Según el poeta (y novelista y académico) Álvaro Pombo «los poetas son muy chinches» y, de manera general, los considera «mala gente», que disfrutan regondeándose en las claves de «su poética», igual como el artista minimal, paradójicamente, «escribe libros de seiscientas páginas». «Hay algo de deicida, exagerado e inmoral en los poetas», sentencia el autor de «Contra natura».
Por contra, «hay algo de moral en el narrador».
Recuerda Álvaro Pombo que Juan Ramón Jiménez, era aquel poeta que decía cosas como «iracundos de hiel y sin sentido». «¡Yo empleo mucho esa frase!», comentó con mucha sorna Pombo. De ahí que Guillén y Salinas dijeran de Juan Ramon: «¡Hijo de la gran violenta!». En su perorata, lúcida y desinhibida, contra los poetas y su amor inconmesurable a «su poética» recordó que el «poeta es palabrón». «Platón expulsó a los poetas ¿Por qué? Porque siempre que hay un narrador aparecen veinte poetas».
Para culminar esta «venganza contra los poetas españoles», Pombo añadió que los poetas no suelen cantar a las democracias sino a los régimenes totalitarios: de por sí ellos parten de una estructura dictatorial. Como ejemplo, entre tantos, es su manera de vestir (mal). «Visten con nostalgia boliviana. Los poetas van mal porque ellos saben que están en su sitio».
(© Manuel Calderón)