Los habituales de este blog, importa poco el número, se habrán dado cuenta de que he descolgado un comentario sobre los hermanos Castro. Con una mezcla de candor e ingenuidad, mala cosa, hablaba de lo que creía una feliz coincidencia para los placentinos: al tiempo que Fernando, el crítico, asistía en Morille al "entierro" de Spinoza, a Javier, el galerista, le nombraban director del Centro de Arte de Salamanca, que está muy cerca del pueblecito citado. Eso era todo. O eso creía. Momentos antes de salir hacia Sant'Ana para escuchar a Jesús Sánchez Adalid en la sesión del Aula de Literatura, recibí una llamada telefónica que evitaré rememorar, sin duda una de las más desagradables de mi vida, a propósito del asunto. Anque yo no lo sabía (no hace falta que lo jure, pero...), ha suscitado en internet una batalla feroz. Resumiendo: retiré la entrada porque no era mi intención molestar y porque tampoco lo es, ya debidamente informado, entrar en polé micas que me son del todo ajenas. Que quede claro.