En una entrevista reciente publicada en Poesía Digital, Amalia Bautista hacía referencia a una antología de poemas de la mexicana Rosario Castellanos que iba a editar en Renacimiento. La he encontrado esta mañana en El Quijote. Y me ha faltado tiempo para comprarla. Y, ya en casa, para leerla. El prólogo, tan claro y preciso como todo lo que escribe A. B., nos informa de esta injusta desconocida... en España. De su vida de mujer (sobre todo) inteligente y atormentada que murió en Tel-Aviv, donde era embajadora, antes de cumplir los cincuenta por culpa de un accidente doméstico (mucho antes había escrito: "Es tan fácil morir, basta tan poco") y, lo que más nos importa, de su poesía, inseparable de aquélla, de un marcado carácter autobiográfico, más evidente en sus últimos libros, que son, por cierto, los mejores.
Su condición de mujer es determinante, ya digo, en su poesía. Se ve que el feminismo, y R. C. lo practicó a su modo, en legítima defensa, puede ser algo más que ideología, que para según quién y en qué particulares circunstancias es una manera inevitable y natural de ser. Basta leer sus versos (y sus prosas) para darse cuenta de ello. En poemas como "Kinsey report", por ejemplo, donde alude a distintos tipos de mujer: la casada, la soltera, la divorciada, la lesbiana..., o en el impresionante "Lecciones de cosas".
Pero hay más. La soledad ("El hombre es un animal de soledades"), los amigos, el hijo ("Se habla de Gabriel"), el pasado ("Yo soy un ancho patio, una gran casa abierta: / yo soy una memoria"), el suicidio ("Advertencia al que llega"), la muerte ("(No es de los que invocan a la muerte. / Es de los que la hospedan, silenciosos)").
Empecé a anotar los títulos de los poemas que más me gustaban y la lista acabó coincidiendo, prácticamente, con el índice. "Destino", "Monólogo de la extranjera", "Sobremesa", "Ajedrez", "Economía doméstica", "Autorretrato", "Entrevista de prensa"... Copio debajo "Meditación el umbral", un poema que ejemplifica a la perfección de qué estamos hablando:
Su condición de mujer es determinante, ya digo, en su poesía. Se ve que el feminismo, y R. C. lo practicó a su modo, en legítima defensa, puede ser algo más que ideología, que para según quién y en qué particulares circunstancias es una manera inevitable y natural de ser. Basta leer sus versos (y sus prosas) para darse cuenta de ello. En poemas como "Kinsey report", por ejemplo, donde alude a distintos tipos de mujer: la casada, la soltera, la divorciada, la lesbiana..., o en el impresionante "Lecciones de cosas".
Pero hay más. La soledad ("El hombre es un animal de soledades"), los amigos, el hijo ("Se habla de Gabriel"), el pasado ("Yo soy un ancho patio, una gran casa abierta: / yo soy una memoria"), el suicidio ("Advertencia al que llega"), la muerte ("(No es de los que invocan a la muerte. / Es de los que la hospedan, silenciosos)").
Empecé a anotar los títulos de los poemas que más me gustaban y la lista acabó coincidiendo, prácticamente, con el índice. "Destino", "Monólogo de la extranjera", "Sobremesa", "Ajedrez", "Economía doméstica", "Autorretrato", "Entrevista de prensa"... Copio debajo "Meditación el umbral", un poema que ejemplifica a la perfección de qué estamos hablando:
MEDITACIÓN EN EL UMBRAL
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.