31.10.13

Carta de Badajoz

HOY / Brígido Fernández
Cinco años después vuelve uno al Palacio de Congresos Manuel Rojas de Badajoz y parece que fue ayer cuando me despidí allí mismo de Angelito (sin saberlo, para siempre), al que su antiguo alumno, Ángel Ortiz, director del diario HOY, citó como traductor de unos versos de Pessoa traídos con pertinencia a colación; alguien, Pámpano, que hubiera disfrutado de veras al ver a nuestro amigo Gonzalo recibir el Premio Extremeño de HOY en una gala (que patrocinó Iberdrola) muy bien organizada (entre bastidores, Javier Moreno Romaguera, de +magín) que resulto ágil y divertida gracias al monologuista, todo un descubrimiento, Daniel Delacámara y donde, ausencias mediante, sólo pesó el desnortado y noventayochista discurso de Monago (que devino en vulgar mitin), sobre todo después de escuchar las atinadas palabras del citado Ortiz y del alcalde de Badajoz, que por fin cuenta, o eso diría, con un representante digno de esa dinámica ciudad fronteriza.
Abundaban, sí, las autoridades, aunque brilló por su ausencia la consejera de Educación y Cultura, cuya presencia hubiera reafirmado la doble condición de escritor y profesor de GHB. Y su apoyo al teatro y al cine acompañando a Natalia Tena.
Uno no vio a escritores por allí. O apenas. Bueno, en rigor no vi a casi nadie, que esos tumultos sociales me aturden. Por cierto, al entrar en el Palacio me enteré de que debía pronunciar unas palabras y, mientras el acto se sucedía, entre risas y disertaciones, pergeñé mentalmente cuatro ideas para salir del atolladero. A saber, que me hizo mucha ilusión saber por boca de Merche Barrado (quien, por suerte, estuvo a mi lado toda la velada) que GHB había sido elegido; que ya era hora de que después de diez años se concediera el galardón a un escritor (por más que muchos lo merecieran, y no al revés, como parece dar a entender mi estimado López-Lago); que los no premiados estarán de acuerdo, por unanimidad (me atrevo a confirmar este extremo), en que el designado haya sido GHB; y, en fin, si no recuerdo mal, que además de amigo había sido un maestro. Doble suerte. Ah, le recordé, mirándole de lejos, que los dos empezamos a torear en esa plaza, él con su Mísera y uno con su Territorio, a cuenta, respectivamente, de los fondos públicos de la Diputación pacense y el Ayuntamiento.
Un par de cañas y alguna tapa acompañaron la amena conversación con la que dimos por cerrada nuestra breve escala en Badajoz. A la velocidad del rayo (por una vez tuvimos conductor y qué coche), volvimos a casa. No diré en cuánto tiempo para no violentar a los de Tráfico. O a Obama, que nos estará leyendo.