Sigue coleando, nunca mejor dicho, la presencia de Isabel Allende en Plasencia, ciudad natal de Inés de Suárez. Vino, ya se sabe, a presentar a los medios de comunicación su nueva novela, protagonizada por la placentina.
Me dicen que la alcaldesa no cabe en sí de gozo. La elogia por escritora y por feminista. Lo proclama ella misma, encantada, en las entrevistas de televisión.
Los que llevamos tiempo en estos menesteres librescos (nunca tan internacionales, eso sí) desconocíamos, ya ves, ese fervor por la literatura. Lo comentábamos amistosamente, sin acritud, entre caña y vino: en estos últimos años ha habido unas cuantas presentaciones en la ciudad (nunca de escritores de esa talla, claro, pero plasencianos al cabo) y nunca la hemos visto por allí. Claro que no se puede comparar la aportación de la Allende a la cultura local con la de algunos pringadetes de por aquí.
De haberlo sabido, la habríamos echado de menos.
Me dicen que la alcaldesa no cabe en sí de gozo. La elogia por escritora y por feminista. Lo proclama ella misma, encantada, en las entrevistas de televisión.
Los que llevamos tiempo en estos menesteres librescos (nunca tan internacionales, eso sí) desconocíamos, ya ves, ese fervor por la literatura. Lo comentábamos amistosamente, sin acritud, entre caña y vino: en estos últimos años ha habido unas cuantas presentaciones en la ciudad (nunca de escritores de esa talla, claro, pero plasencianos al cabo) y nunca la hemos visto por allí. Claro que no se puede comparar la aportación de la Allende a la cultura local con la de algunos pringadetes de por aquí.
De haberlo sabido, la habríamos echado de menos.