Pere Durán. El País |
Uno siempre leyó con gusto su poesía y sus artículos (ejerció durante un tiempo como crítico, por ejemplo) y sus memorias, propias de alguien que había vivido (y bebido) mucho. No pocos de los de mi generación aprendimos a leer y a escribir acaso mejor gracias a sus prosas y a sus versos. Y eso que fue un escritor parco. Como aquéllos, opté por su poesía frente a la de su hermano Leopoldo María, el maldito más famoso de la lírica patria contemporánea. En los dos, no lo dudo, hay pose, mucha literatura, pero uno siempre ha preferido el orden al galimatías. O la lucidez al caos.
Teníamos, si se puede decir así, un maestro común: el citado Vinyoli. Bueno, más de uno: Paz, Eliot...
Teníamos, si se puede decir así, un maestro común: el citado Vinyoli. Bueno, más de uno: Paz, Eliot...
Lo conocí personalmente en Barcelona. En un autobús que nos llevaba desde el hotel hasta la fiesta del 30 aniversario de la editorial Tusquets. Fue una conversación breve.
Será uno de esos poetas a los que seguiré releyendo.
Será uno de esos poetas a los que seguiré releyendo.