21.12.09

Un poema de Stasiuk

Iba sentado junto al conductor.
Catorce horas de viaje con una larga parada
para emborracharnos. Se nos venían encima nubes
de barro y luces irreales. El coche
era sabio y viejo. Agarraba las curvas a tientas.
De hecho, nosotros podríamos no haber estado.

El tabaco sabía a ciudad abandonada
al atardecer, en ese momento en que todos los viajes
parecen una huida. Nosotros también teníamos que poner tierra de por medio.
Teníamos que ponernos en marcha aún bajo los efectos del alcohol.

Gasolineras, una noche como el café
derramado sobre una mesa de color negro. La muerte se
acercaba y de nuevo volvía a alejarse. Éramos como
esos insectos de largas patas que se deslizan en la superficie del agua
demasiado ligeros para hundirse y al mismo tiempo sin alas.

(Traducción de Abel Murcia. En su blog)