Estoy leyendo Confesiones de una editora poco mentirosa de la novelista Esther Tusquets, quien hasta hace poco dirigía Lumen. Es un libro que compré para regalárselo a Fernando Pérez, pero el tiempo se nos echó alevosamente encima y no pude llegar a dárselo. Le gustaban los libros escritos por editores y disfrutó leyendo, por ejemplo, los de Mario Muchnik o Herralde.
Estoy casi al final, acabo de pasar por una opiniones que comparto sobre Juan Goytisolo, que está, por cierto, a punto de llegar a Extremadura. Tras leer el capítulo dedicado a sus últimos descubrimientos, Martín Garzo y Javier Pastor (cuyo original le llegó precisamente de la mano del autor de Señas de identidad) uno siente envidia de no haber tenido una editora así. La verdad es que nunca intenté publicar un libro en esa casa editorial y, de haberlo hecho, habría sido en vano, pero por un momento, ya digo, uno lamenta no haber gozado de su maternal amparo. El suyo, me parece el trato idílico para un escritor (y eso que no me puedo quejar de los editores que he tenido, todos hombres). ¡Gustavo, chico, qué suerte!
Estoy casi al final, acabo de pasar por una opiniones que comparto sobre Juan Goytisolo, que está, por cierto, a punto de llegar a Extremadura. Tras leer el capítulo dedicado a sus últimos descubrimientos, Martín Garzo y Javier Pastor (cuyo original le llegó precisamente de la mano del autor de Señas de identidad) uno siente envidia de no haber tenido una editora así. La verdad es que nunca intenté publicar un libro en esa casa editorial y, de haberlo hecho, habría sido en vano, pero por un momento, ya digo, uno lamenta no haber gozado de su maternal amparo. El suyo, me parece el trato idílico para un escritor (y eso que no me puedo quejar de los editores que he tenido, todos hombres). ¡Gustavo, chico, qué suerte!