirlo con sus palabras. Hay mucha reflexión sobre la propia escritura, algo normal en alguien que se dedica profesionalmente a la filología y escribe poesía.
De "una suerte de bestiario" ha calificado su obra Vidorreta. De amor ("la fuerza más poderosa del ser humano, que engloba en su ser todas las otras") y más.
Los dos autores, amén de paisanos (ella reside en Nueva York y él, profesor jubilado, suponemos que en su ciudad natal), son autores de la casa. Para Vidorreta este es su segundo libro en PUZ y para Ferreró el quinto, si no he contado mal. Dos obras y una colección a tener en cuenta.

5.2.14

Paddy

Que hay vidas y vidas lo demuestra la que tuvo Patrick Leigh Fermor (Londres, 1915- Dumbleton, 2011), que fue plena, larga, intensa y feliz como nos cuenta, y de qué precisa y apasionante manera, Artemis Cooper en su libro Patrick Leigh Fermor, una aventura. Ella le denomina Paddy, que es como le llamaban cuantos le conocieron. Para los griegos, Mihali. 
(Por cierto, la traducción es obra de Dolores Payás, autora de un librito delicioso: Drink Time! En compañía de Patrick Leigh Fermor.) 
La biografía comienza en Weedon Bec, el paraíso perdido de su infancia, donde estuvo mientras sus padres, Lewis y Aeyleen, permanecían en la India junto a su hermana Vanessa. 
Fue un niño difícil, algo gamberro, que planteó no pocos problemas de conducta y que pasó por centros educativos de todo tipo. En vano, pero sólo en el sentido práctico, pues se convirtió en un hombre curioso, amante del arte, las lenguas clásicas y la poesía, así como en impenitente lector. 
Hijo de padres separados, Paddy mantuvo con sus progenitores una relación también distante y complicada. La sensación de haberlos defraudado, una vez asumido su fracaso académico, le impulsó a abandonar el país para recorrer Europa a pie. Hasta Estambul; para él, Constantinopla. Entre 1933 y 1934 caminó desde Rotterdam hasta Las Puertas de Hierro como una especie de estudiante vagabundo. Son años decisivos, pero reconoció que apenas se dio cuenta de ello mientras recorría las orillas de Rin y del Danubio con unos pocos pertrechos (donde no faltaban las odas de Horacio) y la curiosidad infinita que le acompañó a lo largo de su vida: memorizando poemas, aprendiendo lenguas y canciones, investigando costumbres por los campos y ciudades de aquella Europa “eterna y culta” que tanto amó. 
Era el perfecto huésped, un tipo guapo, encantador, educado y divertido capaz de entretener a todo el mundo. Como explica Cooper, tenía un don: “conseguir que el prójimo se sintiera mejor”. La conversación estuvo en el centro de su existencia. Por eso le resultó fácil recorrer aquellos campos, de casa en casa, recibido con gusto tanto por campesinos como por aristócratas y diplomáticos, gente que, tras la guerra, desapareció del mapa para permanecer sólo en sus libros. Ya que los menciono: Un tiempo para callar (la vida monástica), El tiempo de los regalos, El árbol del viajero (el Caribe), Entre los bosques y el aguaMani, Roumeli… Mientras caminaba, “aprendía a escribir”.
En 1935 llegó por fin a Constantinopla, un viaje que, como el anterior, como todos los que emprendió, fue “una cadena de pequeños discursos de despedida”. Para entonces, “viajar se había convertido en una forma de vivir”. Y Grecia en su “meta real”. Allí se encuentra por primera vez con la realidad de la guerra. Esta vez la vio. Y allí pasa días felices, premonitorios, en el molino de Lemonodassos con una de las mujeres de su vida: Balasha Cantacuzene, una Wendy a la que acompañará a otro enclave emblemático: Băleni.
Con la llegada de la Guerra Mundial, Paddy se alista. Lo intenta en la Guardia Irlandesa y acaba en el Cuerpo de Inteligencia. Después de pasar por distintos destinos, termina en Creta como colaborador de la resistencia, donde vive su mayor aventura: la Operación Kreipe, el secuestro de un general alemán, que éste calificó como “hazaña de húsares”, y con quien Paddy recitó a Horacio. La heroicidad le valió la Orden del Imperio Británico y la eterna amistad de los cretenses.
La llegada de la paz está unida al nombre de Joan Rayner, el gran amor de su vida, “su imán”, de quien, a pesar de su nomadismo, sus problemas económicos y otros desvíos (hacia Diana Cooper, pongo por caso), nunca llegó a separarse. Un amor que tiene como núcleo la casa maniota de Kardamyli, bajo la luz mediterránea, entre olivos y al borde del mar. Su libro más duradero, según Betjeman.
Es imposible condensar aquí una vida tan rica. Una legendaria obra de arte. Ni citar a sus muchos amigos: poetas, gitanos, nobles, kapetans… Por suerte contamos con este libro y, claro, con los suyos, escritos en el extranjero (su patria), con extremo cuidado y a duras penas (Seferis lo llamaba penelopear), donde, desde su prodigiosa memoria, Paddy revive su itinerario vital. Solvitur ambulando, le dijo a Chatwin: se resuelve caminando, lo que siempre hizo.

Nota: esta reseña ha sido publicada en el número 362 de la revista Quimera.