23.2.23

Escribano lee "Sobre el azar del mapa"

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) es autor de más una decena de libros de poesía y está incluido en algunas de las mejores antologías de poesía española. Su último libro Sobre el azar del mapa, publicado por Tusquets, se presenta ante el lector modo de cartografía textual viajera, como si fuera un cuaderno de apuntes realizado durante la travesía, aunque su autor nos señala que su escritura fue posterior al viaje, siguiendo el hilo que le tendía, tiempo después, la memoria.
Estructurado en dos partes, “Cuaderno de Sofía” y “Cuaderno suizo”, cada una de ellas poetiza un recorrido. La primera está dedicada a la capital búlgara. La segunda está consagrada a las ciudades de Grandson y Ginebra. Dos travesías, también, a dos experiencias personales transformadoras. La vida como viaje, entendida por Curtius como una metáfora histórica, es uno de los tópicos que cruzan desde tiempos inmemoriales nuestra literatura. Este lugar clásico presenta, como fórmula derivada, la imagen del libro como camino, como espacio de crecimiento, puesto que, igual que todo viaje convierte a su protagonista en un Ulises que vuelve de él transformado, también así le sucede al lector de cualquier obra. De esta manera, Sobre el azar del mapa relata poéticamente el recorrido geográfico llevado a cabo por su autor, pero, al tiempo, regala a los lectores la experiencia profunda de asistir desde las páginas del libro a ese desplazamiento y, también, a la huella impresa y al aprendizaje adquirido por el escritor que, por derivación, también obtiene el lector.
La primera parte del libro está hecha de contrastes. Las descripciones no son cuadros quietos, sino que están cruzadas por la emoción y un pensamiento sutil que no juzga, sino que sólo contempla y deja que el lector comparta y sienta. El poemario refleja, así, una escritura limpia, una poesía deslumbrante en su verdad sencilla. Está cruzado por una forma de mirar intensa. Ya desde el primer poema, el sujeto lírico se encuentra con una mirada que le cuestiona: “los ojos de esa niña/ que ahora nos observa con tristeza/ desde el mural pintado en la fachada/ de una casa cualquiera de Sofía.” Igualmente, alguien desde un balcón se encuentra con los ojos del poeta: “alguien,/ asomado a un balcón, también te mira”, alguien en una calle los evita: “miradas que rehúyen/ la virtud del encuentro”. Toda la sensualidad de la que es posible una ciudad contribuye a dibujar el rostro de un lugar recién conocido, y acompaña al aprendizaje que supone el viaje, tamizado por la presencia consciente de cada estampa viva.
Con una escritura delicada, que parece que fluye, y con un ritmo melódico, que se ajusta a la mirada respetuosa y también piadosa de quien escribe, van dibujándose con palabras paisajes diversos, en los que, en ocasiones, el desconcierto se hace presente. El monasterio de Rila, rodeado de montañas con nieve y bosques, le hace decir al poeta, en una magnífica -sólo aparente- paradoja: “Lejos del mundo,/ estamos en el mundo”. También la luz, en vez de blanca, adquiere los matices de la vida del lugar visitado: “¿Qué decir de la luz?/ A uno se le antoja casi gris./ Del color/ -sucio e indefinido-/ que proyecta la vida/ a finales de invierno/ en esta capital/ que lleva el nombre/ de la sabiduría.” El autor suma, así, una poesía fruto del contemplar, con relato y reflexión, sin que en ningún momento estos últimos resten poeticidad al libro.
La segunda parte retraba un viaje realizado a Suiza, y está dividido en dos partes, “Grandson” y “Ginebra”. Este primer apartado, dedicado a la ciudad que le da nombre, deposita sobre los ojos del lector paisajes llenos de luz nítica. Así, se nos muestra el amanecer, cuyo ascenso sobre fachadas y árboles parece “el anuncio/ de una nueva existencia”, También nos regala la noche o el frío íntimo en las estancias interiores, que hacen preguntarse al poeta con esa mirada que se activa en todo viajero que recorre las calles tachonadas de ventanas encendidas: “¿Qué secretos esconden esos cuartos/ donde viven el misterio de la noche?”.
Pero, además, esta segunda parte del libro se puebla de las palabras y el pensamiento de algunos escritores que vivieron en Suiza: el venezolano José Antonio Ramos Sucre, el argentino Jorge Luis Borges, los españoles María Zambrano, José Ángel Valente, Alfonso Costafreda, Pere Gimferrer y Aquilino Duque. Como un homenaje lector, sobre todo en el apartado dedicado a “Ginebra”, van pasando enhebrados a la propia vivencia de Valverde, retazos literarios procedentes de distintos autores. Entre ellos, en un magnífico juego polifónico de cajas chinas, el poeta recoge la voz de Eugenio Montejo que relata, a su vez, la enfermedad y trágico final de “su paisano Ramos Sucre”. De igual modo, se recuerda la tumba del poeta Borges hallada junto a la de Calvino, Musil, Piaget, Hohl, o Sofiya Dostoyevski.
Es, en definitiva, Sobre el azar del mapa un libro cargado de emociones y paisajes palpitantes. Ávaro Valverde regala al lector en este libro su mejor poesía, esa que le permite compartir no sólo los espacios geográficos recorridos sino, sobre todo, el aprendizaje y las emociones experimentadas en ellos. Escribe Valverde en uno de los poemas del libro: “Si la poesía es una casa,/ esta es por demás habitable”, habría que añadir, a la luz de este poemario, que, además, la poesía de Álvaro Valverde es, también, acogedora, profundamente emocionante y verdadera.
                                                                                                       Asunción Escribano

