PLAZA DE GARROVILLAS
nunca te has ido
de esta plaza alargada
que a la vista
parece inmensurable.
Cualquier embocadura te conduce
al espacio de arcadas que rodea
su centro fugitivo.
Todo es aquí blanco y dorado.
Terroso el suelo y encalado el muro.
Una palmera,
de verde muy vivaz, rompe,
en contraste,
su apagado esplendor.
Es de la soledad este recinto,
quebrada apenas
por el vuelo fugaz de la cigüeña
o el oblicuo cruzar de cualquier sombra.
Del silencio, también; tan sólo roto
por toques de campana, leves pasos...
Abierta al cielo
romano de Alconétar,
esta plaza se piensa condenada
a ser ya para siempre del recuerdo.
(De Desde fuera, 2008)