17.4.11

Perros en la playa: el libro

Sí, porque también está el blog. Después de publicar Hormigas blancas. Notas 1992-2003, y de adelantar los cuadernos La puerta del año y Las huellas del equilibrista, llega Perros en la playa donde el poeta, ensayista y traductor, entre otras cosas, reúne diversos textos y poemas correspondientes a seis años de escritura, de 2004 a 2011. Aunque no falta la memoria, todo lo contrario, no estamos ante un dietario o diario al uso. Nada es "al uso" en Doce. Los aforismos, por ejemplo, que es lo que más abunda, son más abstractos de lo habitual, menos previsibles, y ello, según creo, porque son ante todo poesía. Poemas escritos de otra forma, si se quiere. Con la debida densidad conceptual, seguro, pero poesía al fin y al cabo. Tan poemas, la mayor parte de las veces, como los que, de manera novedosa, incorpora a esas páginas. En lo personal, me he dado el gusto de reescribir en versos uno de los fragmentos, el último de la página 35 que sigue en la 36, y me ha cuadrado perfectamente.
Una vez asumida la poética de lo fragmentario, moderna por naturaleza, Jordi Doce avanza por territorios que, otra disidencia, no tienen, como decía, la precisa marca de lo propio que solemos encontrar en este tipo de libros. Quiero decir que lo confesional o lo privado, lo-que-a-mí-me-pasa, deja lugar a una reflexión más pura, más abierta, más universal y, en consecuencia, más ambiciosa.
Aunque, como es lógico, él no lo haga, sus lectores sí podemos presumir de la inteligencia y la lucidez de Jordi Doce, de sobra demostrada en sus ensayos, que aquí se aquilata y afina dando muestras de un pensamiento tan coherente como novedoso y plural.
No hace falta decir que predomina la mirada hacia la poesía y hacia la literatura, en una suerte de metapoética que se resuelve, cuando toca, en "poesía refleja" o "poesía autocrítica", por decirlo con las palabras que usamos a la hora de acercarnos a las poéticas de mi paisana Pureza Canelo.
Tampoco que la visión de Doce es tensa, nada complaciente, dura y hostil a veces. Como la vida. Escribir es defender la intimidad en que se está, nos recuerda Doce, "defender el espacio de soledad y silencio, la madriguera en la que algunos debemos recalar con más o menos frecuencia para no perder la cabeza o no perdernos a nosotros mismos en el laberinto de las calles y el trato social".
Porque las circunstancias mandan, desde su posición privilegiada en la revista Letras Libres y ahora por su trabajo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (donde está fechado, por cierto, el libro), Doce aprovecha para desenmascarar imposturas y, de paso, a presuntos figurines y figurones de la escena literaria, tan proclive a la farsa. Eso sí, que no espere el curioso ningún nombre. Esto no es cuore.
Si a todo lo dicho añadimos que la edición de La Oficina, al cuidado de mi admirado Joaquín Gallego, es preciosa y que lleva dibujos de Javier Pagola, nadie podrá negar el indudable interés y el don de la oportunidad de este libro, uno más, y de los mejores, de uno de los autores más firmes y  fiables de nuestro panorama.