NOTA: Esta reseña se ha publicado en la revista CULTURAMAS

19.2.23

Enrique García Fuentes lee "Extremamour"

CONMOVEDORA BELLEZA

Álvaro Valverde y Patrice Schreyer. Juntos aportan una visión muy particular de nuestra tierra que conmueve por su serenidad y su casi mística belleza

Todavía podemos regodearnos, afortunadamente, en la satisfacción inmensa de reencontrarnos con el objeto libro en su dimensión más amplia que la de mero contenedor de palabras negro sobre blanco. Encomiable la labor en este caso de la Editora Regional de Extremadura a la hora de obsequiarnos de vez en cuando con volúmenes en los que el envoltorio forma un conjunto armónico y medido con el interior que amorosamente envuelve y que está compuesto, más allá de entretenidos relatos o emocionantes versos, de vibrantes ilustraciones o evocadoras fotografías. Lo que tendrá en sus manos el lector afortunado que acceda a esta soberbia aleación de imagen fotográfica y poesía que, bajo el muy mejorable título de Extremamour se nos presenta, es, como mínimo, todo un ejercicio de buen gusto, un derroche de delicadeza y saber hacer.

Una belleza primorosa, casi cartuja, se desparrama por esta colección de fotos de lugares extremeños que el artista suizo Patrice Schreyer fue realizando durante diciembre de 2021 y enero de 2022, como aclara en la introducción Jorge Cañete, a la sazón mentor e impulsor de este primoroso hallazgo. Tal vez por ello caracteriza a una amplia mayoría de ellas un tono frío, muy típico del invierno, lo que las tiñe de un inevitable carácter melancólico y algo triste que, sin embargo, se atenúa rápidamente dado el tono apacible y sosegado que transmiten. Predominan en ellas tonos oscuros que, en algún caso, recuerdan a las instantáneas realizadas en blanco y negro, y lo mejor del caso es que el silencio meditativo al que invitan está lleno de una honda conmoción poética que apenas si alteran, al contrario, los mesurados dísticos de un muy inspirado Álvaro Valverde que completan este turbador mensaje. Plenos de calado poético, esta pequeña colección de –como el mismo autor los denomina– «impromptus» van más allá que un mero pie de foto: se insertan a veces en la imagen amplificando el silencio y recogimiento que comunican y el efecto logrado es poco menos que vivificante. Valverde acude a esa ductilidad con la que sabe dotar a los endecasílabos, de uso preferencial aquí; pero también a sus evanescentes heptasílabos que, o bien completan el dístico con el verso de once sílabas, o con otros de su categoría, y también usándose convertidos en su hermano mayor, el alejandrino, en diferentes variaciones, siempre a dos. Acompasados susurros que apenas si alteran el profundo recogimiento que la imagen nos transmite. Como curiosidad, debajo de cada instantánea recogida constan las coordenadas GPS exactas de los lugares donde fueron tomadas; de todas formas, al final del libro aparece un agradecible listado explícito de los mismos y podemos constatar en él una mayor presencia de términos de la provincia cacereña, Trujillo, Malpartida de Cáceres (Los Barruecos) o Plasencia, principalmente.

Del fotógrafo suizo Patrice Schreyer se ha destacado su enfoque artístico «cercano a la abstracción, fuertemente expresivo y con tonos muy contrastados», de ahí que sus obras suelan presentar un «aura misteriosa y espiritual debido a los colores oscuros y la ausencia de personas». La sesentena larga aquí recogida da buena fe de ello; citando a Machado cabría decir, y creo que no exagero, que en ellas late esa «honda palpitación de espíritu» que al poeta le servía para definir el arte al que se dedicaba. Hablar ahora del alcance lírico de Álvaro Valverde, insisto, especialmente inspirado en esta encomienda, me parece claramente superfluo. Juntos aportan una visión muy particular de nuestra tierra que conmueve por su serenidad, su casi mística belleza y su acertada incidencia, ya sea en ese detalle nimio que al ojo poco aplicado suele escapársele, o en la rotundidad de dehesas y cielos, plenos de un sosiego, que a veces, solo cabría calificar como fervoroso. Más exquisiteces como esta, por favor.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en el suplemento cultural TRAZOS del diario HOY.

