Que a uno le conste, salvo que consideremos el tango extremeño poesía (que a buen seguro lo es), esta es la primera obra lírica de Marino González Montero (Almaraz, 1963). Se titula Incógnita del tiempo y la velocidad y aparece, a los 50 de su edad, algo nada casual, en la colección que él mismo dirige, la emeritense de la luna libros.
Lo primero que llama la atención es la potente cubierta del fotógrafo Pedro Gato. Por esa oquedad, entre esas ruinas, entró uno por primera vez en los poemas de MGM. Acaso por la devastación que representan, lo hice con sumo cuidado. Sí, la experiencia te induce a tomarte según qué lecturas con cautela. Y éste era el caso. Por la cercanía a su autor, editor de mi último libro, y, sobre todo, por su condición de maduro poeta primerizo. Esos temores se disiparon muy pronto. Tras leer los dos primeros poemas y aterrizar en el tercero, el que abre la primera sección del libro, "El espacio": "Paraíso ahora", con velado homenaje a nuestro Pablo Guerrero. Lo demás ya vivo rodado: Cáceres, los objetos, Sicilia (qué hermoso el poema "Octopus y La Gorgona"), el tiempo y el espacio (la Arcadia y las palabras) y el cuerpo, ese feraz territorio. En la segunda parte, "Partido por el tiempo" (continúa con la fórmula de la velocidad), hay homenajes explícitos a personas importantes en su vida. Así, Viñals, Carlos Lencero, Sánchez Matas o Marino González Montes, cazador, su padre, una figura clave para entender bien este libro, igual que su madre, en pleno duelo por su pérdida, a quien está, por cierto, dedicado ("Para mi madre estos días tan sola").
En "Es igual a la velocidad", el poeta, en medio del camino de la vida, medita sobre su humana condición y sobre sus circunstancias vitales. La marcha del padre y la del hijo, por razones bien distintas, las preguntas que la ciencia no desvela, los viajes que conducen, ente todo, a uno mismo, sitúan los ángulos de la citada reflexión. "Somos la incógnita de una incógnita, si acaso: / la tristeza de esta suma / que no acepta decimales", concluye.
“No puedes hacer un poema si no estás tú detrás”, decía hace poco Pere Gimferrer en una entrevista. Uno también lo cree. Como, supongo, Marino González Montero, profesor, editor, escritor y ahora también poeta. Creo que se ha ganado ese título. Si algo queda patente en este libro, que no parece, comoquiera que se lea, una ópera prima, es que él está detrás de todo cuanto allí se dice y eso, sin ser garantía de nada, aquí lo es de todo.