Me refiero a la revista, no el escritor asturiano, como ella. Un número variado, el 94, que aprovecho más allá de lo previsible. Suele pasar. Entre otros textos, además de los Paliques finales (con reseñados y reseñadores de enjundia), un par de poemas del griego y exquisito Elytis (ah, qué jóvenes éramos cuando lo leímos por primera vez) y otros dos del estadounidense y proletario Levine; una conversación de Gabriel Insausti con el poeta Julio Trujillo; unos incisivos aforismos de Marcos Abal ("La timidez es siempre una exageración", "Ser poeta es no usar para nada al poeta que llevamos enterrado dentro, y que abre los ojos automáticamente cuando ve un buen culo", "Nada me parece poco"); un curioso texto de Julio Baquero sobre ranas, oriente y la poesía; algunos trabajos académicos con bibliografía incorporada (que, por suerte, no eran frecuentes en Clarín); un paseo por Sicila de la mano de Martínez-Conde (sin referencias literarias, por cierto) y un ensayo estupendo de Marina Gasparini Lagrange, autora de Laberinto veneciano (un libro publicado por Candaya con el que quiero hacerme), leído en la presentación barcelonesa de sus ensayos sobre la mítica ciudad italiana. "Escribimos desde un lugar, dice, desde un sentimiento, desde una nostalgia. Escribimos desde una pregunta, desde una incertidumbre o desde la necesidad de trazar pertenencias a través de la palabra". Y, con sensatez, añade: "El lugar desde el que se escribe, cualquiera que éste sea, requiere de un tono, de un lenguaje". Y más adelante: "Caminar es una manera de pensar", o, recordando al Señor de la Montaña: "La escritura que me interesa es la que ensaya y no aspira a llegar a ninguna conclusión, pues los Ensayos, como bien tuvo Montaigne en subrayar, hablaban fundamentalmente de sí mismo".