"Sello de Barcarrota" se ha venido llamando al círculo de papel, manuscrito en anverso y reverso, de 11 cms. de diámetro, que apareció junto a los libros que forman la Biblioteca de igual nombre, la que se encontró emparedada en una casa de esa localidad extremeña. No ha llegado a descifrarse del todo el enigma que encierra la Nómina o amuleto, pero no cabe duda de que poderes tiene.
Al poco de llegar a la Editora, me enteré de que la pieza llevaba tiempo desaparecida. A pesar de que hice uso de ese emblema para el Plan de Fomento de la Lectura, a modo de logo, decidí, con permiso de mis superiores, utilizarlo definitivamente como anagrama de la Editora Regional de Extremadura, que es el que lleva desde entonces. Para el Plan se buscó otro. Con ser mucho más antiguo, era más moderno que el que se diseñó para la editorial pública extremeña hace más de veinticinco años.
Una de las últimas cosas que hice en la Editora fue, precisamente, redactar un extenso informe (del que guardo, por supuesto, copia) sobre esa misteriosa desaparición. ¿Por qué? En abril de 2008 Fernando Serrano Mangas me escribió un email donde me informaba de una próxima exposición en Barcarrota sobre la Biblioteca, como "actividad paralela" de un curso universitario de verano. Entre otras cosas, comentaba: "me dice Justo Vila que la Nómina -pieza número doce de la Biblioteca de Barcarrota y con el mismo rango que las otras once- se custodia en la Editora Regional, cosa, ésta, difícil de entender para un profano de la industria editorial como yo. El motivo de mi carta no es otro que solicitar de tu generosidad -o de Justo o de quien dependa el asunto- el traslado de esa reliquia, la Nómina, hasta Barcarrota, durante un día o dos, con el fin de que sus vecinos puedan contemplar "su" Biblioteca completa y sin merma, ya que desde su hallazgo, incomprensiblemente, no han gozado de ese merecido placer. Esta es la ocasión".
De inmediato, informé a los altos cargos de la Consejería de la solicitud. En consecuencia, se decidió buscar la Nómina perdida no sin antes ordenarme que no contestara al mensaje.
La única vez que hablé con la consejera Flores, en un aparcamiento de un restaurante de Almendralejo, fue de este asunto. Desde lejos, mis amigos Castelo y Bernal observaban atónitos lo que les pareció, según confesión posterior, un cese en vivo y en directo. Por la actitud con la que se dirigía a mí. Digna de verse.
Tras una llamada telefónica de Justo Vila, avisé a mis jefes de una presunta conversación al respecto entre un alcalde concernido y el mismísimo presidente F. Vara, al que, según el director de la Biblioteca Regional, el edil le habría informado, presuntamente, de la pérdida.
Se sabe, en resumen, que la dichosa Nómina se sacó en 1999 de una caja de seguridad de una sucursal de Caja de Extremadura sita en la calle Santa Eulalia de Mérida y que se llevó a la Consejería de Cultura para que Ceferino López hiciera unas fotografías. De mis pesquisas, nada detectivescas ni profesionales pero serias y concienzudas (me consta que se han seguido mis pasos entre ayer y hoy), deduje, y así lo hice constar (para disgusto de alguno), que nunca estuvo depositada en la Editora (pudo llevar a confusión que la Editora, por aquellas fechas, tuviera su sede en el mismo edificio), que pasó por una caja fuerte de esa Consejería y que, presumiblemente, acabó en la Biblioteca de Extremadura con el resto del legado de Barcarrota, pero allí este extremo siempre se ha negado. Nos consta, porque le conocimos, que Fernando Pérez, a la sazón director de la ERE (a quien siempre se ha querido injustamente cargar el muerto), era una persona en extremo cuidadosa y responsable como para dejar el documento en cualquier sitio. Un papelito, por cierto, de pequeñísimo tamaño, muy deteriorado por el paso del tiempo, a punto de desintegrase, según testigos, por lo que se pensó en enviarlo cuanto antes al restaurador, donde también me llevaron, sin éxito, mis averiguaciones.
