31.1.10

Letras

Nada más llegar a la Editora Regional, decidimos crear dos líneas literarias nuevas, con independencia de en qué colección se publicaran los libros de cada una. Así nacieron Letras Portuguesas y Letras Americanas. La primera, de hecho, ya había sido abierta en la etapa de Fernando Pérez, cuando apareció Te me moriste, de J L. Peixoto. Propuse a Antonio Sáez que nos asesorara en la empresa y, de paso, se encargara de traducir los libros que fueran saliendo. Y así fue: Ruy Ventura (poesía), Jose Gil, A. Cândido Franco (ensayo) y ahora Fernando Pinto do Amaral (Lisboa, 1960) del que el mencionado profesor de Évora edita la antología Exactamente mi vida (1990-2007), de la que destaca, en primer lugar, el diseño de Julián Rodríguez, que dio desde el principio a la colección Poesía su sobrio tono inconfundible. Tan inconfundible, resalta Antonio Sáez, como la voz de este melancólico poeta portugués (¿una redundancia?) casi desconocido hasta hoy en España. Sería demasiado sencillo decir que la suya es poesía de la experiencia, más que nada por las tergiversaciones a que el dichoso término ha sido sometido aquí. Lo es. Palabras "gastadas" (dos veces toma el poeta palabras prestadas de Gil de Biedma), tono conversacional y narrativo, vida a raudales y meditaciones cotidianas marcan el territorio poético de Pinto do Amaral. Si tuviera que elegir algunos poemas, señalaría "A causa de un ave", "Zeitgeist" (los dos traducidos por J. Munárriz en la antología Portugal: la mirada cercana), "Doce de mayo de 1995", "Al releer la poesía reunida" o "Alentejo". No le cansa a uno leer esta poesía de apariencia natural y amable donde late, sin embargo, la desazón y la hondura de cualquier existencia.  
Para la aventura de Letras Americanas, nuestro cómplice fue Antonio María Flórez, que aunaba dos condiciones nada desdeñables: nació en Extremadura (ejerce de extremeño) y es colombiano. Además, es un poeta excelente y un magnífico conocedor de la literatura iberoamericana (también residió en Brasil). Esta línea fue inaugurada con un libro  Luis Eduardo Rivera y luego llegó otro de cuentos de Jaime Echeverri, el último hasta el presente de La Gaveta. A éste, según nuestros (fallidos) planes, le debían seguir los de Adalberto Agudelo y Orlando Mejía. Me cuentan que para evitar indeseables retrasos (no hace falta decir que la Editora subsiste con partidas presupuestarias ridículas), se optó por un libro único que reuniera una muestra significativa de la literatura colombiana actual y a los nombres citados se unieron los de Octavio Escobar y Triunfo Arciniegas  así como el de una mujer: Andrea Cote. Ese libro se titula Transmutaciones (Plural/Antologías) y lleva un claro, documentado y certero prologo de Flórez que también ha escrito las notas sobre los autores. Allí, los relatos de Agudelo y Arciniegas, una novela breve de Escobar (de gira estos días por España), los ensayos (sobre Basho, Hölderlin y León de Greiff) de Mejía y, por fin, un puñado de poemas de Andrea Cote (hay más Cotes poetas en Colombia) que a uno, por cierto, le han impresionado vivamente.