28.5.08

Hornachos

Ayer por la tarde atravesé Extremadura de norte a sur para asistir a la presentación de un nuevo libro de la Editora, los Manuscritos árabes, que se encontraron en esa localidad de forma semejante a la biblioteca de Barcarrota: emparedados por un más que probable temor al tribunal de la Inquisición de la no muy lejana Llerena. Fue un viaje relámpago. Por la rapidez -se da por descontado tratándose de mí- y por los cielos de tormenta que me acompañaron, tanto al bajar como al subir. Por cierto, inolvidables las nubes del anochecer (y eso que eran más de las diez) sobre el Puerto de los Castaños, tan amenazantes como hermosas. Y ya que menciono esa palabra, ¡qué precioso es Hornachos! Sé que Aramburu podrá perdonarme el exceso y los consiguientes signos de admiración. Como la primera vez que estuve allí -hace ahora cuatro años, en un Foro Ibn Arabí- uno se dijo: me quedaría a vivir aquí. Imaginando, ah iluso, que en ese lugar sería posible esa vida más alta a la que, sin querer, se aspira. Que conste que no me importaría. Por soñar que no quede.
Fue un placer, en fin, pegarse otra paliza de coche (y más con esta espalda que uno padece) y saludar a los amigos de Tánger y Rabat y, cómo no, escuchar al jovencísimo alcalde (que no lo parece cuando se expresa con la debida soltura) y a Justo Vila (un cómplice necesario en esa aventura) y a las profesoras de la UEX (otra vez tiramos, por suerte, para casa), María de los Ángeles Pérez y María José Rebollo, que han cuidado la introducción, las notas y la traducción de una de las piezas, el devocionario; que también es, o lo parece, un libro de magia.