3.12.12

¿Coherencia?

Mucho se habló aquí atrás sobre el affaire Marías: su renuncia al Premio Nacional de Narrativa. Uno mismo se pronunció al respecto. A favor del autor de Todas las almas. El sábado, en la librería, alguien llamó mi atención acerca de un artículo del afamado novelista sobre otro escritor de fuste: Eduardo Mendoza. Está en el penúltimo número de la revista sevillana Mercurio, dedicado monográficamente al barcelonés. Termina así: "No consigo olvidar que hace mucho, qui­zá tras la aparición de La ciudad de los prodigios, me dijo un día: 'Estoy harto de ser, o de que se me considere, el primero de la clase'. No puedo evitar pensar que a eso, a dejar de serlo, se ha aplicado desde entonces, sin demasiado afán por otra parte. Lo que ya roza el milagro es que ha logrado no parecerlo, mientras sin embargo continuaba siéndolo. Los únicos que en realidad no se han dado cuenta de que seguía siéndolo son quienes otorgan premios oficiales o institucionales: ni el Cervantes, que merecería desde hace lustros, ni el Príncipe de Asturias, ni el llamado Premio de las Letras o sub-Cervantes, ni siquiera el Nacional de Narrativa que se concede año tras año a la supuesta mejor novela del anterior. Nunca se ha juzgado que ninguna de las suyas fuera digna de ese galardón, que ha recibido hasta el último mono. Bueno, miento: no lo obtuvieron jamás Juan Benet, ni Jaime Gil de Biedma en poesía, ni Juan García Hortelano… Prueba de que Mendoza pertenece a esa estirpe, la de los mejores. Razón de más para que se lo deteste, por tanto. No es así, sino al revés. Un insondable misterio. Un endemoniado enredo. Pasará a los anales."
Nos preguntamos, ¿es coherente pedir para otros un premio al que tú renunciarías en el hipotético caso de que te lo dieran? ¿En qué quedamos? Sí, esto está escrito antes de que esa eventualidad se diera. Y se dio.