Tiene razón mi madre: pasan muy pocas cosas interesantes últimamente en Extremadura. Me cuenta que cada día dedica menos tiempo ojear en internet los periódicos regionales. También le parece a uno bastante anodino casi todo de un tiempo a esta parte. En lo político, más que nada. Hombre, lo de Cáceres tiene su gracia, pero nosotros somos de Plasencia. ¿Lo de las Cajas? Ya perdimos hace años una. No es ajena esa sensación a las nuevas maneras de los que mandan. Lo explicaba muy bien hace unos días el periodista Antonio Cid de Rivera a propósito de los encuentros que mantienen en privado, cada poco, los señores Vara y Monago. Lo cierto es que oposición y partido gobernante están a partir un piñón, reforma del Estatuto mediante. Nada nuevo desde que Ibarra y Floriano (una odiosa comparación) se fueron. Y eso, claro, aburre. No milito en ningún partido, ni lo he hecho nunca (ni intención), pero entiendo que el consenso, por sistema, es todo lo contrario a la libre lucha democrática de ideas entre personas que tienen concepciones distintas de la vida. O no, ésa es la cuestión. Quiero decir que a lo peor unos y otros piensan lo mismo. Ya saben, la coartada de la buena gestión y el rollo del utilitarismo, sin carga ideológica detrás. Uno tuvo ocasión de comprobarlo en la consejería donde trabajaba. Evitaré, por responsabilidad, entrar en detalles. Eso sí, puedo traer un ejemplo, porque es público. Ocurrió hace ahora casi un año, el 13 de marzo de 2008 en la Asamblea de Extremadura. Ese aciago día se aprobó por unanimidad -todavía cuesta creerlo- la creación del Consejo Regional de la Edición. Se puede leer la transcripción del penoso debate parlamentario (una vez dentro, pinchar sobre DSAE 17-P, a la derecha) en la página web de la institución. Detrás, cómo no, el buen rollito existente entre las nuevas autoridades culturales y algún intelectual del PP. Los pormenores... ¿Es a eso a lo que llaman buenismo?