Después de recitar unos cuantos de su último libro, comentaba en Zafra Adolfo García Ortega que no sólo le gustaba escribir poemas de amor, que también le encantaba leerlos. A mí me pasa todo lo contrario. He escrito muy pocos y los leo, casi siempre, sin el debido entusiasmo. Pocas veces, ay, me convencen. Por eso estoy feliz de que Eugenio Montejo, un poeta al que admiro, haya publicado un nuevo libro (ya de por sí un motivo de alegría) donde, al revés que en los dos anteriores (también en Pre-Textos), la poesía amorosa no sea la que predomine. Uno se congratula, en fin, de que don Eugenio celebre el amor, faltaría más, pero donde esté el Montejo (no amoroso) de siempre...