Durante ese proceso, contacté con el profesor Dwayne Eugéne Carpenter, Profesor of Hispanic Studies y Jefe de Departamento del Romance Languages and Literatures, además de co-Director del Jewish Studies del prestigioso Boston College y autor de la edición del Alborayque (uno de los libros de Barcarrota) que publicó la Editora, ya que fue una de las últimas personas que habló con Fernando en Badajoz en el que sería el último acto público de mi añorado amigo, tampoco me pudo aclarar nada al respecto. Vamos, él daba por hecho que "el famoso círculo de papel con una inscripción enigmática", como lo denomina en su carta, estaba depositado en la Biblioteca Regional. En concreto, decía: "Si mal no me acuerdo, vi todo el contenido de la Biblioteca de Barcarrota en Badajoz en la oficina del Director de dicha biblioteca. Allí estaba con Fernando y el Director mientras éste sacaba los libros y manuscritos de una caja de aluminio para enseñarnos cada objeto. Este encuentro debiera de haber ocurrido en 2003 o, menos probable, en 2004, ya que después sólo trabajé con el Alborayque y nunca más llegué a ver el círculo".
Ahora, muchos años después, aflora por fin el tema (¡y de qué estúpida y desmedida manera!) y se hace público para estupefacción de algunos y sonrisas hipócritas de otros. Eso sí, a las pocas horas, como por arte de magia, la Nómina ha aparecido. ¡Con la de horas que estuvimos buscando otros (algunos siguen siendo los mismos: el secretario general de la Consejería, el jefe de gabinete...) en los mismos sitios! Sospechoso, sin duda. En fin, uno se alegra. Como extremeño, por el buen nombre de la Editora (que los de siempre, los mismos indeseables del caso Montoya, vuelven a querer manchar) y, sobre todo, para que dejen la memoria de Fernando Tomás Pérez González en paz. Nunca he dudado, y termino, de que el dichoso informe tuviera algo (o mucho) que ver con mi salida por la puerta de atrás de la Editora. Bendita sea.
Al poco de llegar a la Editora, me enteré de que la pieza llevaba tiempo desaparecida. A pesar de que hice uso de ese emblema para el Plan de Fomento de la Lectura, a modo de logo, decidí, con permiso de mis superiores, utilizarlo definitivamente como anagrama de la Editora Regional de Extremadura, que es el que lleva desde entonces. Para el Plan se buscó otro. Con ser mucho más antiguo, era más moderno que el que se diseñó para la editorial pública extremeña hace más de veinticinco años.
Una de las últimas cosas que hice en la Editora fue, precisamente, redactar un extenso informe (del que guardo, por supuesto, copia) sobre esa misteriosa desaparición. ¿Por qué? En abril de 2008 Fernando Serrano Mangas me escribió un email donde me informaba de una próxima exposición en Barcarrota sobre la Biblioteca, como "actividad paralela" de un curso universitario de verano. Entre otras cosas, comentaba: "me dice Justo Vila que la Nómina -pieza número doce de la Biblioteca de Barcarrota y con el mismo rango que las otras once- se custodia en la Editora Regional, cosa, ésta, difícil de entender para un profano de la industria editorial como yo. El motivo de mi carta no es otro que solicitar de tu generosidad -o de Justo o de quien dependa el asunto- el traslado de esa reliquia, la Nómina, hasta Barcarrota, durante un día o dos, con el fin de que sus vecinos puedan contemplar "su" Biblioteca completa y sin merma, ya que desde su hallazgo, incomprensiblemente, no han gozado de ese merecido placer. Esta es la ocasión".
De inmediato, informé a los altos cargos de la Consejería de la solicitud. En consecuencia, se decidió buscar la Nómina perdida no sin antes ordenarme que no contestara al mensaje.
