9.2.13

El Oeste de Pureza Canelo

Después de unos años de silencio -desde 1999, cuando aparece No escribir, al 2008-, Pureza Canelo (Moraleja, 1946) ha dado a la imprenta una serie de libros (Dulce nadie, A todo lo no amado, más la antología del ciclo Poética y Poesía de la March y Cuatro poéticas) que uno no duda en calificar de esenciales para su propia obra, dilatada en el tiempo desde sus primeros libros, ambos de 1971, Celda verde y Lugar común, y para la poesía española de entresiglos, de la que no deja de ser, por lo particular y arriesgado de su empeño, un "verso suelto". 
Llega ahora Oeste ("Un libro que llamo mi Oeste"), un título breve y seco, tan sencillo y elocuente como la propia (co)edición de Pre-Textos-Editora Regional de Extremadura, que viene vestida de blanco. El libro arranca a partir de un poema ya publicado en su entrega anterior, "Mi oeste": "en el oeste / de mi estirpe", concluye. No hace falta ser un lince (ni siquiera ibérico) para deducir a que "oeste" se refiere. Nunca ha ocultado PC sus orígenes extremeños, al revés, y la importancia de esa geografía del alma circunscrita a su tierra natal, Moraleja (nunca nombrada, por cierto, en el libro que nos ocupa). Allí y en verano, sobre todo, a la vuelta de Madrid y Santander, las dos ciudades donde pasa más tiempo, ha escrito buena parte, si no toda, de su poesía. Una poesía, cabe añadir, ligada estrechamente a esos dominios geográficos que se imbrican en ella con una naturalidad pasmosa y que acaban confundiendo paisaje con poética. No otra cosa creo que sea Oeste. Nada nuevo: nunca ha dejado de cumplir Canelo con el verso de Wallace Stevens: Poetry is the subject of the poem (La poesía es el tema del poema). La palabra poética es consustancial a su escritura, otra palabra que aparece con frecuencia en sus poemas. De ese diálogo -¿metapoesía?- entre lo que veo, pienso y siento y lo que escribo nace una obra tan singular como todas las suyas que parece haber surgido de golpe, con una fuerza imparable, por más que su gestación, imagina uno, haya sido de años y lenta. Poemas en prosa, breves, donde cada palabra cumple, como pocas veces ha visto uno, con ese tópico lírico de la palabra exacta. Ni una de más y ninguna fuera de lugar. Ay, Juan Ramón.

Al fondo, la memoria, la infancia, la madre, los paseos, otros veranos ("verano puro de mi oeste"), otra vida que, claro, forma parte de ésta. Ella, allí: "Pero la hondonada es esta pequeña parte del universo mío que seguirá hablando cuando no esté". (Un presentimiento, sí, el de la muerte, que aparece más de una vez entre líneas: "Todo esto no dejará de ser destino porque me lo llevaré en el pecho bajo tierra".) "El agro no engaña", escribe, y "esto es mío" mientras alude a su "rincón apasionado". En ese "puro, terminal oeste" sucede todo: "Mi oeste superlativo". Basta leer los títulos de los poemas para darse cuenta de lo que Pureza Canelo traza: "Orígenes", por ejemplo. O "Refugio", "Siesta" (qué hermoso poema y qué significativo momento creador), "Surco", "Tierra", "Mundos"... "La troje era mi reino", dice en el primero. Poesía a la intemperie -algo muy extremeño, ya se ve-: "Existir es esto, una copa de luciérnagas en la mano".
"Una mujer de aldea" va labrando con versos (por prosa que simulen) su memoria más viva, aunque "lo que fue aurora ya es crepúsculo". Alrededor de sus recuerdos y a la vista de su territorio, a orillas del Jálama, su río, éste sí expresamente designado. Un mundo rural ya extinto, o eso dicen, regresa a estos poemas y quienes lo desconocimos, o lo desconocemos, no podemos por menos que asombrarnos ante ese tesoro rescatado del fondo del tiempo con precisas, hondas palabras ante nuestros atónitos ojos. "Mundos de ayer revierten unidos. Es mi única verdad. No se busque otra luz", escribe al final de un poema donde menciona a los "lectores intrusos", "los que dicen la poesía es difícil, no se entiende". "A esos los quiero fuera de mi vista", concluye taxativa.
Sí, "la poesía se cuela por lugares extraños". "Lo dice la poesía, la que manda, y no podemos hacer más". Porque "la poesía resiste", como la hiedra, "lo más nombrado de mi escritura". Como Pureza Canelo, una resistente nata, una especie única en el panorama lírico patrio, alguien que sólo atiende a su voz, a "la que manda". Alguien que escribe: "Lo dicho, levantaremos un poema sin lindes para saludar a quien por nuestro lado pase". Uno, qué suerte la mía, pasaba por allí. 

PC en su casa de Moraleja, que se ve en la imagen anterior.