17.1.13

Selección de los sueños

Ahora que tengo entre manos la magna poesía completa de Zbigniew Herbert (ya hablaremos) y después de dar buena cuenta el pasado verano de Poesía a contragolpe, la extensa antología de poesía polaca contemporánea traducida por Xavier Farré, Gerardo Beltrán y Abel Murcia, aprovecho para leer el nuevo libro de poemas de éste último (nacido en Vilanova i La Geltrú en 1961), que es, además de traductor, lexicógrafo y profesor en las universidades de Łódź y Varsovia, director del Instituto Cervantes de Cracovia. Se trata de Desguace personal (Osobistą rozbiórkę) y ha sido publicado en la capital polaca por Czuły Barbarzyńca en edición bilingüe. 
La poesía de AM tiene el signo de la inmediatez, de la urgencia. De línea clara, sin demasiadas complicaciones formales o de concepto, le llega al lector, ya digo, con la marca caliente del asombro que parece haber producido en quien la escribe lo que observa o le pasa, sin que parezca mediar, entre lo sucedido y su noticia, apenas tiempo. Esto, como la sospecha de lo autobiográfico, no deja de ser discutible, toda vez que estamos ante artefactos literarios, por mucho que queramos convenir con Gamoneda en eso de que la poesía no es en rigor un género literario. Hablo, en todo caso, de las sensaciones de este lector, que se acerca a los poemas de Murcia como si de las anotaciones de un diario se tratara. 
Escribe "Desde este desértico rincón". Desde lejos (para nosotros). Desde un país gris donde nieva. Poemas donde se recuerda la infancia, "los callados rincones de la infancia" ("Las guerras de mi infancia", por ejemplo, aunque el asunto sea una constante en el volumen), la soledad y el vacío ("Noches de hotel"), la muerte ("Fin de función", El regreso"), el amor... Poemas donde prima el tono elegíaco. Donde se da un desdoblamiento borgeano entre yo y el otro, que también es yo. Donde aparecen muchos objetos ("La espera", "Entre sombras"); con un gran interés por las cosas cotidianas y pequeñas ("en Varsovia el silencio nos habla de las cosas"), y muchos lugares (rincones -reales y simbólicos-, calles, plazas, tejados, cuartos...). Domina la escena un gran sentido plástico, propio de un apasionado observador, alguien que se da incluso a la contemplación, por mucho que no lo parezca. Por algo AM puede ser considerado un excelente fotógrafo, como se puede apreciar en su blog
Conviene destacar sus haikus, ese modelo tan fácil de imitar como difícil de componer. A veces en series encadenadas. Verdaderas epifanías."Siento  nostalgia / de las playas de invierno / de mi memoria". "El sol se pone / la luz se va tras él / tú permaneces".
Lo polaco, ya se insinuó, está muy presente. Por los paisajes, sí, sobre todo urbanos ("Varsovia": "Para ser de esta tierra basta la voluntad / y eso no es poco. / Dijeron : 'En esta tierra habré / de levantar mi casa'. / Y le pusieron nombre. / En mi lengua es Varsovia"), pero más que nada por el clima, y no me refiero sólo a las precipitaciones y las temperaturas; aludo a un estado del alma.
Jan Gondowicz (de quien tomo las palabras que dan título a esta entrada: "Esta poesía nace de una prodigiosa selección de los sueños") dice de Abel Murcia: "Escribe para extraer de lo banal lo extraordinario, de lo indiferente lo intenso, de lo muerto lo vivo. Y se funde de amor como el soldadito de Andersen". Y bien dicho está.