Ayer fue un día duro. Los dolores y las agujetas de hoy lo ponen en evidencia. Con las últimas, benéficas lluvias, la entrada del molino estaba de pena. La caseta del motor, el puente, el porche... Entre mi mujer, mi hijo, mi suegra y yo sacamos durante horas cubos y carretillas de tierra, piedras y barro. Cuando las cosas vienen así de mal dadas, uno no puede por menos que abominar, ay, de la bendita Naturaleza. Después de la paliza, mientras comíamos cansados y en silencio, con sutil ironía, mi suegra dijo: "de esto puedes escribir". Y sonrieron todos.