2.2.09

Dos novelistas vascos y la poesía

En una entrevista de Ander Landáburu a Ramiro Pinilla publicada en Babelia, el periodista comenta a propósito de la nueva novela del escritor vasco que “se produce un diálogo interesante entre ellos sobre la inutilidad de ser poeta y la percepción de la realidad”, a lo que Pinilla responde: “En cierto modo hay un choque entre el ser poeta, que es, digamos, la autosublimación del yo, y la persona que escribe y narra. En este caso vemos cómo un poeta quiere narrar y no puede. Y es así porque un poeta no puede narrar, incluso las excepciones”. “¿Incluso Pablo Neruda o Bertolt Brecht, por dar algún ejemplo?”, dice Landáburu. “Incluyamos a todos –responde Pinilla-. Al poeta que escribe la narrativa no le va. La esencia suya es la poesía. Un buen poeta no puede escribir una buena novela. Está demasiado metido en su yo, y la novela es impresión, es ponerse en el lugar de los personajes”.
En Público, Peio H. Riaño le pregunta a Fernando Aramburu: “Desde Fuegos con limón, usted es un contador de historias. ¿Se olvidó de la poesía a pesar de haberla practicado?”, y el novelista vasco responde:
“Lo que yo entiendo por poético no se ciñe exclusivamente a la escritura en versos. Es decir, escribir poesía no supone llegar automáticamente a un resultado poético. En mi evolución personal, pasé de escribir versos a otra cosa, donde la búsqueda de lo poético todavía persiste. Practicar otros géneros me permite hablar desde puntos de vista que no son exclusivamente los míos. Cuando uno escribe poesía, se expresa él y lo hace con sus palabras suyas, vamos a decir, y no aplicadas a un personaje de ficción. Por otro lado, lo que se entiende convencionalmente por poético excluye el humor, las descripciones, las reflexiones Eso eran limitaciones muy grandes. Se me quedó pequeño, porque me apetecía contar. Pero no me llevó a prescindir lo que conocemos por poético: la belleza de la expresión, la densidad y la hondura del pensamiento. A eso no he renunciado nunca”. “Tampoco ha renunciado al cuidado por lo poético”, comenta entonces Riaño. “Sí, porque el lenguaje es lo que el lector debería olvidar para llegar a la historia. Lo que el escritor pone en las páginas son palabras, frases, idioma. Si uno no lo maneja con suficiente altura literaria, es muy difícil que llegue a ofrecer a sus lectores algo valioso. Al decir altura, me refiero a cosas muy concretas, como la precisión de la imagen que se quería transmitir”, responde Aramburu.