La única vez que hablé con la consejera Flores, en un aparcamiento de un restaurante de Almendralejo, fue de este asunto. Desde lejos, mis amigos Castelo y Bernal observaban atónitos lo que les pareció, según confesión posterior, un cese en vivo y en directo. Por la actitud con la que se dirigía a mí. Digna de verse.
Tras una llamada telefónica de Justo Vila, avisé a mis jefes de una presunta conversación al respecto entre un alcalde concernido y el mismísimo presidente F. Vara, al que, según el director de la Biblioteca Regional, el edil le habría informado, presuntamente, de la pérdida.
Se sabe, en resumen, que la dichosa Nómina se sacó en 1999 de una caja de seguridad de una sucursal de Caja de Extremadura sita en la calle Santa Eulalia de Mérida y que se llevó a la Consejería de Cultura para que Ceferino López hiciera unas fotografías. De mis pesquisas, nada detectivescas ni profesionales pero serias y concienzudas (me consta que se han seguido mis pasos entre ayer y hoy), deduje, y así lo hice constar (para disgusto de alguno), que nunca estuvo depositada en la Editora (pudo llevar a confusión que la Editora, por aquellas fechas, tuviera su sede en el mismo edificio), que pasó por una caja fuerte de esa Consejería y que, presumiblemente, acabó en la Biblioteca de Extremadura con el resto del legado de Barcarrota, pero allí este extremo siempre se ha negado. Nos consta, porque le conocimos, que Fernando Pérez, a la sazón director de la ERE (a quien siempre se ha querido injustamente cargar el muerto), era una persona en extremo cuidadosa y responsable como para dejar el documento en cualquier sitio. Un papelito, por cierto, de pequeñísimo tamaño, muy deteriorado por el paso del tiempo, a punto de desintegrase, según testigos, por lo que se pensó en enviarlo cuanto antes al restaurador, donde también me llevaron, sin éxito, mis averiguaciones.
Durante ese proceso, contacté con el profesor Dwayne Eugéne Carpenter, Profesor of Hispanic Studies y Jefe de Departamento del Romance Languages and Literatures, además de co-Director del Jewish Studies del prestigioso Boston College y autor de la edición del Alborayque (uno de los libros de Barcarrota) que publicó la Editora, ya que fue una de las últimas personas que habló con Fernando en Badajoz en el que sería el último acto público de mi añorado amigo, tampoco me pudo aclarar nada al respecto. Vamos, él daba por hecho que "el famoso círculo de papel con una inscripción enigmática", como lo denomina en su carta, estaba depositado en la Biblioteca Regional. En concreto, decía: "Si mal no me acuerdo, vi todo el contenido de la Biblioteca de Barcarrota en Badajoz en la oficina del Director de dicha biblioteca. Allí estaba con Fernando y el Director mientras éste sacaba los libros y manuscritos de una caja de aluminio para enseñarnos cada objeto. Este encuentro debiera de haber ocurrido en 2003 o, menos probable, en 2004, ya que después sólo trabajé con el Alborayque y nunca más llegué a ver el círculo".
Ahora, muchos años después, aflora por fin el tema (¡y de qué estúpida y desmedida manera!) y se hace público para estupefacción de algunos y sonrisas hipócritas de otros. Eso sí, a las pocas horas, como por arte de magia, la Nómina ha aparecido. ¡Con la de horas que estuvimos buscando otros (algunos siguen siendo los mismos: el secretario general de la Consejería, el jefe de gabinete...) en los mismos sitios! Sospechoso, sin duda. En fin, uno se alegra. Como extremeño, por el buen nombre de la Editora (que los de siempre, los mismos indeseables del caso Montoya, vuelven a querer manchar) y, sobre todo, para que dejen la memoria de Fernando Tomás Pérez González en paz. Nunca he dudado, y termino, de que el dichoso informe tuviera algo (o mucho) que ver con mi salida por la puerta de atrás de la Editora. Bendita sea.