1.1.14

Dos mujeres

Sigue su curso la colección Luna de Poniente y presenta dos nuevas entregas: Todas las razones para la huida (Ñ), de Teresa Guzmán Carmona y Cifras de una fracción periódica (O), de Emilia Oliva. 
Poco hay en común entre una poética y la otra, entre un libro y otro, más allá de la coincidencia de que ambas autoras son mujeres y publican en la misma editorial. Acaso, por aquello de forzar las concomitancias, los dos son libros un tanto amargos, atravesados por la derrota y la tristeza, tan acorde con el momento que vivimos, más que mera crisis. Pero vayamos por partes.
Todas las razones para la huida, de Teresa Guzmán (Don Benito, 1972), es un libro de tono intimista, casi confesional, donde la soledad y el fracaso giran en torno al deseo y la imposibilidad de huir. "Nos hemos pasado la vida / mirando los círculos concéntricos / que conducen a nosotros mismos", dice. O: "La esperanza es siempre territorio de otros." Y: "Como en una estación de penitencia / nos pasamos la vida / acumulando escombros en los días". 
Con estudiada naturalidad, haciendo uso de un lenguaje cercano que no pretende llamar la atención, la protagonista narra sus circunstancias vitales, entre recuerdos y pérdidas, desengaños y olvidos. "El dolor tiene memoria", escribe. Sus escenarios: estaciones, habitaciones de hotel ("Creo en las habitaciones de hotel / en las que estuve a solas, / porque allí conocí a alguien  / que nunca creí haber sido."), casas vacías (la de infancia, por ejemplo)... 
"Lo que tiene de inútil toda huida / es que siempre llegamos a un lugar parecido", leemos a modo de conclusión, unas palabras que transmiten la misma desolación que el resto de una obra tan lúcida como doliente.
Emilia Oliva, que es de letras, cayó en la cuenta de que la fracción de las cifras 1957 y 1975, dos fechas claves en su vida, es una fracción periódica y lo tuvo fácil a la hora de elegir el título de su nuevo libro: Cifras de una fracción periódica, que ya estaba, además, en un verso de Borges.
Los poemas -sin título, escritos en minúscula y sin signos de puntuación, compuestos en la página con efectos tipográficos- dan fe de una vida vivida. Quiero decir que si por algo se caracteriza Oliva es por su vitalismo, por la intensidad con que disfruta o sufre, diría uno, cuanto le ocurre.
Aquí el tono oscila, sí, pero casi siempre, ya se dijo, del lado de la melancolía: "lo que puede pasar / siempre sucede en otra parte". "¿sabemos acaso qué es ser feliz?"
Por las notas que ella misma añade al final del libro, donde abundan las referencias a personas y lugares, es fácil concluir que son reflexiones apegadas al terreno, concretas, que tienen que ver con la actualidad sociopolítica (en Atenas, El Cairo o Ciudad Juárez), con los lugares donde uno está, con las relaciones familiares, con los viajes que uno emprende, con las conversaciones que se cruzan, con los encuentros que el azar propicia...
Si tuviera que elegir un solo poema del libro, me quedaría con el que lleva el número 4 del segundo periodo, dedicado al recuerdo del padre: "has dejado las piedras apiladas / limpio el campo / mana el aljibe en el declive / está listo el pilón / reverdece la hierba..."
Bien sé que decir esto no conduce a casi nada, pero no me resisto a señalar que Cifras es, a mi entender, lo mejor que ha dado, hasta ahora, a la imprenta Emilia Oliva. Algo parecido se podría decir del libro de Teresa Guzmán. Otra coincidencia. Algo de lo que uno, como lector y como extremeño (con perdón), se alegra.