HAGAMOS DE ESTE LUGAR UN TERRITORIO
Julio César Galán
Revisiones y preliminares
La apertura de esta primera
antología, Un centro fugitivo,
se realiza con un prólogo de Jordi Doce en el que se desgranan diversas
temáticas, distintas edades poéticas y algunos puntos de apoyos para el lector.
Estos poemas representan veinticinco años de creación constante, progresiva y
de gran angular. ¿Por qué esa delimitación temporal? Pues el propio autor lo
explica: “Educado en el orden, me gustan las cifras redondas. Por eso sugerí
datar los poemas aquí reunidos entre 1985 y 2010, aunque antes de la primera
fecha (marca la publicación de mi primer libro) ya hubiera escrito algunos
versos y tras la segunda haya seguido haciéndolo. Venticinco años pueden dar,
ya se ve, para bastante.” Además de ese prólogo, Jordi Doce ha realizado la
selección de esta representación de lo escrito por el poeta placentino para la
esplendida colección “Arrecifes” de la editorial Isla de Siltolá. Y entre todos
estos inicios están los más importantes, los de los poemas. A modo de pórtico
esta selección comienza con “Hojas de acanto y rosas”, esencial en palabras de
Valverde ya que significa una anticipación de lo que vendrá posteriormente. En
este “núcleo germinal” de título neomodernista, que es lo único que tiene de
esta etiqueta difusa, se presentan varios aspectos temáticos en los cuales se
profundizará después con libros como A
debida distancia (1993) o Ensayando
círculos (1995) , me
refiero a ese ámbito natural, en este caso de varios planos y que perfilan, en
primer lugar, esa “vieja piedra de molino”, en luz, en la coordenada temporal
de la siesta, que da paso a un huerto sombrío donde se crea un claroscuro,
reforzado desde el color por el aroma del limón. Acaba el poema con el
siguiente deseo: “Hagamos de este lugar un territorio”. Ese deseo se convierte
en un lema y por lo tanto, en camino de toda la obra, con todos sus matices,
proyecciones y variantes. Este texto junto con el de Territorio (1985), “Mr T.S.Eliot, Russell Square” y los fragmentos
de los Marinos Inmóviles (1996),
establecen las coordenadas que posteriormente marcarán en profundidad e
intensidad sus libros de asentamiento de la voz y de reconocida madurez. En esa hoja de ruta varios puntos formales y
argumentales establecen el recorrido: la sugestión de la poesía inglesa, en
concreto, de la poesía del mencionado Eliot y otros como Keats o Tomlinson; el
ejercicio meditativo de indagación en lo real (Luis Cernuda, Francisco Brines y
César Simón al fondo); y una doble concepción del viaje que, por un lado,
“invita al vuelo de la imaginación, feliz de fugarse y soslayar las
limitaciones del cuerpo”, y por otro, como medio de observación y de
prospección en el recuerdo. Estos son los perfiles que marcan una trayectoria
poética desde el orden y calidad.
Mediodía será Madurez: Aquí
Convertir el eco en voz y en
escasísimas ocasiones en estilo puede realizarse en dos o tres libros, durante
toda una vida creativa o nunca. La mayoría de los casos acaba en ese nunca. Muchos piensan que todas esas
generaciones formadas por listas interminables de poetas metidos, en numerosas
ocasiones, con calzador son estáticas, pero de cada siglo quedan un número muy
reducido de poetas cuya cantidad no sobrepasa los dedos de las dos manos. A
Álvaro Valverde se le inscribió en la denominada “Generación del 80” y no hay
nada peor para un poeta que colocarlo junto a una distorsión de nombres y
aspirantes porque al final las mentiras suelen creerse. El poeta extremeño es
de los pocos que seguramente pase esa criba del tiempo; una antología de este
tipo supone una prueba y una valorización. Algunas son las diferencias con los
cuños generacionales, pongamos las tres más llamativas: la exclusión de la
ironía (la tan cacareada ironía), la ausencia de ese carácter anecdótico
simplón y la presencia constante de la naturaleza, pero no desde la “visión
edulcorada del paraíso” del locus amoenus sino como campo de pruebas para la
reflexión y el conocimiento. Esta cara también presenta su “cruz”, es decir,
las similitudes: el monólogo dramático, las posibilidades experienciales o las
huellas del tiempo y de la ciudad. Aquí hay que decir que los poetas
destacables presentan estas afinidades de una manera más avanzada,
transformando los lugares comunes en zonas de atracción para el lector
aventajado. Así cambiamos el monólogo dramático al uso por la acción
metalectora. ¿Qué quiere decir esto? Pues vayamos a esa transacción en el que
la creación poética se vuelve diálogo, un intercambio en el que el yo se vuelve
un tú textual, para convertirse finalmente en poema propio. Así cambiamos
posibilidades experienciales por un ir más allá de la superficie, en una
distancia con la identidad, colocando en una misma frontera lo interior y lo
exterior. Así cambiamos las huellas del reloj y de la ciudad por una disección
del espacio del tiempo y viceversa. Un ejemplo lo tenemos en el título y los
poemas de Las aguas detenidas (1989),
en el que aún no se ha producido la metamorfosis de la voz en estilo, por
diversas razones, las cuales pueden resumirse en que la expresión todavía
resulta ampulosa, con cierto tono celebratorio, con algunos añadidos como
“níveo envés”. Algo que después se tornará en esa exquisita sequedad, en ese
despojamiento de lo innecesario lingüístico, en un ritmo acorde con lo
expresado.