17.2.23

Reseñables

POESÍA
Se ha vuelto insegura la columna de libros reseñables que he venido leyendo en las últimas semanas. El triunfo de la vida, por ejemplo, de Percy Bysshe Shelley (Pre- Textos), traducido por Luis Castellví Laukamp y con una introducción ejemplar de Prue Shaw. Una maravilla que gracias al mencionado prólogo y a la brillante versión pierde parte de esa presunta oscuridad que le atribuyen. 
Mucho me ha sorprendido también Del dominio, de Guillevic (Editorial Cántico), traducido por Rafael Antúnez y Juan Antonio Bernier. Una muestra de la gran poesía francesa del XX. Naturaleza en estado puro. Pura metafísica. Palabra esencial. Lo infinito en un verso. Chapeau!
En la misma colección ve la luz Cuaderno de cuatro años, de Eugenio Montale, el último gran libro, publicado en el 77, del poeta italiano, Nobel dos años antes. La traducción ha estado a cargo de Fruela Fernández y Andrés Navarro y está lleno de poemas memorables con versos que atraviesan como aforismos y que nos hieren a causa de la lúcida ironía que contienen. Por ejemplo, "Hemos dado / lo mejor de nosotros mismos para empeorar el mundo". O "La moral dispone de pocas palabras". Y "No existen vidas breves o largas / sólo vidas ciertas o muertas o afines". "Por desgracia, sólo he tenido la palabra", concluye. He echado en falta un prólogo de cierta enjundia y no una mera nota biográfica. O algunas notas. Montale no es un poeta ni simple ni sencillo. 
Por seguir con las traducciones, qué memorable despedida la de nuestro añorado Paco Uriz con Llueve en la taza, sus versiones de un puñado de poemas de Henrik Nordbrandt que edita Nórdica con ilustraciones de Kike de la Rubia y un espléndido prólogo de Juan Marqués a la altura de lo que viene después. 
De Nadie nos cuida en el sueño (Pre-Textos), de Cristóbal Domínguez Durán, habló con la solvencia que le caracteriza Jordi Doce en La Lectura. A esa reseña remito al lector curioso. No podría uno decirlo mejor. Un segundo libro que, de cara al futuro, nos apremia a prestar la atención que merecen los versos de este vejeriego.
También en el sello valenciano (y también con premio) se publica Químicamente puro, de Andrés García Cerdán, que fue premio Brines, uno de los mejores libros de poesía que uno ha leído últimamente. Lo abro ahora de nuevo y veo sus páginas llenas de signos y subrayados con lápiz, los que utilizo para destacar lo que me sale al encuentro; señal de que todo (o casi) me pareció aprovechable. 
Otro libro también premiado por jurados competentes, como los dos anteriores, y escrito por otro poeta joven es Historia del tacto, del marbellí Sergio Navarro. Se publica en la Colección Literaria de la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, lo que no será obstáculo para que el lector curioso lo encuentre. Es su tercer libro y los anteriores están en Pre-Textos y Adonais/Rialp, respectivamente. Con este reafirma su condición de poeta excelente. El extenso poema "El milagro de la caridad de Luis Cernuda" (que tiene mucho que ver con el poeta sevillano, claro, pero también con la estadía de Navarro en Cambridge) justifica el calificativo que acabo de emplear. Otro tanto cabe decir de la sección "Siete casas bajo el mar", donde inserta en sus propio poemas otros de distintos poetas estadounidenses traducidos a un castellano medieval semejante al que utilizó Jorge Manrique en sus famosas Coplas. Sorprendente. Como el resto del volumen. Este hombre sabe lo que hace.
