Dimos cuenta aquí hace poco más de un mes de un libro de Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1979), Inconvenientes del turismo en Praga, y en la breve reseña se advertía de la existencia de otra obra de título semejante publicada por la editorial asturiana KRK: Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos. Pues bien, he tenido ocasión de leerlo y esa lectura ratifica aquella impresión inicial de que estábamos ante un escritor de fuste, dotado para la narración corta pero donde se atisban inequívocas maneras de novelista, quiera o no llevarlas MMG a cabo.
Ocho cuentos componen este compacto y bien editado volumen que ganó en su día el Premio Tigre Juan. "El último guerrillero" tiene como protagonista a un exiliado español en Francia, alguien que conoció a Antonio Machado, y que se acerca cada poco a la frontera. En "Morir el Lisboa" G. vuelve a la ciudad donde conoció a M. En "El destierro de Buġibba" un jubilado británico viaja a Malta donde, por sorpresa, le abandona su esposa tras cuarenta años de matrimonio, lo que relata en un diario. En "Cuestiones de literatura alemana" un bloguero de Saint-Avold, en la región de Lorena, otra frontera (una constante de este libro, por muchas razones, fronterizo): la alemana, alude a asuntos literarios, sí, pero también de índole política. Su final es digno de mención: "Sigo creyendo, desde este lugar deshabitado de ternura, en la belleza de los desconocidos". En "Mis últimos días en Oxford" una chica va a ser expulsada del Exeter College, uno de los más prestigiosos de la famosa ciudad universitaria. Viene de Sheffield, donde vive su padre, contrafigura del relato. En "Nicoleta frente al mar" una inmigrante rumana de Timisoara viaja a Frankfurt (otra constante: la del viaje) para encontrarse con Miroslav. Una historia de amor que es, al mismo tiempo, una metáfora centroeuropea. En el último cuento, "La noche de la señora Kamińska", el que a uno más le ha gustado (además del que da título al volumen), una mujer tan católica como el tópico pinta a las polacas, "de piedra", como su apellido, ve cómo su hija Kasia decide irse a vivir con un hombre mayor que ella.
Escritos con un estilo sobrio, preciso y detallista, que aspira a "no ser notado", estos relatos están, en palabras de su autor, «protagonizados por personajes en cierto modo extraños, marcados por su pasado y con un destino imprevisto», que «se desarrollan en lugares que he conocido: Malta, Alemania, Inglaterra..., pero evitando cualquier referencia autobiográfica».
Qué distinto este estilo del que Martín Gijón gasta en sus versos, al menos en los de su libro Latidos y desplantes, publicado por Vitrubio en 2011, donde prima lo experimental (no me atrevo a denominarlo vanguardista) y se recurre a juegos de palabras y otras distorsiones sintácticas ("epigramas descompuestos"), así como a un minimalismo evidente (pleno de elipsis), lo que da como resultado la obra de un poeta que en nada o casi nada (el viaje y los lugares están también presentes) se parece al que escribió los cuentos reseñados. No conozco Rendición, otro libro de versos que apareció el pasado año en la editorial Amargord y que tal vez nos diera más claves sobre su poesía.
Si a su faceta de narrador y de poeta unimos la de ensayista (Una poesía de la presencia. José Herrera Petere en el surrealismo, la guerra y el destierro, Los (anti) intelectuales de la derecha en España. De Giménez Caballero a Jiménez Losantos y La patria imaginada de Máximo José Kahn. Vida y obra de un escritor de tres exilios) y la de crítico (en las revistas Clarín o Cuadernos Hispanoamericanos, por ejemplo), tendremos que reconocer que Mario Martín Gijón es ya, por derecho propio, uno de los nombres más sobresalientes del panorama literario extremeño y, por eso, español.
Escritos con un estilo sobrio, preciso y detallista, que aspira a "no ser notado", estos relatos están, en palabras de su autor, «protagonizados por personajes en cierto modo extraños, marcados por su pasado y con un destino imprevisto», que «se desarrollan en lugares que he conocido: Malta, Alemania, Inglaterra..., pero evitando cualquier referencia autobiográfica».
Qué distinto este estilo del que Martín Gijón gasta en sus versos, al menos en los de su libro Latidos y desplantes, publicado por Vitrubio en 2011, donde prima lo experimental (no me atrevo a denominarlo vanguardista) y se recurre a juegos de palabras y otras distorsiones sintácticas ("epigramas descompuestos"), así como a un minimalismo evidente (pleno de elipsis), lo que da como resultado la obra de un poeta que en nada o casi nada (el viaje y los lugares están también presentes) se parece al que escribió los cuentos reseñados. No conozco Rendición, otro libro de versos que apareció el pasado año en la editorial Amargord y que tal vez nos diera más claves sobre su poesía.
Si a su faceta de narrador y de poeta unimos la de ensayista (Una poesía de la presencia. José Herrera Petere en el surrealismo, la guerra y el destierro, Los (anti) intelectuales de la derecha en España. De Giménez Caballero a Jiménez Losantos y La patria imaginada de Máximo José Kahn. Vida y obra de un escritor de tres exilios) y la de crítico (en las revistas Clarín o Cuadernos Hispanoamericanos, por ejemplo), tendremos que reconocer que Mario Martín Gijón es ya, por derecho propio, uno de los nombres más sobresalientes del panorama literario extremeño y, por eso, español.