Todavía podemos regodearnos, afortunadamente, en la
satisfacción inmensa de reencontrarnos con el objeto libro en su dimensión más
amplia que la de mero contenedor de palabras negro sobre blanco. Encomiable la
labor en este caso de la Editora Regional de Extremadura a la hora de
obsequiarnos de vez en cuando con volúmenes en los que el envoltorio forma un
conjunto armónico y medido con el interior que amorosamente envuelve y que está
compuesto, más allá de entretenidos relatos o emocionantes versos, de vibrantes
ilustraciones o evocadoras fotografías. Lo que tendrá en sus manos el lector
afortunado que acceda a esta soberbia aleación de imagen fotográfica y poesía
que, bajo el muy mejorable título de Extremamour se nos presenta, es, como
mínimo, todo un ejercicio de buen gusto, un derroche de delicadeza y saber
hacer.
Una belleza primorosa, casi cartuja, se
desparrama por esta colección de fotos de lugares extremeños que el artista
suizo Patrice Schreyer fue realizando durante diciembre de 2021 y enero de 2022,
como aclara en la introducción Jorge Cañete, a la sazón mentor e impulsor de
este primoroso hallazgo. Tal vez por ello caracteriza a una amplia mayoría de
ellas un tono frío, muy típico del invierno, lo que las tiñe de un inevitable
carácter melancólico y algo triste que, sin embargo, se atenúa rápidamente dado
el tono apacible y sosegado que transmiten. Predominan en ellas tonos oscuros
que, en algún caso, recuerdan a las instantáneas realizadas en blanco y negro,
y lo mejor del caso es que el silencio meditativo al que invitan está lleno de
una honda conmoción poética que apenas si alteran, al contrario, los mesurados
dísticos de un muy inspirado Álvaro Valverde que completan este turbador
mensaje. Plenos de calado poético, esta pequeña colección de –como el mismo
autor los denomina– «impromptus» van más allá que un mero pie de foto: se
insertan a veces en la imagen amplificando el silencio y recogimiento que
comunican y el efecto logrado es poco menos que vivificante. Valverde acude a
esa ductilidad con la que sabe dotar a los endecasílabos, de uso preferencial
aquí; pero también a sus evanescentes heptasílabos que, o bien completan el
dístico con el verso de once sílabas, o con otros de su categoría, y también
usándose convertidos en su hermano mayor, el alejandrino, en diferentes
variaciones, siempre a dos. Acompasados susurros que apenas si alteran el
profundo recogimiento que la imagen nos transmite. Como curiosidad, debajo de
cada instantánea recogida constan las coordenadas GPS exactas de los lugares
donde fueron tomadas; de todas formas, al final del libro aparece un
agradecible listado explícito de los mismos y podemos constatar en él una mayor
presencia de términos de la provincia cacereña, Trujillo, Malpartida de Cáceres
(Los Barruecos) o Plasencia, principalmente.
Del fotógrafo suizo Patrice Schreyer se
ha destacado su enfoque artístico «cercano a la abstracción, fuertemente
expresivo y con tonos muy contrastados», de ahí que sus obras suelan presentar
un «aura misteriosa y espiritual debido a los colores oscuros y la ausencia de
personas». La sesentena larga aquí recogida da buena fe de ello; citando a
Machado cabría decir, y creo que no exagero, que en ellas late esa «honda
palpitación de espíritu» que al poeta le servía para definir el arte al que se
dedicaba. Hablar ahora del alcance lírico de Álvaro Valverde, insisto,
especialmente inspirado en esta encomienda, me parece claramente superfluo.
Juntos aportan una visión muy particular de nuestra tierra que conmueve por su
serenidad, su casi mística belleza y su acertada incidencia, ya sea en ese
detalle nimio que al ojo poco aplicado suele escapársele, o en la rotundidad de
dehesas y cielos, plenos de un sosiego, que a veces, solo cabría calificar como
fervoroso. Más exquisiteces como esta, por favor.