En otra colección de Pre-Textos, La Cruz del Sur, La casa del secreto, del cubano Ernesto Hernández Busto, barcelonés desde el 99. Gira en torno al soneto. Escritos por él y por otros (es un excelente traductor). Para colmo de bienes, incluye una coda sobre esa perfecta composición poética y unas notas filológicas y eruditas que abundan en su importancia. Toda una lección sonetística
Qué agradable sorpresa la de descubrir la poesía del argentino, residente en España, Walter Cassara. He leído Ladera umbría  (HDJ/Huesos de Jibia) y me ha parecido un libro potente, muy personal, escrito con un lenguaje también poderoso que, sin embargo, aborda asuntos cotidianos, de la vida ordinaria que lleva alguien que vive en un pequeño pueblo serrano, "en estas recónditas estribaciones del Guadarrama". La naturaleza montañosa ("la herida del paisaje") y lo rural ("Hombre con carretilla", "La cabra"), sí, pero tamizado por lecturas de poetas y artistas universales (De la Tour, Benjamin, Celan, Hokusai, Zurbarán, Beuys...). "No pintamos la vida, sino su extrañeza", escribe. Este hombre "mira en el silencio del ver", como el Starosta de Spinetta. 
De "un asombro discreto" y de "los quehaceres umbríos" habla Carlos Battilana en su epílogo. Sostiene que, mediante esos poemas en prosa, Cassara "se atreve a explorar esa densidad" que mezcla los "hechos cotidianos"  y el citado "asombro". "Con la misma sencillez, el mismo arte, me he entregado a la inocencia", podría resumir esta poética de la verdad.
A destiempo he leído Soñar con bicicletas, de Ángeles Mora (Tusquets). Me quedo con los poemas de las dos primeras partes, "Mi vida secreta" y "La luz del poema", por más que todo el libro esté lleno de poemas logrados. Ah, los recuerdos. 
De una pieza me ha dejado Gente que bebe, de Alberto Tesán (Milenio). Poemas en prosa, la mayoría, que Jesús Aguado califica en El Ciervo como "poemas desolados y lúcidos que se beben al lector sin misericordia". Con "Mis amigos poetas" basta. "Qué difícil no temblar", asevera Aguado. Pasen y lean. Luego...
Tampoco tiene desperdicio Los poetas feroces cuentan lobos para dormir, de Pedro Flores (Cálamo). Aunque lo parece, no es un poeta joven. Quiero decir que el desparpajo, la frescura y la ferocidad que encierran sus versos no cuadran con lo habitual en un poeta en mitad de la cincuentena. O sí, ya se ve. Juego literario de alto nivel. Para muestra, "Viejo poeta provinciano". El libro, desde luego, le ha salido redondo. Y el jurado que lo premio lo sabe. 
Justo Jorge Padrón, un poeta que llegó a sonar para el Nobel (?), falleció (a los 78 años, en 2021) sin culminar su magna obra poética: Hespérida. Canto Universal de las Islas Canarias. Sale ahora la cuarta y póstuma entrega (con prólogo de Maximiano Trapero), que lleva por subtítulo Soliloquio de Carlos V en Yuste. Recorre la vida del emperador desde su nacimiento en Gante hasta su muerte en ese precioso rincón de La Vera de Plasencia. Los dos últimos cantos hablan precisamente de Yuste: "Retiro en Yuste" y "Muerte del emperador". Su apuesta por la poesía histórica, poco habitual en nuestros día, me ha parecido tan curiosa como acertada. Será, me digo, porque siempre he sentido un amor especial por ese lugar y un aprecio por el hombre -el más poderoso del mundo entonces- que abdicó para retirarse a estas recónditas soledades nuestras.
Termino la sección lírica con las tres nuevas entregas de la exquisita colección El Leopardo de las Nieves: Mysterium lunæ, del irlandés Colm Tóibín (traducido por Enrique Juncosa, editor de la colección junto a Andrés Mengs); Una vuelta por el lado salvaje, del argentino Samuel Bossini; y Gare du Nord, del colombiano Fernando Herrera. Tres piezas poéticas de calado.

