21.8.05

De ABC

"Cicerón escribió que Siracusa «era la más grande y bella de todas las ciudades griegas, disfrutaba de una fama insuperable y de un enclave único entre la tierra y el mar». Aquel emporio atrajo en el año 388 a. C. a un filósofo ateniense, discípulo de Sócrates, que tenía en la cabeza un proyecto de «República» ideal. Platón llegó invitado por Dionisio el Viejo y confiando en «inculcar al tirano el ideal del rey-filósofo», pero Dionisio terminó vendiéndolo como esclavo a la isla de Egina.
Por fortuna, unos amigos lo rescataron, y pudo volver a Atenas, donde fundó la Academia. Allí diseñó una sociedad ideal compuesta por tres clases de ciudadanos: trabajadores, soldados y gobernantes. Gobernarían los filósofos que, como primera medida, expulsarían a los poetas. Platón propuso la censura, y en «La República» pedía «que no tomen a mal si cancelamos de sus libros todo lo que no deben oír ni jóvenes ni adultos». Tras la muerte de Dionisio el Viejo, Platón volvió a Siracusa, donde fue recibido con grandes honores, pero emprendió una reforma de sus Constituciones sin escuchar al pueblo, y terminó exiliado. El gusanillo de la ingeniería social le llevó de nuevo a Siracusa en el 361 a. C., tan sólo para cosechar un tercer fracaso. Regresó a Atenas, y los siracusanos continuaron disfrutando de la vida. Sobre todo, los poetas".

Viene esto a cuento de la Declaración de Siracusa -la ciudad de Píndaro, Esquilo y Arquímedes- como Patrimonio de la Humanidad y para que Miguel Ángel Lama recuerde su reciente viaje allí.