En la visita obligada al centro comercial Bahía Sur de San Fernando suelo refugiarme, del calor y de las compras, en la librería de El Corte Inglés. Su sección de poesía, como todas, ya no es lo que era; con todo, algo encuentro siempre. En este caso un librito de Adonais (sin tilde, Pureza), Discurso de la ceniza (un título muy adonístico), de Pablo Moreno, autor de Lauda, que tanto me sorprendió. Lo leí del tirón en una terraza de Cádiz, enfrente del ayuntamiento, a favor de los vientos de poniente y muy cerca del uno de los muelles del puerto donde, por cierto, estaba atracado un barco con matrícula de Tánger.
No me decepcionó el tercer libro de Moreno, aunque reconozco que no llegó a sorprenderme tanto como el mencionado Lauda. Poco importa eso. A veces, con independencia de la calidad de la obra, nos quedamos con el primer libro que leímos de tal o cual autor. Es una teoría que sostiene GHB, que suele citar algunos títulos de Landero para justificar el caso. Quien prefiere, dice él, El guitarrista o Retrato de un hombre inmaduro a la famosa Juegos de la edad tardía simplemente porque fue la primera novela que leyó del de Alburquerque. Lo que importa es que el libro, se titule como se titule y haga el número que haga, sea eso: un buen libro. Y el de Moreno lo es. Y basta.
No me decepcionó el tercer libro de Moreno, aunque reconozco que no llegó a sorprenderme tanto como el mencionado Lauda. Poco importa eso. A veces, con independencia de la calidad de la obra, nos quedamos con el primer libro que leímos de tal o cual autor. Es una teoría que sostiene GHB, que suele citar algunos títulos de Landero para justificar el caso. Quien prefiere, dice él, El guitarrista o Retrato de un hombre inmaduro a la famosa Juegos de la edad tardía simplemente porque fue la primera novela que leyó del de Alburquerque. Lo que importa es que el libro, se titule como se titule y haga el número que haga, sea eso: un buen libro. Y el de Moreno lo es. Y basta.