PROSA
Como si fuera a ser el último (Libros del Aire) titula Hilario Barrero el nuevo tomo de sus diarios, de la serie "Diarios de Brooklyn", que es donde vive. Corresponde al año 2016. En el prólogo a Elogio de la cordura, la última entrega de los impertinentes, pandémicos y amenos (salvo cuando habla en contra de las vacunas y de Juan Carlos I, más de medio libro) de José Luis García Martín (amigo de Barrero y personaje de sus páginas), Abelardo Linares sostiene, y con razón, que lo de la "escasez de escritos autobiográficos en la literatura española hace tiempo que ha dejado de ser cierto, si es que alguna vez lo fue". Quienes hemos frecuentado los de Barrero volvemos a encontrarnos con lugares, escritores, costumbres, aficiones y personas que nos resultan familiares. Con un pie siempre en su Toledo natal (y en la memoria), Barrero logra, con una prosa muy elaborada que no carece, a pesar de eso, de naturalidad, hacernos partícipes de su vida. De ahí que la vivamos como propia. 
¿Sus temas? El irremediable y enojoso avance de la edad, los problemas de salud, los paseos por el parque, las largas noches y los amaneceres, las pérdidas de conocidos y amigos, las visitas a las longevas vecinas y los viajeros de paso... Y, sobre todo, el amor, destinado a vencer a la mismísima muerte. 
He disfrutado con Baroja & yo. Un poco de compañía, de Andrés Trapiello. Elaborado a partir de unas cartas manuscritas inéditas de Juan Terrasa, nos permite conocer de primera mano (pocos más barojianos que el poeta de Manzaneda de Torío) anécdotas y categorías acerca de la vida y la obra de uno de nuestros clásicos. Y todo con el reconocible tono incisivo del autor de Las armas y las letras
Otro muy distinto tiene Nebrija y Extremadura, de Dionisio Á. Martín Nieto, que publica la benemérita Editora Regional de Extremadura en la prestigiosa colección Estudio con motivo del quinto centenario de su muerte y que incluye una separata de Raulowsky con llamativas ilustraciones alusivas a la obra del de Lebrija. La biografía (y más, por lo que tiene de puesta al día) da cuenta del paso del gramático por esta tierra: Villanueva de la Serena, Zalamea, Alcántara, Brozas... En Plasencia vivió, tras casarse con una paisana, uno de sus hijos: Francisco.

