Manuel Neila (Hervás, 1950), poeta, traductor y crítico, tiene una veta aforística que viene desarrollando desde hace años. Fruto de esa labor, los libros El silencio roto, Palabras en vilo, La voz desnuda y Juicios en alarde. Los tres últimos, inéditos. De ellos ha sacado los aforismos que componen Pensamientos de intemperie, "quintaesencia", según él, de esa trilogía, si bien recupera algunos de su primera obra. Lo publica Renacimiento, con el rigor acostumbrado, en su colección A la mínima, que dirige el propio Neila.
La mayor parte de los aforismos tienen que ver con los asuntos que de verdad conciernen a Neila: la poesía, por ejemplo (y escribir, en general), a la que dedica páginas de verdad enjundiosas. Por extensión, a cuanto afecta a la vida de un hombre (él), que es casi todo. Siquiera sea porque, como recuerda, "Lo inesperado sucede a cada instante". Central es también la reflexión sobre el aforismo y la aforística.
"Hay pensamientos que sólo afloran como respuesta a una inquietud: son los pensamientos de intemperie". Y añade más adelante: "El pensamiento fragmentario no necesita de escuelas, academias o cátedras: es un pensamiento a la intemperie".
Moralista, como cualquiera que se dedique a esta rigurosa y afilada forma de pensar y de escribir (por cierto, tan de moda: Babelia le dedicó el sábado pasado un especial al tema), Neila actúa con la humildad debida (la que exige al poeta si quiere dedicarse a ese oficio), con un "estilo natural", con sobradas lecturas detrás (sobre todo de clásicos del género: de Pascal a Canetti, de Lichtenberg a Joubert, de Kraus a Ferlosio), para ir, sin ambages, hasta el fondo de las cosas. "Nada aburre tanto como la diversión. Por eso aburren, ¡y de qué modo!, los escritores empeñados en parecer divertidos".
MN lo tiene claro: "Difícilmente entenderemos los aforismos si no conseguimos leerlos como preguntas, a pesar de su forma apodíctica". Tal vez por eso estos aforismos pensados "razonablemente", están destinados a ser leídos una y otra vez, algo que garantiza larga vida al libro. Resista la prueba del tiempo o no, lo que está ya demostrado es que quien toca este libro, "ya lo dijo el poeta, toca a un hombre". Y que este hombre merecer ser escuchado.