30.12.10

De Moñino

Todo lo que se diga aquí (y en cualquier parte) a propósito de don Antonio será siempre poco. Con motivo de la celebración del primer centenario de su nacimiento, siguen sucediéndose hechos trascendentes. Los que más me importan, por aquello de mantenerse fiel al espíritu del maestro (éste sí), vienen en forma de libro. Así, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura y la Editora Regional publican una edición facsimilar de El Criticón, Papel volante de Letras y Libros continuación del fundado por B. J. Gallardo, una revista en dos entregas a la que ha puesto una explícita nota preliminar Miguel Ángel Lama, que también ha cuidado la primorosa edición.
Donde de forma cabal -acaso ninguna introducción mejor- se ve la altura intelectual y moral (tanto monta) del de Calzadilla de los Barros, es en el libro de otro profesor de la Universidad de Extremadura -como Lama, discípulo de Juan Manuel Rozas, otro moñiniano de pro-, José Luis Bernal Salgado, que reedita en la recién mencionada Editora parte de un viejo Cuaderno Popular bajo el título: Antonio Rodríguez Moñino, un extremeño universal. En este adjetivo centra Bernal su informado y afectuoso acercamiento, ya que Moñino nunca dejó de ser de aquí al tiempo que de cualquier parte, como los mejores extremeños que en el mundo han sido. Bibliófilo, decíamos, "a lo Gallardo", y bibliógrafo, "a lo Menéndez Pelayo", su ejemplo no deja de darnos la clave sobre nuestra mejor manera de estar en la literatura y en los libros; en la vida, en suma.Y ya que la menciono, ¡vaya la que él tuvo! Por culpa de la maldita Guerra Civil, sí, pero sobre todo, por culpa del franquismo que le negó siempre el pan y la sal, si bien nunca pudo doblegar su voluntad de "hombre de letras" (como prefiere Sciascia, en la estela de Voltaire y de su época). Ya digo que leer la obra de Bernal da todas las claves para comprender una existencia tan intensa como difícil, llena de logros en el campo de la bibliografía y la filología, pero no sólo, pues es imposible obviar su magisterio en el hispanismo o su faceta como editor (en Castalia y al fundar Revista española).
Parafraseando a Gerardo Diego (otra persona importante para él), Bernal deduce que la vida del último académico extremeño de la Española fue "un único libro interminable". Con todo, uno se queda con las famosas palabras que abren "Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos XVI y XVII": " Yo no pretendo ser un crítico, sino más bien un bibliógrafo; es decir, para el común de las gentes, el hombre que copia fielmente portadas de libros, señala los exactos milímetros del volumen, cuenta con minuciosidad folios o páginas y organiza catálogos de autores, series y bibliotecas. Tal vez, para desgracia de ese papel de bibliógrafo, tengo la debilidad de no considerar al libro sólo como unidad catalográfica, sino como expresión material de pensamiento y sensibilidad: quiero decir que los leo".
No puedo dejar pasar la ocasión sin mencionar otra obra recién rescatada, me refiero a la preciosa edición de Pasión y muerte del arquitecto. Un enigma bibliofílico. (Homenaje a la memoria de Don Antonio Rodríguez Moñino, de Gerardo Diego, publicado en los Pliegos de la Sorpresa, de la Fundación que lleva el nombre del poeta, a la que se acompañan el facsímil del curioso poema de Moñino (que siempre fue un poeta secreto e incluso llegó a presentarse al Adonais) y Nota a la edición de un enigma, de José Luis Bernal (que en su biografía de Moñino incluye, entre otros textos, ese Tiempo apócrifo de la Fábula de X y Z publicado por primera vez en 1934).