Me gusta mucho leer entrevistas. Es un género difícil, sí, pero cuando el periodista acierta... El periodista o quien corresponda. Prefiero las de escritores, pero también disfruto con las opiniones de los arquitectos, por ejemplo. En el caso que nos ocupa, se trata de la escritora uruguaya (de Montevideo), nacionalizada italiana, Martha L. Canfield, quien conversa con el poeta y artista peruano Jorge Eduardo Eielson, muerto en Milán en 2006 y que residió gran parte de su vida en Italia. En España podemos encontrar, entre otros, ediciones de sus libros Poeta en Roma (Visor) y Del absoluto amor (Pre-Textos). El diálogo infinito. Una conversación con Martha L. Canfield ha sido publicado en la Biblioteca de Poesía en Español de Sibila/Fundación BBVA y reúne, por suerte, tres largos diálogos entre Eielson y Canfield que tuvieron lugar en 1990, 1995 y 2006, respectivamente. El primero se celebró en la casa de Cerdeña, propiedad de su íntimo amigo Michele Mulas, donde el poeta pasaba los veranos; la segunda, entre Milán y Florencia, y la tercera en su adorada Roma, cuando el poeta ya estaba fatalmente enfermo. Como es lógico, ese infinito diálogo entre personas que se conocen, se respetan y hasta se admiran da para mucho. De todo o casi todo se habló y eso quiere decir de poesía (Eielson abandonó la forma tradicional, la poesía escrita, a favor de otros medios de expresión visuales o plásticos); del arte en general: la pintura, la música ("La música está en el origen de todas las cosas"); de la ciencia y la cibernética; del budismo (de Oriente) y todo lo relacionado con la cultura precolombina; del cuerpo y su desnudo; de los hombres (del mundo de los perros) y las mujeres (del mundo de los gatos); de nudos y sillas; de Lima y la tristeza limeña; de genialidades e imposturas; de la amistad y el amor; del vacío y la nada, etc. Y todo en tono pleno de humildad, sabiduría y coherencia, que da gusto escuchar. "La escritura, dice, es parte de mi vida de todos los días. No establezco casi diferencia entre lo que escribo y lo que vivo. (...) Cualquier ambición personal es un estorbo y un peso que destruye o pervierte la visión interior. Escribir es como respirar, y cuando se respira realmente bien...se respira solamente".
(En la imagen superior, uno de sus nudos)