En Las aguas detenidas observamos unos poemas de transición. Se
podría decir, desde un punto de vista de general, que los tres primeros libros,
si consideramos Territorio como
un prólogo, formarían un esquema de inicio de la palabra poética, en primer
lugar, con sus deudas y búsquedas (Las
aguas detenidas); de punto medio en mutación y progreso (Una oculta razón); y una resolución
de la voz, ya hecha, en este tercer estadio: A debida distancia. Todo ello para dar paso al grueso de su obra:
Ensayando círculos, Mecánica terrestre (2002) y Desde fuera (2008). Faltan aquí, en
esta antología, los poemas de El reino
oscuro (1999), o mejor dicho,
el poema dividido en seis movimientos por donde las constantes poéticas de
Álvaro Valverde se muestran en “fugaz transparencia” y en el que hace suyas
“las razones de Anteo”. Alrededor de este poemario están estos tres últimos
libros publicados por Tusquets, que especifican y matizan obsesiones, además de
cerrar un ciclo, ya que su unidad tanto formal como argumental promueven una
relación de este tipo. En el caso de Ensayando
círculos se ahonda en ese verso de Claudio Rodríguez: “Busco el sitio,
la distancia”, el cual podría ser el resumen de estos tres libros. Mecánica terrestre junto con Desde fuera es uno de los libros más
representados en esta antología,
con sus homenajes a Plossu o Gil-Albert, con sus geografías apacibles, cercanas
y extranjeras, y sobre todo, con las imágenes de cuanto se tiene. Todo lleva a
ver la vida en las afueras: “Vivir es deslizarse, repetiste,/captar nuestra
existencia de soslayo/o verla desde lejos, en lo alto/con la perplejidad del
que contempla.”
De un lugar a otro
Decía Wittgenstein que los
“límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo“; a veces, Álvaro Valverde
parece decirnos lo contrario. Territorio
fue el primer aviso para entrar con posterioridad en Las aguas detenidas. La primera diferencia que nos asalta de ese
segundo poemario con los demás libros es la ausencia de títulos, la numeración
aporta unidad a la mirada. Si hay un rasgo que define estas aguas versales se
refleja en esos claroscuros: “A la hora desierta y fugaz del mediodía,/cuando
el azar devuelve en cifra acibarada,/como una representación de lo vivido,/el
pasado y sus sombras […]” o también: “A la imagen de un lugar mi memoria/regresa desvelando las cifras de la
noche,/el lenguaje silente de la tierra,/los signos de la luz.” Ahí tenemos ese
choque de memoria y lugar, de tiempo y espacio, todo arropado por una palabra
que se repite y por eso se carga de una significación especial: mirada. Jardines, azoteas, laberintos
o cementerios pueblan Una oculta razón,
premio Loewe; este poemario recoge esos choques del libro anterior, pero aquí
se sueltan lastres de adjetivaciones o de expresiones algo retorcidas. Y en el
centro argumental vienen los ecos de esas sombras, llegan esas muertes tan
calladas, el primer verso del poema “Cementerio alemán, Yuste” ejemplifica
esto: “Tiene la muerte una medida exacta”. Por otro lado, A debida distancia encauza ese acercamiento
al diálogo consigo mismo que se había entrevisto en muestras anteriores,
algunos de esos modelos está en “Leyéndome a mí mismo” o con otros autores como
Pessoa: “Al fondo de la noche”. En esos diálogos el viaje se bifurca en el
recorrido estático de la contemplación y en el dinamismo del itinerario por
paisajes extranjeros o lugares como Plasencia, así lo local se universaliza y
viceversa, todo expresado y recogido en voz baja e íntima.
Y toda esta primera etapa da paso
a otra edad (Ensayando círculos,
Mecánica terrestre y A debida distancia) en que la
búsqueda de un lugar prosigue y el nomadeo por las estelas del horizonte se
recoge en su justa medida, es decir, en una voz hecha, formada por la
austeridad en la retórica, con esas composiciones de espacios como “suma de
destellos” y siempre en un itinerario que presenta aportaciones para el lector.
El cierre: los inéditos
Este centro fugitivo termina con
una serie de inéditos de un libro futuro. Esa segunda etapa parece dar cabida a
poemas cuyas características más representativas son una tendencia a la
brevedad y a la sugerencia. Este hecho representa un cambio en la creación
poética de Álvaro Valverde ya que estamos acostumbrados a que el poeta
extremeño alargara su mano en el verso y como consecuencia que hubiese más
presencias que insinuaciones. Pero esto no cambia lo esencial: esas obsesiones
tan suyas, ahí están lugares como Tánger o Lisboa (emocionante leer el recuerdo
de Ángel Campos Pámpano), o también ese poema, “Aquí“, en donde la búsqueda ya
se ha encontrado: “Permaneces aquí/por propia voluntad:/es éste tu lugar./Tú
eres de él”; ahí está la memoria y alguna de sus rémoras: “Con la melancolía
viaja una mirada/que nos devuelve aquello que ensayamos vencido”. En fin, un
gran acierto esta antología, tanto por los poemas seleccionados como el momento
adecuado y siempre a debida distancia de su publicación.
Álvaro
Valverde: Un centro fugitivo.
Antología poética (1985-2010). Isla de Siltolá (Colección Arrecifes).
Edición de Jordi Doce. Sevilla. 2012.
(Nota: Esta extensa reseña ha aparecido
en el nº 750, diciembre de 2012, de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, en
la sección “Punto de vista”.)