19.4.13

Rosillo

Siempre el mismo, siempre diferente. Cada nueva entrega de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) es, para sus lectores, un motivo de fiesta. Entra uno en la última, Antes del nombre (NTS, Tusquets Editores), título del primer poema del libro, y sabe de antemano lo que puede encontrarse; sin embargo, esta poesía que pone su acento en la perplejidad y en el asombro (nada más clásico en el mejor sentido, ni más griego ni más mediterráneo), te desarma apenas lo reconocido, incluso lo previsible, cede paso a lo novedoso, pues que el mundo no cesa en su cambio, lo mismo que quien se empeña en escribir los versos que dan fe de ese misterioso, circular movimiento.
Antes, la viñeta de Gaya, esa maceta con geranios, ya nos ha anunciado a su manera -sigilosa y sutil- la poética que viene: luz, claridad, transparencia. Sí, diurna, sobre todo, por más que no falte noche en este libro de un traductor, no se olvide, de Leopardi.
El mar, los árboles, los pájaros, las estrellas siguen siendo los sencillos símbolos predilectos de Rosillo que tiene en la mirada su principal método de conocimiento. Y todo, ya digo, en medio de la luz. La de su tierra murciana. La del verano, donde siguen habitando la infancia y la memoria.
O en su fronteras: el alba y el ocaso. 
Poemas, los de este hombre, limpios; escritos con una precisión de artesano, sin trampa ni cartón.
En un cuarto, donde todo es quietud, soledad y silencio, alguien observa cómo la vida vuelve, renovada, y ese milagro, repetido pero nunca idéntico, le permite celebrar este no siempre agradable seguir aquí. Aunque la melancolía, que rima con elegía, se deje caer a veces por entre los intersticios del tiempo, porque huye. Otra luz; parte, en todo caso, de un mismo tono.
Lo dijo muy bien F. J. Irazoki desde Radio París"Por fin disfrutamos con un poeta que no participa en los campeonatos de dolor. No necesita imitar el tono y las músicas marginales; no redacta textos con olor a serpiente muerta. Tampoco suelta ráfagas herméticas por las que el lector vuela con los ojos vendados. Nunca lo vemos caer en gestos comerciales de abandono y languidez. Los versos de Eloy Sánchez Rosillo transmiten la complejidad con expresión limpia, y la riqueza interna de su arte llega sin trabas a la superficie. Son páginas escritas por un hombre que se sabe efímero y ensalza la vida en que él se consume."