Foto de Vicente Fernández San Vicente |
A las seis ya está el mirlo dando su concierto matutino. Lo echaba de menos. Mientras escribo esto, sigue a lo suyo. Puede uno comprobar mientras pasea que la primavera viene abriéndose paso sin contemplaciones. Cuenta Anna Ajmátova en sus memorias que en Rusia había gente que presentía la primavera... en Navidad. Aquí hay evidencias: las mimosas están en flor. Los sauces llorones verdean por la copa. He visto al lado de San Lázaro un árbol florecido. Aunque no he ido al campo, supongo que los almendros y otros frutales también están así. Por las huertas del río ya se ven algunos.
No me gusta el calor, que por estos lares dura cada vez más, aunque aprecio, cómo no, el buen tiempo. Los días han crecido y se nota mucho por las tardes, cada vez más largas. No hay más que ver, ay, la de gente que se encuentra uno en el camino. Cada vez con menos ropa encima, por cierto. Eso sí, estamos en febrerillo loco ("En febrero, dice el refrán, busca la sombra el perro") y el tiempo puede cambiar bruscamente. Sí, el invierno nos seguirá plantando su mala cara a ratos. Resiste, vaya si resiste. Fuera, llueve.