«Lo ha señalado uno muchas veces: el diarista es un memorialista sin fermentar, y acaso por eso decía hace años que eran los diarios a la vida lo que el yogur a la dieta, un lujo de las literaturas desarrolladas. Como sucedió en Montaigne, todo escritor es la materia de su libro, y todo libro es la parte visible de una intimidad. Aunque, hablando de estos diarios y dicho sea de paso, podría uno enmendarle la plana incluso al señor de la Montaña, diciendo que, al menos en mi caso, “los otros, mucho más que yo, son la materia de estos libros”».
De Amigos, soy yo mismo, sección Las cuatro esquinas de El Cultural.