Salvador Retana es un pintor natural de Pedro Bernardo (Ávila) que reside en Extremadura desde hace muchos años. Lleva una vida apartada en Jaraíz de la Vera, donde tiene su casa y su taller. Me he acercado hasta allí muchas veces y soy privilegiado testigo de hasta dónde puede ahondar una vocación artística, en su caso volcada en un trabajo centrado e incesante en busca de esa obra perdida que dé sentido a la existencia. Sí, porque no es habitual que en estos tiempos una persona viva así, tan decididamente encima de esa exploración que lo mismo conduce al triunfo que al fracaso. Y no me refiero -no es su estilo- a logros materiales: al dinero, los premios y otros botines al uso. Es a otro juego al que Retana se enfrenta cada día, de mayor calado, sin duda. Se nota a la legua que le va la vida en ello.
Empezó tarde a pintar, en la Escuela de Arte “Rodrigo Alemán” de Plasencia, de la mano de otro de nuestros mejores pintores, Pedro Gamonal, pero su carrera no se ha resentido por ello. Con cautela, discretamente, en silencio, ha ido desplegando una ajustada trayectoria que ha gozado y goza de no pocos reconocimientos. Reconocimientos, ya se insinuó, de los que a él le gustan: personales. De tal o cual crítico, de este o aquel colega, de uno u otro escritor. No se ha prodigado con exposiciones, aunque tampoco han faltado oportunidades para ver su obra, tanto en muestras individuales como colectivas. Me consta que se lo piensa mucho antes de dar ese paso. No lleva demasiado bien ese contacto, extraño a la fuerza (sobre todo en alguien tan ensimismado), entre el observador y el cuadro.
En su estudio, donde se amontonan en un ordenado desorden todo tipo de composiciones (fotografías, grabados, esculturas, óleos…), hay un rincón destinado a los libros. Estanterías atestadas de volúmenes que no sólo tratan de asuntos artísticos. Sí, Retana es un consumado lector, especialmente de ensayo y poesía. A través de estos declarados intereses conoció a uno de nuestros últimos sabios, Alberto Manguel. El autor de libros imprescindibles en cualquier biblioteca como Una historia de la lectura y Guía de lugares imaginarios. Lo último que uno ha leído de él, y que recomiendo, es Con Borges, un delgado tomito deliciosamente editado donde narra sus encuentros con el poeta argentino (como él), de cuando siendo adolescente le iba a leer a su casa.
Con el atrevimiento del que disfrutan los que no tienen nada que perder, Retana escribió a Manguel y le propuso que colaborara con él en un proyecto que iba a poner en marcha: un bestiario. Aceptó sin problema. No es extraño. Uno tuvo ocasión de encontrarse fortuitamente con él hace un par de años en el hall de un hotel de Santander y pudo comprobar su afectuosa cercanía. Ya se sabe: la prepotencia es un defecto de mediocres.
Tengo delante el catálogo que reúne en parte esa labor y que se concreta en un texto de Manguel y una colección de aguafuertes, puntas secas y pinturas sobre maculatura salidas de la mano de Retana. Es sólo un muestrario parcial de la obra completa: un libro de artista (cuya edición consta de 10 ejemplares) con el ensayo manuscrito y 63 grabados. El pasado mes de abril pudo verse en la prestigiosa galería La Caja Negra de Madrid una exposición sobre el Bestiario que contó con la presencia de sus dos protagonistas.
Escribe Alberto Manguel: “Al igual que aquellas bestias que recorren las paredes de un sitio prehistórico, preservando así un pasado casi inconcebible de tan antiguo y la memoria de un testigo casi inexistente de tan lejano, las bestias de Retana proponen un doble juego de espejos: reflejan lo que el artista descubre o imagina en el mundo que le rodea, y reflejan también lo que el mundo tiene de Retana, de su visión, de su gusto, de su inteligencia. Esas criaturas de papel y tinta no son tan sólo arañas, tigres, pájaros: son revisiones, mejoras combinaciones y metamorfosis de un bestiario nombrado por Adán pero rebautizado por Salvador Retana”.
Es cosa de ver, se lo aseguro. Mejor, claro, sobre la realidad que sobre el papel. Perfectos los grabados, una técnica que el artista domina. Curiosas e impactantes esas pinturas sobre maculatura que surgieron por sorpresa de la mente despierta y siempre aventurera del pintor, a partir de las pruebas. Se dio entonces cuenta del magnífico efecto de transparencia que se conseguía mezclando la caligrafía superpuesta de Manguel y sus propios dibujos, esta vez a todo color. Por lo demás, nada más acorde con la idea que esa combinación de letra e imágenes que definen la unión entre pintura y literatura. Ut pictura poiesis, como en la vieja fórmula de Horacio.
Publicado en el diario HOY el 21 de mayo de 2005