15.2.23

Donde la muerte acaba

La hora del lobo
José Mateos
Pre-Textos, Valencia, 2022. 56 páginas.
 
José Mateos (Jerez de la Frontera, 1963) ha publicado recientemente, como prosista, Un año en la otra vida, El ojo que escucha y Tratado del no sé qué; como poeta, Un sí menor y Primavera, año cero. Este libro resalta su importancia en el panorama poético nacional.
La viñeta de la cubierta, del propio Mateos, muestra a un sereno Caronte que avanza en su barca. Su levedad, elegancia y delicadeza son virtudes de esta poesía. El poema prologal se abre con un tajante “No volveré a escribir”, incluye una pregunta: “¿qué puede la canción del que va solo?”, y termina con el reconocimiento de que cantar es inevitable. Y eso hace. Una treintena de poemas de hospital y convalecencia escritos desde el dolor (“carcoma de la vida”) por un “herido” (“Cuerpo, no debería amarte”). El de la “Habitación 472”. “He estado en un lugar que no imaginas”. Se dirige a su conciencia. Y a la muerte. Sin aspavientos. Sin truculencia o victimismo. Al revés, con un ritmo musical sereno que participa al tiempo de lo popular y de lo clásico; en forma, a menudo, de canción.
“Porque ahora / ya no hay orillas. Todo, todo es agua” (“Oración fúnebre”), porque “Hace ya muchas noches que es de noche”, sólo el amor, la amistad y la fe proporcionan consuelo. En “Epitafio cristiano” cristaliza esa esperanza: “Hay un lugar donde la muerte acaba”.
Un grillo, el viento, una nube, los pájaros o una higuera bastan. Y los momentos felices que enumera, a lo Borges, en “Recuerdo de unos días de alquiler”, que termina: “Si la muerte es el precio, qué barato”.
“No sé si es real la vida”, afirma. Lo que le enamora “es algo que está detrás /de lo que veo”.
“Ya sé que a veces lo que canto es triste”, escribe, y, sin embargo, sus versos celebran la vida, por precaria y huidiza que sea. “He vivido”, confiesa. Entonces, “hasta es posible que morir no importe”.
En “La conversión”, el epílogo, concluye que “Al final pude ver que la alegría / del alma es un abismo que arde al fondo”.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL

