18.2.11

Alguna conclusión

Susi, la mujer de Fernando Pérez, me escribe: "¿Qué diría tu amigo?, ¿te lo imaginas?" Ya me lo había preguntado yo mismo. Cómo para tantas cosas tantas veces. Él era un referente y lo sigue siendo, a pesar de la muerte. Él y otros amigos, como Ángel Campos, que se quedaron por el camino. Me digo a veces: ¿qué haría Fernando?, ¿cómo actuaría Ángel? Por suerte, aún puedo descolgar el teléfono o enviar un e-mail y consultar o comentar tal o cual cosa a personas con criterio que siguen viviendo en Extremadura. O fuera. Ninguna, por cierto, en la actividad política.
De todo lo sucedido con la Nómina de Barcarrota (hoy hace una semana, sólo eso, del artículo del Hoy y menos aún del de El Mundo), uno saca distintas conclusiones, algunas ya han sido expresadas aquí. Una de las más generales es que todo esto ha sido una consecuencia, entre muchas, de haber puesto la política cultural extremeña en mano de aficionados, o ni eso. Del más alto cargo al menos relevante de la Consejería del ramo. Con escasas excepciones, aunque haberlas haylas. No me refiero a los técnicos con responsabilidades sino a los llamados cargos "de libre designación". Sí, uno también lo fue,  con sus errores y sus aciertos, pero tuve suerte y trabajé para gente que sabía lo que se traía entre manos. Y que eran capaces de transmitir esa forma de hacer. Por eso, algunos que entonces ya estaban allí sabían a qué atenerse y ahora, en otras circunstancias, a falta de referentes, se ve que no. Uno podía mostrar el debido respeto y asumir sin excesiva dificultad las decisiones que se tomaban. Además, se tenían en cuenta las opiniones ajenas. Hasta que... Cinco años de seis, no es mal balance.
El de esa nefasta incompetencia a que aludo es un convencimiento que tengo desde hace tiempo. No es la primera vez que se me lee o que se me escucha. A los hechos, estos de ahora -tan lamentables, tan bochornosos, dignos de ser recordados y no olvidados sin más- me remito. Por seguir generalizando, hemos pasado de ser un ejemplo a todo lo contrario. Y en terrenos donde antes pisábamos con fuerza. Con una autoridad moral de la que ahora, por desgracia, carecemos. Ah, no me ciega al decirlo ningún rencor. Ni ninguna nostalgia. Ojalá fuera eso.