19.10.07

Placentín

Ha estado uno años esperando a que concluyan las obras de reconstrucción de un tramo importante de las murallas de mi mundo, el placentino, y, más allá, a que se urbanizase la zona colindante con ese extenso lienzo, el de las traseras del Parador. Ese ansiado fin ha llegado y, con él, mi desencanto. No tanto por la rehabilitación propiamente dicha cuanto por la solución urbanística adoptada. A costa de parecer un ciudadano quejicoso, mis disgustos por estos asuntos menudean. Esto le pasa a uno por vivir en una ciudad vieja y monumental. Eso y que, a mi melancólico modo de ver, este pueblo no tiene remedio. La obra empezó con una administración y la termina otra. Poco importa. Aunque el técnico propone, la decisión es, sin ambages, política.
Del lado de la muralla, una acera en la que se han colocado, para evitar el aparcamiento y proteger a los peatones de los coches, unos cubos de llamativo granito blanco que desentonan con el bonito color dorado de la piedra. Del otro lado, el de los edificios, con una acera enlosada de distinto color, unos arbolitos, aparcamientos a tutiplén (en batería) y unas farolas excesivamente altas y puntiagudas que válgame el cielo. Son del infame estilo de la que se colocaron en la plaza mayor hace años (donde, a pesar de las promesas, siguen). No hay más que pasearse por ahí para llegar a la triste conclusión de que esto del mobiliario urbano está en manos de incompetentes. En medio, una calzada demasiado estrecha. O del ancho justo. Con el agravante de que estamos hablando de una ronda que soporta una extraordinaria circulación.
Mis paisanos no se han pronunciado. O no les he oído. O están pasmados. Están demasiado pendientes de otra obra de restauración, la del albergue municipal (otra idea luminosa para ese preciso lugar), a la que han adosado una estructura metálica pintada de rojo que a mí, ya ves, no me disgusta del todo, como a Puerto. En estos sitios rancios hay mucha afición al pastiche y estas soluciones innovadoras...
Podría seguir. Por ejemplo, sacando a colación la nula grandeza con la que se ha abordado la entrada a la ciudad desde Salamanca. Otra ridiculez. Como tantas desde hace tanto. También traerá cola (en más de un sentido).
Por esto y por algunas cosas más, ya digo, está uno gemebundo y apesasumbrado. Innecesariamente.