16.11.13

Los parises de Muñoz Millanes

De La ciudad de los pasos lejanos, de José Muñoz Millanes -que da a la imprenta su primera obra creativa, digamos, no doxográfica o crítica-, pudimos leer un avance en la revista Clarín el año pasado. El arranque de la obra -publicada por Pre-Textos en la preciosa colección Cosmópolis- se sitúa en París, al estallar la guerra civil española. Allí se van a encontrar los escritores Gonzalo Torrente Ballester, Pío Baroja y Azorín, así como el pintor (y escritor) José Gutiérrez Solana.
Este libro -nos informa la nota editorial- se propone seguir, en sus entrecruzamientos y ramificaciones, sus respectivos pasos por la capital francesa en aquellos años.
Azorín es, con todo, el verdadero protagonista. Ahora bien, además de seguir el rastro, las peripecias y andanzas del alicantino (y del vasco, del gallego -a través de su personaje o alter ego Javier Mariño- y del madrileño), como acabamos de comentar, la obra da mucho más de sí. Nos sirve, por ejemplo, de particular guía de la ciudad. Un París benjaminiano que el autor recorre a pie, como le corresponde a un auténtico flâneur (que sabe incluso perderse), cámara, mirada y memoria en ristre (el libro está ilustrado con fotografías de JMM y de su hermana Laura, amén de alguna otra: de Coppola, Kertész, Muller o Trapiello), que tiene una suerte de correlato en otro París: el escrito por Patrick Modiano en sus novelas. Con el autor de La ronde de nuit dialoga constantemente Muñoz Millanes y eso le permite no sólo establecer una auténtica trama modianesca, paralela a la otra u otras, sino trazar también un mapa de la ciudad levantado, con fervor, entre lo vivido y lo leído. 
Cabe añadir que está ideado, ya se insinuó al principio, como obra literaria y a los detalles de esos itinerarios vitales y  librescos, revividos con sorprendente rigor y puntillosidad, hay que añadir una voluntad de estilo, por más que, en el caso de Muñoz Millanes, sea un estilo de los que pretenden no ser notados. 
A falta de París o como complemento ideal a los paseos por aquella ciudad real, el lector podrá disfrutar de su misteriosa luz y de su mejor espíritu gracias a La ciudad de los pasos lejanos. Un libro perfecto para letraheridos con vocación -o destino- de viajeros inmóviles.