Homenaje a María Zambrano
Como en ese dibujo de Laffón
donde se aprecia
un estrecho camino
que se interna en la fronda.
Le flanquean, precisas,
las orillas de un mundo
que al cabo nos parece impenetrable.
El sendero es en sí mismo una frontera
entre la luz, que brilla encima, y la negrura
que se intuye inquietante
tras la vegetación y entre los árboles.
Al final, un recodo
marca la dirección por la que huye.
Y allí una intensidad desconocida.
Un fulgor que anticipa
el claro de otro bosque:
el de la vida.
Es uno de los tres poemas inéditos que recoge Juan Carlos Marset en el último número de Sibila. Está dedicado a Antonio Colinas. Pertenecen a un libro futuro que me gustaría titular, con palabras de Leopardi, Árida vida.