14.2.23

Buenos días, poesía

José Manuel Benítez Ariza
Renacimiento, Sevilla, 2022. 92 páginas. 16 €
 
Benítez Ariza (Cádiz, 1963), crítico, diarista y traductor ha publicado las novelas reunidas en Trilogía de la Transición, libros de relatos y, sobre todo, de poesía: Panorama y perfil, Arabesco y Realidad, entre otros. Su obra está antologada en Casa en construcción y Nosotros los de entonces.
En otro contexto, Mario Cesariny se refirió a “la rehabilitación de lo real cotidiano”, lo que sirve para definir esta poética alineada con la tradición anglosajona. Elegantemente autobiográfica. Que “habla de asuntos cotidianos pero buscando el lado insólito y prodigioso que tiene la realidad cuando se la mira con detenimiento”.
No podría haber elegido mejor comienzo que el poema “Buenos días”, donde saluda a los seres y las cosas con las que suele encontrarse a diario: “¿Os veo mañana?”. “Abecedario” de estructura parecida, enumera a personas y dice de qué han fallecido: “Azucena, de frío”.
La incipiente vejez sesentera está en “When I´m sixty-four” (un guiño a los Beatles) y “Dos canciones”; la segunda, “In memoriam”, dedicada a su madre.
La pobreza de un masái y la de su abuela se dan la mano en un poema donde prima la emoción. Como en “La canal”, donde regresa la infancia, o “Escayolista”, donde reconoce que las técnicas del oficio de su padre le sirve para la escritura. En “Leyendo a Montaigne”, la incertidumbre. En “Laberinto” apreciamos con qué poco –un paseo familiar– puede construirse un poema. Como en “Reencuentro” (en Cádiz) o “Días de hospital”. Basta acaso saber observar.
A los pájaros felices destina una sección. A Irlanda, un “cuaderno” en el que nos muestra su faceta de viajero y dibujante.
Un puñado de haikus abre la última parte. Allí, los amaneceres, las flores humildes de muros y cunetas, Benaocaz, la niebla, las verduras, un gato… y “La Dama”, “un buen lugar para morir”.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL

8.2.23

Una fuente


Jorge Cañete ha tenido el detalle de enviarme el sonido de una de las fuentes de Grandson. Tal vez de esta que aparece en la fotografía, situada enfrente de su casa y de la Galerie Philosophique. Una de las que suenan en mi último libro. 

5.2.23

Lo que ves

Abierto toda la noche
Charles Bukowski
Traducción Eduardo Uriarte
Visor, Madrid, 2022, 516 páginas. 

Pocos poetas toleran mejor la condición de leyenda que Bukowski. O la de poeta maldito. Nació en Alemania y murió en San Pedro, barrio portuario de Los Ángeles, ciudad californiana a la que siempre estuvo ligado. Tuvo una “infancia brutal”, vagabundeó por el país, no llegó a terminar sus estudios universitarios, tuvo empleos precarios y a principio de los 50 empezó a trabajar en el servicio de correos (Post Office tituló su primera novela, protagonizada por su alter ego Henry Chinasky), el oficio más duradero que tuvo hasta que optó por la literatura. Escribió, además, cuentos, artículos, ensayos y diarios. Se disputa con Fante la invención del realismo sucio. 
Su hospitalización en 1955 por una úlcera sangrante estimula su dedicación a la poesía. Aunque sostuvo que no era “principalmente un poeta”, esta ocupa una parte sustancial de su producción literaria. 
En España, su editorial ha sido Visor, que tiene en su catálogo una veintena de libros suyos. Este, traducido de nuevo con solvencia por Eduardo Uriarte (en una cuidada edición de Nicole Brunzin), reúne no pocos poemas inéditos de los muchos que dejó al morir, escritos en los últimos catorce años de vida.
Tanto el fiel lector de Bukowski como el casual o primerizo podrán tocar al hombre (alcohólico y depresivo) que concibió esta poética caracterizada, simplifiquemos, por la sobriedad del lenguaje (vulgar y hasta soez a ratos: “mis poemas son crudos”), cierto minimalismo (recordemos a Carver) que excluye lo retórico e innecesario, la adjetivación y lo imaginativo. Él hablaba de “estilo sencillo”. Aquí la prosaica realidad manda. La máquina de escribir Olympia, una verja española, conducir por la autopista…
“La atención infinita a uno mismo”, señalada por Jennifer Schuessler, estaría en el origen de su proverbial fecundidad versificadora que no siempre superar la categoría de inane o anecdótica. Fue, sí, un trabajador nato.  “No me gusta la mayoría de la poesía, así que escribo la mía como me gusta leerla”, afirmó. Y: “el lector es una / idea adicional”. 
La suya es narrativa, coloquial, irónica, de tono natural y espontáneo. Está llena de personajes corrientes (borrachos, drogadictos, indigentes, prostitutas, apostadores), pobres, violentos y perdedores casi siempre, a los que les suceden cosas ordinarias en esos ambientes a menudo sórdidos (“bares baratos”, hipódromos, cuartos inhabitables de casas, pensiones y moteles). Los conocía bien. Era uno de ellos. Ni inventaba ni fingía. Por ejemplo, cuando alude a las mujeres. Tuvo numerosas relaciones, se casó dos veces y tuvo una hija. Su poemas al respecto abundan. De temática sexual, no propiamente amorosa. Incorrectos políticamente; censurables, me malicio, para el comisariado de la cancelación.
Bukowski le dijo una vez a su editor que un jardín literario requiere “mucho estiércol”. Por eso destacan poemas tan logrados como “Himno desde el huracán”, “Belleza desvanecida”, “Algunos de mis padres”, “Black Sun” (“la pena, sí, tira de mí / no sé por qué”), “Bruckner” (“los de segunda fila”), “Lo que necesitamos” (“hay demasiados poetas / y demasiados poemas”), el imponente “Chatterton tomó raticida…”, “Sobre vagabundos y héroes”, “Hola”, “Una entrevista”, “Chinaski”, etc. 
En uno de los últimos leemos: “he tenido un buen viaje”. En otro confiesa que lo que más le enorgulleció fue que “la madama de una casa de putas de Nevada” le comentara que “a ella y a sus chicas / les gustaba lo mío”.  

