HOY / Brígido Fernández |
Abundaban, sí, las autoridades, aunque brilló por su ausencia la consejera de Educación y Cultura, cuya presencia hubiera reafirmado la doble condición de escritor y profesor de GHB. Y su apoyo al teatro y al cine acompañando a Natalia Tena.
Uno no vio a escritores por allí. O apenas. Bueno, en rigor no vi a casi nadie, que esos tumultos sociales me aturden. Por cierto, al entrar en el Palacio me enteré de que debía pronunciar unas palabras y, mientras el acto se sucedía, entre risas y disertaciones, pergeñé mentalmente cuatro ideas para salir del atolladero. A saber, que me hizo mucha ilusión saber por boca de Merche Barrado (quien, por suerte, estuvo a mi lado toda la velada) que GHB había sido elegido; que ya era hora de que después de diez años se concediera el galardón a un escritor (por más que muchos lo merecieran, y no al revés, como parece dar a entender mi estimado López-Lago); que los no premiados estarán de acuerdo, por unanimidad (me atrevo a confirmar este extremo), en que el designado haya sido GHB; y, en fin, si no recuerdo mal, que además de amigo había sido un maestro. Doble suerte. Ah, le recordé, mirándole de lejos, que los dos empezamos a torear en esa plaza, él con su Mísera y uno con su Territorio, a cuenta, respectivamente, de los fondos públicos de la Diputación pacense y el Ayuntamiento.
Un par de cañas y alguna tapa acompañaron la amena conversación con la que dimos por cerrada nuestra breve escala en Badajoz. A la velocidad del rayo (por una vez tuvimos conductor y qué coche), volvimos a casa. No diré en cuánto tiempo para no violentar a los de Tráfico. O a Obama, que nos estará leyendo.