15.2.14

Carta de Don Benito

¡Qué caras de circunstancia siempre en las mesas de las lecturas y las presentaciones! Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. La de ayer fue una noche casi perfecta y uno estaba razonablemente feliz. Un puñado de amigos (Juan Ricardo Montaña -uno de los tipos más elegantes que conozco, en todos los sentidos-, Antonio María Flórez -fotógrafo de guardia, tan cercano-, Octavio Escobar -el escritor colombiano, de gira por España, ya un viejo conocido-, Teresa Gúzman -más joven que nunca, compañera de colección lunera-...), una sala confortable (diseñada por Moneo) casi llena de público (eso que no existe en poesía) e incluso autoridades: el alcalde, Mariano Gallego (no recuerdo haber visto a ninguno en una sesión del Aula placentina), y el incombustible y cordial concejal de Cultura, Manolo Núñez. Conmigo en la mesa, mis anfitriones: José Carlos García de Paredes y Simón Viola, los directores del Aula Guadiana de Don Benito. 
A última hora de la mañana tuve un encuentro distendido y animado con alumnos del Claret y del IES Donoso Cortés. Eran de 1º de Bachillerato. Patricia me confesó, cuando le firmaba el cuadernillo, que no se había aburrido. La altísima Mihaila, que es rumana pero parece rusa, asintió. Y Jonás. No es poco.
Mención aparte merece la comida, en el aéreo restaurante del hotel Quinto Cecilio de Medellín. Frente al castillo y el recién restaurado teatro romano, sobre el viejo puente, que no daba abasto para recoger entre sus arcos de piedra las aguas de un Guadiana impetuoso y desbordado. Qué paisaje -media provincia de Badajoz y parte de la de Cáceres se ven desde esa atalaya- tan distinto al que uno suele contemplar cada día, y eso que el pobre Jerte lleva semanas con aspecto de río europeo. 
Otro tono tuvo la sesión vespertina. Pocas veces, lo confieso, me he sentido tan a gusto leyendo poemas. Uno de cada libro (y de algunos ni eso). Un par de inéditos y el último que he escrito. En medio, algunos comentarios acaso pertinentes y, por qué no, alguna maldad y otras anécdotas. Después hubo debate, cosa rara, y las preguntas no fueron las de siempre. Se ve que donde se siembra cultura los frutos acaban, más pronto que tarde, recogiéndose.
Fue salir de allí, coger el coche y volver a casa. Lo normal. Desde Miajadas, bajo la lluvia. Pertinaz, cansina. La autovía estaba peligrosa y, a ratos, en vez de en coche diría que iba en submarino.
Ya en la cama, me costaba conciliar el sueño. Demasiadas emociones. ¡Dichosa poesía!