Voy por la página 281, capítulo 120, de El espíritu áspero. A estas alturas del relato ya sé que esta novela de GHB será recibida por la crítica y por los lectores (él ya tiene los suyos, que irán a más) con los máximos parabienes y, lo que más me importa, estoy disfrutando de lo lindo con ella. Era infundado su temor, expresado en el diálogo con Menéndez Salmón, del que ya se informó aquí, de que no fuera bien entendida, por aquello de que es una novela humorística (no sólo, aunque el humor pese), distinta de las dos anteriores (a las publicadas por Tusquets me refiero, las que han dado a conocer a HB a la inmensa minoría). Uno, en fin, no esperaba menos. En soledad y en silencio, son muchos los años que le ha dedicado el escritor a esta aventura. Me consta (como lector, no como amigo) que está escrita con la mayor ambición y que tiene voluntad y estilo (con perdón) de libro total, si se me permite la simpleza. Quiero decir que cabe en ella un áspero mundo, que es a la vez muchos mundos: Casas del Juglar, Murania, Madrid, etcétera. También una vida, que son muchas también: las de todos los personajes, Sín antes que ninguno, que pululan por sus apretadas páginas. Me quedan muchas por leer, pero ya anticipo que me pareceran al cabo pocas. Y es que en esta novela me quedaría a vivir, en esta aquidad y ahoridad, una larga temporada.