6.5.07

Domingo

Por circunstancias familiares, hace meses que no va uno al molino. La sana costumbre de pasar allí los domingos es ya sólo un recuerdo. Esta tarde -la de un día soleado, limpio y ventoso- he dado un largo paseo para evocar los que daba por el campo. Dos horas sin parar. He subido al Puerto por la carretera y he bajado por el Camino Viejo. Hacía años que no pasaba por allí. Ahora desemboca en una urbanización de casas bajas que desconocía. Si me hubieran llevado allí con los ojos vendados y al abrirlos me hubieran preguntado dónde estaba nunca hubiera respondido: "en Plasencia". Uno, que pertenece a la cultura del piso, admira dónde y cómo vive la gente. Mis convecinos, digo. Tampoco me explico de dónde sacan el dinero para construirse esos chalets de rico sobrevenido, tan a la americana. Tras la sorpresa, he bajado hasta el parque de la Coronación y he seguido mi rutinario paseo de cada día. La Isla estaba llena de gente que tomaba el sol. Los chopos ya están soltando su molesta pelusa. Paso a paso, he llegado a casa. Cansado pero contento. Todo lo feliz que se puede poner, cuando camina, alguien que, como quien dice, tiene pegados a los pies los pedales de un coche .