17.8.08

De vuelta

Ayer volvimos de Conil. Como nos pasa a todos, soy alguien distinto del que se fue. Creo que para bien. El caso es que allí hemos pasado quince días en la gloria. El temido levante saltó sólo una mañana y el resto han soplado frescos vientos de poniente. La luz del Sur ha hecho el resto.
No hemos tenido que saludar a ningún conocido (algo esencial para sentirse lejos de casa) porque al único que hemos visto no lo considera uno un personaje saludable.
Casi todo se ha ido en baños, paseos y lecturas. Del Diccionario Pla de literatura (en edición de Valentí Puig), de la poesía completa de Carlos Pujol, de la excelente biografía de Anna Ajmátova escrita por Elaine Feinstein, del Nápoles de la Ortese, de los cuentos de Askildsen, de La manía (que me hice regalar por mi cumpleaños), el último tomo de los diarios de Trapiello...
Allí leía uno por la mañana algunos párrafos donde el del Pago de San Clemente arremetía contra el arte de vanguardia (es un decir) y, por casualidad, esa misma tarde nos aventurábamos con los amigos conileños (matrimonios, hijos y sobrino) en el espléndido paraje de Montenmedio, en las cercanías de Vejer, donde se encuentra el NMAC, una fundación de arte contemporáneo y naturaleza. Lo mejor, a mi modo de ver, es el largo paseo en sí por aquel bosque. Además, las obras (llamémoslas así) de Sol Lewitt (rotunda en su monumentalidad), Shen Yuan (un puente de cerámica de una frágil y oriental belleza) o Susana Solano (una instalación en el mejor lugar). Nos divirtió mucho la Fuente de Sánchez Castillo y nos sorprendió el aire entre waterworld y madmax de la creación de P. Marthine Tayou. Con todo, me quedo con Nidos humanos, de Marina Abramovic, y eso que casi no la vemos.
Cada año se nos hace más corta la estancia en las costas gaditanas. Por eso está uno apesarado, que diría Trapiello. Bueno y porque mañana toca ya bajar a Mérida. Las vacaciones, sí, se han terminado. Lo noto, sobre todo, porque vuelve a dolerme la espalda.