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.

2.2.23

Bases

 


PREMIO DE POESÍA “GABRIEL Y GALÁN”
 

La “CASA-MUSEO GABRIEL Y GALÁN” de Guijo de Granadilla (Cáceres) convoca el XXXVIII Certamen regido por las siguientes bases.

      1ª Podrán optar al PREMIO DE POESÍA “GABRIEL Y GALÁN” todos los poetas de habla española que lo deseen, con originales inéditos escritos en Lengua Castellana o Dialecto Extremeño.

 

     2ª Los premios se distribuirán del modo siguiente:

- Primer premio dotado con 600 €.
- Segundo premio ó accésit de 450 €.

 

    3ª Las composiciones serán de tema libre, EXTENSIÓN MÁXIMA DE CIENTO CINCUENTA VERSOS.

 

     4ª No podrán participar en el Certamen los poetas que hubieren obtenido el PRIMER PREMIO hasta que hayan transcurrido CINCO CONVOCATORIAS.

 

     5ª Los originales deben presentarse escritos a MÁQUINA U ORDENADOR, DOBLE ESPACIO Y POR CUADRUPLICADO. Se enviarán a la siguiente dirección:

                                   
PATRONATO CASA-MUSEO “GABRIEL Y GALÁN”
Plaza de España, 11 – Tlf. 927 439082.
10665 GUIJO DE GRANADILLA (Cáceres) España.

 

     6ª El plazo de admisión de trabajos finalizará el día 28 de abril de 2023.

 

   7ª Cada autor podrá presentar UN SOLO TRABAJO y no serán devueltos los que se reciban ni se mantendrá correspondencia sobre ellos.

 

     8ª Se utilizará, preceptivamente el sistema de “LEMA” y “PLICA”.

         Serán eliminados los poemas que permitan de alguna forma la identificación del autor.

 

     9ª El fallo del Jurado será inapelable y se dará a conocer en mayo en Guijo de Granadilla, durante los actos que se celebran con motivo de la Fiesta de Exaltación de la Poesía, será el segundo domingo de mayo.

 

    10ª La CASA-MUSEO se reserva el derecho a la publicación de los trabajos presentados.

 

    11ª Cualquier duda en la interpretación de estas Bases será resuelta por el Jurado de forma inapelable.

 

    12ª El hecho de concurrir a este Premio supone la aceptación de las presentes Bases.

                                         

GUIJO DE GRANADILLA, 1 de febrero de 2023.
CASA-MUSEO “GABRIEL Y GALÁN”