"La misión de los libros sobre literatura consiste en explicar, ponderar y ayudar a penetrar en otros libros. Sin embargo, el prurito cientificista ha hecho que abunden cada vez más títulos que, pertenecientes a ese género, terminan mirándose el ombligo, como si las obras de que se ocupan fueran una excusa para mostrar la bondad del método. Ejemplos de ese nocivo amor propio, rigurosamente onanista, los hay de cualquier escuela: estructuralistas, defensores del “texto en sí”, deconstruccionistas, valedores de la semiosis infinita o, tanto monta, de la inexistencia de significado: en todas partes (y en todas las artes) cuecen habas.
El esoterismo terminológico prolifera como la mala hierba, aunque a veces solo sea cáscara de un fruto vano. Las gozosas incursiones en la literatura, donde el autor, por lo general un profesor o teórico literario, se dirigía al lector común y no a sus pares, han ido disminuyendo según aumentaban los productos de la erudición de acarreo, la bisutería pedagógica y la prosa mazorral." Fin de la cita. Cuando leí estas iluminadoras palabras de Ángel Luis Prieto de Paula en una tribuna de El País, "Conversación con los difuntos", uno aún no había leído Clásicos vividos (Acantilado), el libro del poeta, traductor y profesor José María Micó (Barcelona, 1961) al que hace referencia. Sólo ahora comprendo en su verdadera dimensión el encendido elogio que le dedica el crítico y profesor de la Universidad de Alicante. De catedrático a catedrático.
El volumen, una auténtica joyita, publicado cuando su autor cumple la delicada edad de cincuenta años, reúne diversos ensayos literarios, elegidos cuidadosamente, sobre un puñado de escritores que "me han distinguido, dice Micó, con su amistad": Petrarca, Jordi de Sant Jordi, Ausías March, Ariosto, Mateo Alemán, Cervantes, Góngora, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Eugenio Montale. Autores, confiesa, a los que "he leído, releído, estudiado, editado, comentado, anotado y traducido". A éstos habría que añadir, para mi gusto, el mejor del conjunto: el dedicado al exiliado republicano e historiador de la literatura, Vicente Llorens (de Jalance, digamos, como él), profesor en Princeton, un maestro en lo filológico y en lo moral, como explica muy bien JMMJ a partir de sensibles materiales autobiográficos. En rigor, todas las páginas del libro son, según se comenta en el prólogo, "autobiográficas a su modo".
La voluntad es unitaria: de obra cerrada. Y eso se nota en el mero hecho de que cada ensayo lleva al frente un número romano que indica que se trata de un capítulo.
La voluntad es unitaria: de obra cerrada. Y eso se nota en el mero hecho de que cada ensayo lleva al frente un número romano que indica que se trata de un capítulo.
"Yo no obligaría, en fin, a leer este libro a los filólogos en cierne que aún pueblan, altos de miras o quizá solo inconscientes, nuestras Facultades de Letras, pero sí le abriría un hueco para que pudiera llegarles algo de su luz", afirma Prieto de Paula al final de su artículo. Imagínense uno. Con todo, y en otro ámbito menos elevado, me atrevería a decir que Clásicos vividos no defraudará a ningún lector que se precie. Seguro.