25.7.12

Polacos














Cuando uno ve este libro de casi 400 páginas, tan bien impreso, con el sugerente título de Poesía a contragolpe. Antología de poesía polaca contemporánea (autores nacidos entre 1960 y 1980) no puede por menos que celebrar la existencia de editores privados o públicos (como en este caso: Prensas Universitarias. Universidad de Zaragoza. Colección La Gruta de las Palabras) que todavía se atreven a publicar obras así, tan arriesgadas, y, más aún, que haya traductores, que también son poetas, capaces de abordar una tarea titánica. Me refiero a Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Xavier Farré, responsables del feliz acontecimiento. Una breve Nota sobre la antología y la traducción, que firma Murcia, y un extenso prólogo de Farré, que no deja de ser un intenso y fundamentado ensayo, preceden a los poemas. En este caso, ni uno ni otro deberían evitarse: son textos necesarios. Más para el aficionado que sabe de poesía polaca lo justo. Es verdad, como señala el prologuista, que es cada vez más conocida -en nuestro ámbito lingüístico, gracias en buena parte a ellos- y que al lector español no se le escapan los nombres de Milosz, Herbert, Szymborska o Zagajewski. Cosa distinta es el "presente" de esa poesía, del que se da cuenta aquí.
Conviene precisar que nos encontramos ante la antología más importante de este periodo publicada en lengua no polaca. Salvo algún poeta intraducible (Tekieli), recoge poemas (ocho de cada uno) de sesenta y un poetas.
El título obedece a que esta poesía refleja una doble ruptura: la de esos poetas con respecto a las obras de padres y abuelos literarios (cuando no contra los propios coetáneos) y con la tradición nacional, en busca de otras tradiciones poéticas extranjeras; la anglosajona preferentemente, sobre todo en versión norteamericana.
Farré sitúa a la perfección, con toda su complejidad, el alcance de esa revolución. El panorama cambió, sin duda. Y lo hizo de la mano de unos poetas que se dividieron entre bárbaros (querían arrasar con todo lo anterior) y clasicistas (más contenidos y respetuosos), por usar la terminologíade Maliszewski.
Ayudaron algunas revistas. De la influyente bruLion, NaGlos y Nowy nurt.
El primer "himno" de esa nueva generación, plural como pocas, fue "Para Jan Polkowski", de Marcin Swietlicki, un poeta urbano, de lenguaje coloquial al que se podría calificar de postmoderno.
En la vanguardia de la ruptura, Zadura, Sommer y Sosnowski. Y dos modelos, made in USA: O'Hara y Ashbery. Para dar carta de naturaleza al invento, un crítico: Piotr Sliwinski. Y más poetas: Swietlicki, por ejemplo, músico también y principal ejecutor del cambio de rumbo lírico. Otros: Podsiadlo, Tkaczyszyn-Dycki. O poetas homosexuales como Wiedemann, que inaugura una línea hasta entonces inédita en una sociedad muy conservadora. O católicos (no hace falta remarcar la importancia de la religión en Polonia y, cómo no, en su poesía) como Suska, Wencel y Koehler.
Sus libros se publican en la todopoderosa Agencia Literaria (por una vez, para evitar probables erratas y para que pueda leerse, tomo la traducción castellana) o en Znak. Editoriales independientes, casi siempre, que no logran distribuir bien, una carencia habitual cuando de la minoritaria poesía se trata.
El ahora es distinto. Tras la tempestad ha llegado la calma. Las influencias foráneas son otras (los rusos, ponen por caso) y cada poeta aspira a construir su propia tradición, que es lo suyo.
Lo que de verdad importa: los numerosos poemas que se reúnen en la antología que los ejemplares traductores (explican que los tres han vertido todos los poemas para ofrecer después, por consenso, la versión final) han querido dedicar a la memoria de Félix Romeo.
Ruptura mediante, lo que parecen haber afianzado los poetas polacos contemporáneos es una poesía, la polaca, que era y (gracias a ellos) sigue siendo fundamental tanto en Europa como en el resto del mundo.