Nacida en 1907 en la Galitzia polaca (que por aquel entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro), residente en Marburgo y Berlín (su ciudad del alma), exiliada en los Estados Unidos desde 1938, Mascha Kaléko pasó los últimos años de su vida en Israel. Mujer, alemana y judía, su peripecia vital, tan del siglo XX, una auténtica "odisea", según su traductora al español, Inmaculada Moreno, está en la base de su poesía. "No quisiera ser Dios en estos tiempos", llegó a escribir. Renacimiento publica en su colección Poesía Universal Tres maneras de estar sola, una antología esclarecedora que da la verdadera medida de una poeta necesaria, tal como atisbamos tras leer un puñado de versos suyos adelantados hace unos meses en la revista La Isla de Siltolá.
Ilustrativo y convincente es también el prólogo, donde se nos informa con precisión de datos biográficos imprescindibles para calibrar el alcance de una poesía tan apegada a la vida.
"Poeta de la desolación", como la califica IM, "su patria fue su lengua", el alemán, la única posesión conservada por esa poeta errante y sutilmente melancólica que no fue feliz en el amor y que perdió a su único hijo. "Yo, pálida niña judía de Europa", dijo de sí misma.
En tres partes se divide esta antología conformada por el gusto personal de la traductora, por la representación equilibrada de toda su obra y por el criterio de traducibilidad al español: Reflexión e ironía, La nostalgia (para mí, la mejor) y Los amores.
"Entrevista conmigo misma" se titula un poema y así podría titularse el libro entero. O "Melancolía de alguien solitario", el título de otro.
