7.12.12

Gelman's

Hace año y medio que Tusquets Editores publicaba en su colección Nuevos Textos Sagrados el último libro, El emperrado corazón amora, del poeta argentino residente en México Juan Gelman (Buenos Aires, 1930). Seix Barral edita ahora su Poesía reunida en un volumen, nunca mejor dicho, de más de 1.300 páginas, donde están los poemas de los 29 libros, si no he contado mal, que ha dado a la imprenta entre 1956 y 2010. Dos prólogos breves abren la obra. El que escribió en 1981 Julio Cortázar, "Contra las telarañas de la costumbre", donde alude -"Ya sé que no es fácil"- a su lenguaje novedoso y transgresor, y uno para la ocasión del editor, Pere Gimferrer, que ya intervino junto a Jaime Gil de Biedma, Joaquín Marco, José Agustín Goytisolo y Manuel Vázquez Montalbán en la publicación del primer libro de Gelman en España, Los poemas de Sydney West, uno de los heterónimos de alguien que escribió Dibaxu, un libro de poemas en lengua sefardí.
Cuando vi en la estantería de El Quijote el lomo descomunal del libro y luego lo sostuve en mis manos por primera vez, los sentimientos fueron encontrados: demasiados poemas, de un lado; cuánta poesía, por otro. Cuando a los pocos días lo tuve en casa (por las dimensiones del paquete deduje fácilmente de qué se trataba), comprendí que se me ofrecía una nueva oportunidad de llegar a una manera de decir, una y múltiple (como todas), que se me ha venido resistiendo a lo largo del tiempo. Por incapacidad mía, a buen seguro. No, no se puede decir que uno sea lector de Gelman (de los Gelman que hay en Gelman), aunque no descarto la posibilidad de llegar a serlo. Este libro, insisto, es otra invitación a ese encuentro. Y no un acercamiento cualquiera: aquí está toda su obra y, a pesar de que apabullan tantas páginas cosidas (lo certificó, delante de mí, Gonzalo), no pueden por menos que persuadirte de que entre ellas habrá poemas memorables, en mayor proporción, ay, que la media.
Que, por fin, las frases elogiosas elegidas para las solapas estén firmadas por Valente, Benedetti, García Montero y Riechmann demuestra a las claras que la de Gelman es una poesía para tirios y para troyanos, que gusta por igual a poetas de muy distinta estirpe, o eso parece.
Se felicita uno de que alguien sea capaz de escribir libros así, metáfora perfecta de una vida lograda. También de que haya editoriales que se atrevan a publicarlos en tiempos tan poco dados a la lírica, por comprometida que sea. A este lector le espera el trabajo gustoso de leerlo con calma. A la busca gozosa del poeta perdido.